Domingo IV de Adviento (A)

23-12-2007 4º DOMINGO ADVIENTO (A)
SAN JOSE- LA FE
Is. 7, 10-14; Slm. 23; Rm. 1, 1-7; Mt. 1, 18-24
Queridos hermanos:
Hace unos días, ya en este tiempo de Adviento, una persona me comentó que en su oración se había detenido a considerar a S. José. Pensó que él siempre quedaba como en penumbra, pero que era alguien muy importante. Pues bien, vamos a reflexionar en la homilía de hoy sobre S. José, el marido de la Virgen María.
Empezaremos diciendo que en el tiempo de Adviento destacan las figuras de María, de S. Juan Bautista, del profeta Isaías, pero también de S. José. Ellos supieron preparar la venida de Jesús y acogerlo.
- Nos dice el evangelio de hoy: “María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.” Es decir, S. José y la Virgen María eran novios formales y ya tenían el compromiso firme de matrimonio, lo cual, en la cultura judía de entonces, significaba que en cierta manera ellos dos eran ya marido y mujer. En estas circunstancias S. José conoce que María estaba encinta. ¿Cómo llegó a saberlo? Pudo ser porque ella misma se lo dijera o porque él viera que el vientre de María empezaba a abultar, aunque no por intervención de él. Si fue María misma quien se lo contó, S. José no debió de entender mucho: ¿qué es eso de que ‘un Espíritu Santo’ fecunde el vientre de una mujer? Si fue lo segundo, o sea, que María le había engañado con otro hombre, entonces S. José estaba desolado, pues nunca lo hubiera esperado de ella. Por lo tanto, en un caso o en otro, en S. José surge enseguida el asombro, la duda, la perplejidad y el temor.
- Ante esta situación “José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.” El problema que origina la decisión de S. José no radica en si cree inocente o culpable a María, pues en cualquiera de los dos extremos de este dilema su decisión no sería honrada. En efecto, si cree culpable a María, ha de denunciarla legalmente; si la cree inocente, ¿por qué la repudia, aunque sea en secreto? Dicen los Santos Padres que quizás su perplejidad consistiría más bien en que, aun conociendo de labios de María el secreto de la concepción virginal operada en ella, no entendió el misterio que encerraba la acción de Dios. Por eso no quiso interferirse en los planes del Señor a los que él no daba alcance. S. José no sabía cuál es el papel que le tocaba desempeñar si él no era el padre de esa criatura tan extraordinaria, Hijo de Dios, que iba a nacer de María su mujer; por eso le parecería lo más honrado retirarse discretamente en silencio.
- Es entonces cuando interviene el ángel del Señor, es decir, Dios mismo, el cual le confirmaría y aclararía el misterio que María le pudo haber desvelado: “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.” Dios confía a S. José una misión sublime: ser el padre legal del Niño que nacerá. Termina el evangelio de hoy diciendo que, “cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.” ¿Por qué S. José no entendió la explicación de María sobre su embarazo y sí entendió la explicación de Dios? Suele pasar… Los hombres explicamos las cosas a los demás para la mente y para el corazón. Dios las explica para la mente, para el corazón y para el espíritu, y además nos ayuda a interiorizar y aceptar totalmente sus palabras.
Dios encomendó a S. José el cuidado de los dos tesoros más grandes que tenía: Jesús y María. S. José protegió y enseñó al mismo Dios Hijo. En aquella casa de Nazaret fue S. José quien ‘mandaba’; él era el cabeza de familia. En una familia judía no podía ‘mandar’ un niño; tampoco las mujeres ‘mandaban’. Era S. José quien ‘mandaba’. Por eso, pienso que será bueno seguir encomendándonos a él, porque S. José tiene mucho ‘mando’ en el cielo, en la casa de su Hijo. Cuenta Sta. Teresa de Jesús que, cualquier cosa que pedía a S. José, siempre le fue concedida, por eso le tenía tanta devoción. De hecho, el primer convento de las carmelitas descalzas que fundó lo llamó de S. José.
- Con estas pocas pinceladas que nos da el evangelista S. Mateo sobre S. José nos damos cuenta que éste es modelo de fe. S. José no cede a la tentación de abandonar, se adentra en la oscuridad luminosa del misterio de Dios, ya que se fía de la Palabra del Señor. S. José se incorpora al plan salvador de Dios con plena disponibilidad, renunciando a todo protagonismo y a estar en la primera fila.
La figura de S. José en el Adviento es ejemplo para todos los cristianos. Nuestra vida es llamada, proyecto y prueba de Dios en la fe, y a ello debemos responder. No pidamos evidencias. Ante la pregunta, ante la duda, sólo contamos con la palabra-respuesta de Dios, de quien hemos de fiarnos plenamente. Y esto a pesar de que las señales de Dios no siempre parecen lógicas, ni tienen una evidencia aplastante; es más, únicamente pueden captarse por la fe.
* De este modo la fe supone entrar en contacto con el misterio oscuro y luminoso, tremendo y fascinante de Dios, que irrumpe en la historia humana como el Dios con nosotros: un Dios altísimo y cercano a la vez: un Dios que es hombre.
* La fe también supone riesgo y renuncia a toda seguridad palpable.
* La fe es un compromiso tan serio que condiciona toda nuestra vida, creando un estilo y un modo de ser y de actuar en el ámbito personal, familiar, laboral y social.
* La fe es un reto constante y diario para vivir en plena disponibilidad ante Dios y en apertura hacia todos los hombres.
* La fe es ser para los demás una señal del misterio de Dios y de su amor desbordante. Supe hace poco que un fraile misionero en América, con fama de santidad, venía alguna vez a visitar a su familia al pueblo, aquí en Asturias. Cuentan que había un hombre (oriundo de otro lugar) en aquel pueblo que era ateo, y se fijó que toda la gente iba a escuchar a este fraile. El sintió curiosidad y también fue a escucharlo. Quedó encandilado y luego procuraba hablar a solas con el fraile. Después era el primero en ir a la Misa que el fraile celebraba y en hacer las oraciones. Cuando el fraile se marchó a América, el ‘ateo’ siguió yendo a la Misa y a la oración. ¿Por qué? Porque el fraile fue para este hombre señal del misterio de Dios y de su amor desbordante.
* La fe es aceptar los planes de Dios sobre nosotros, con los heroísmos pequeños, o tal vez grandes, de la existencia vivida en cristiano, al estilo de Jesús.
* La fe es respuesta a la llamada de Dios y a vivir como amigos fieles que estiman, valoran y gozan la gracia de Dios. En este verano me hablaron de una chica sudamericana, que estaba de asistenta en una casa y que no había hecho la 1ª Comunión. Manifestó su deseo de hacerla, pero, en cuanto supo que tenía que prepararse y cambiar de modo de vida, se echó para atrás. ¿Por qué? Porque su fe no es tan grande como para valorar y gozarse en la gracia de Dios: la gracia que supone recibir el perdón de los pecados en el sacramento de la Penitencia; la gracia que supone el escuchar la Palabra de Dios; la gracia que supone el recibir a Cristo mismo; la gracia que supone el celebrar la fe con otras personas que creen lo mismo y aman al mismo.