Domingo XXV del Tiempo Ordinario (A)



21-9-14                       DOMINGO XXV TIEMPO ORDINARIO (A)

PARROQUIA DE CRISTO (I)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            - El evangelio de hoy nos invita a trabajar por el mensaje de Cristo. No importa el momento de nues­tra vida en el que descubramos que somos llamados por Dios para trabajar en su viña. Como hemos visto en el evangelio, el amo de la viña, que es el mismo Dios, sale a todas las horas del día a buscar obreros para su campo: “El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña [...] Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo [...] Salió de nuevo al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros parados, y les dijo: -¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”  Algunos van a trabajar en el campo de Dios desde el principio del día, otros a media mañana, o al mediodía, o a media tarde, o al anochecer. Para Dios, siempre es un buen momento para empezar.
            - El evangelio de hoy también nos habla de un Dios generoso que recompensa abundantemente a sus hijos sin importarle demasiado la hora en que se ponen a trabajar.
- Al inicio de este curso 2014-2015 es bueno que nos planteemos en qué podemos (en qué puedo) trabajar en, por y para el Reino de Dios. ¿Qué podemos hacer que esté al alcance de nuestras posibilidades y de las cualidades que Dios nos ha dado? ¿En nuestra parroquia, en Caritas, en nuestras familias (mejorar las relaciones con el marido, mujer, hijos, padres, suegros, cuñados), en nuestras amistades, en el ámbito laboral, en el ámbito de los estudios, en la visita a enfermos o a ancianos…? Tenemos tiempo para la peluquería, para ver la TV, para dar un paseo, para nuestros hobbies, para las ocupaciones y trabajos…, y ¿para trabajar por el Reino de Dios?
Con las personas que llevo en dirección espiritual, al llegar estas fechas, les propongo que se organicen para el curso. A los que tienen muchas cosas (demasiadas), les digo que se centren en menos cosas o tareas (sólo en las que Dios quiera, en las más importantes…) y las demás… ¡que las dejen! A los que hacen poco o casi nada, les aconsejo que elijan alguna tarea para el curso: deben mirar lo que necesita la Iglesia, la parroquia, las personas que le rodean, en qué debe crecer y madurar personalmente…
            - Y ahora voy a centrarme en dar unas orientaciones de las tareas que se pueden hacer en una parroquia. Pero, para ello, es necesario que analicemos antes qué tipo de parroquia queremos. Cuando tenemos claro el objetivo u objetivos, entonces será mucho más fácil saber lo que podemos hacer por el Reino de Dios y cómo lo podemos hacer.
            Al definir una parroquia, a quien estoy definiendo a la vez es a la misma Iglesia fundada por Cristo. Si la parroquia no se parece a esta Iglesia de Cristo, entonces no es una parroquia de Cristo. Veamos ahora algunos de los rasgos que ha de tener la Iglesia de Cristo y, por lo tanto, la parroquia de Cristo. Lo que diré a continuación vale para cualquier parroquia, pero procuraré tener más a la vista las parroquias a mí encomendadas: La Roda, Campos y Salave, El Valle, Tol, Serantes y Tapia de Casariego:
            * El primer rasgo esencial de la Iglesia y, por lo tanto, de la parroquia es que hemos de ser y crear una familia y una comunidad de fe, de vida, de amor, de perdón…, porque fue voluntad de Dios “el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo” (Concilio Vaticano II: Lumen Gentium 9).
Acciones: Este primer rasgo conlleva 1) el trabajar por crear y fomentar una fraternidad entre los creyentes, 2) ser acogedores, 3) generosos, 4) serviciales, 5) evitar el individualismo…
Tareas concretas: Saludar con una sonrisa a los miembros de la parroquia; interesarse por las enfermedades y la salud de los fieles; alegrarse con sus alegrías; evitar murmuraciones y palabras hirientes; colaborar en la atención del templo, de la sacristía y de las capillas; fomentar el cariño por todos: conocidos, amigos y desconocidos, pues, si estamos en la parroquia, nos une la misma fe en Cristo Jesús.
* En una familia, en una comunidad, en una parroquia…, en la Iglesia de Cristo debe existir la pluralidad. No tenemos que ser todos iguales entre nosotros ni fotocopias unos de otros. Cada uno tiene su personalidad y sus propios carismas, los que Dios le ha regalado en función y en bien de la familia, de la comunidad, de la parroquia y de la Iglesia de Cristo.
Acciones: Esta legítima pluralidad[1]conlleva 1) respeto por el otro, 2) valoración del otro, 3) un sentimiento de que todos somos necesarios y de que no sobra nadie, 4) el conocimiento de las propias limitaciones y de las capacidades de los otros, 5) una legítima libertad para actuar y aportar en la parroquia… Además, 6) los distintos grupos eclesiales existentes en la Iglesia y en la parroquia procurarán no aislarse ni enjuiciar como de menos valor a los otros grupos. El encuentro de la comunidad parroquial para celebrar el Día del Señor favorece la integración y comunión de los diversos grupos apostólicos que existen en la parroquia, entre los cuales no siempre aflora la comunión eclesial.
Tareas concretas: El párroco fomentará los carismas de cada miembro de la parroquia, ya que el párroco no es ni debe de ser el que manda, sino el que coordina en el nombre de Jesús. Trabajar con ahínco en aquello para lo que cada uno se siente llamado por Dios, y es que respondemos en primer lugar ante Dios y no sólo ante el párroco o ante los otros fieles. Considerar la parroquia como algo propio y ser corresponsable en todas las actividades que se programen, tanto para asistir a ellas como para fomentarlas. Colaborar con los grupos a los que uno no pertenece, aunque sea de modo puntual: rastrillo de Manos Unidas, de Caritas, catequesis, limpieza del templo, comisiones de fiestas durante el año…

[1] “En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro, la fe, también el mismo Espíritu. A este se le da el don de curar, siempre en ese único Espíritu; a aquel, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a este, el don de lenguas; a aquel, el don de interpretarlas. Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo [...] En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas” (1 Co. 12, 7-12.28).