Bautismo del Señor (A)

13-1-2008 BAUTISMO (A)
Is. 42, 1-4.6-7; Slm. 28; Hch. 10, 34-38; Mt. 3, 13-17


Queridos hermanos:
Celebramos hoy la fiesta del Bautismo del Señor y con ella recordamos nuestro propio bautismo. Para profundizar en el significado de esta festividad y sobre todo para profundizar en nuestro propio bautismo quisiera fijarme en tres momentos del sacramento y me serviré para ello de la primera lectura:
1) Elección, formación y respuesta de fe. “Yo, el Señor, te he llamado, te he cogido de la mano y te he formado.” Ante todo hemos de tener presente que no somos nosotros quienes elegimos a Dios, sino que es El quien nos elige a nosotros. No somos nosotros quienes creemos en Dios, sino que es El quien “cree” en nosotros. No somos nosotros quienes amamos primero a Dios, sino que es El quien nos ama primero. La iniciativa siempre parte de Dios. Cuando nuestros padres se fijaron uno en el otro y enamoraron, ya Dios pensaba en nosotros y sabía de nosotros. Por tanto, ya Dios nos amó mucho antes de ser engendrados nosotros en el vientre materno. El es quien nos crea y quien nos llama a la vida. Si vivimos y si estamos aquí, es porque El lo quiere y porque El nos quiere. Con toda razón la primera lectura dice así: “Yo, el Señor, te he llamado.” Sí, el Señor es el origen de todo, también es el origen de nuestra vida.
Prosigue la primera lectura diciendo: “Yo, el Señor, te he cogido de la mano.” ¡Qué imagen más bonita! ¿Quién coge de la mano? Pues coge el padre o la madre al hijo; también el enamorado a la enamorada, o viceversa; o igualmente alguien que ayuda y conforta a otro. Por tanto, con esta imagen en la que se nos muestra a Dios cogiéndonos de la mano -o por seguir el singular del texto- en que Dios me coge a mí, con nombre y apellidos, de la mano; repito que con esta imagen se me dice que hay un amor paterno-materno de Dios para conmigo. También se me dice que hay una amor de enamoramiento de Dios para conmigo, y un amor de ayuda, de protección y de cercanía.
Se finaliza la frase arriba mencionada diciendo: “Yo, el Señor, te he formado.” Sí, el Señor ha ido tejiendo en el vientre de mi madre mis músculos, mis nervios, mis huesos, mis entrañas, mis pulmones, mi carácter, mi personalidad, mis… Soy lo que soy porque El me ha formado así, y El me ama tal y como soy. Dios me ama con mi historia personal, con mi familia, con mi físico, con mis circunstancias. ¿Cómo no va a amarme, si es El quien me formado y hecho así? ¿Qué belleza verá Dios en mí para que esté tan enamorado de mí? Porque El no está ciego, ve más que yo y me conoce mejor que yo mismo. Y es que las últimas palabras del evangelio de hoy las dice Dios Padre sobre su Hijo, Jesús, pero también las dice Dios Padre sobre todos y cada uno de nosotros: “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.”
Todo esto que acabo de explicar son palabras, pero para mucha gente es su experiencia de vida. Cuando descubren que Dios los ha llamado, los ha cogido de la mano y los ha formado, estas personas sienten que tienen que dar una respuesta a Dios. Esa respuesta no es otra que el amor y la entrega a Dios por parte de las personas que tienen este encuentro con el Padre. Esta respuesta es lo que conocemos con el nombre de la FE (sobre la FE no me extiendo más, pues ya he hablado de ella en una homilía anterior). Pongo algunos ejemplos concretos: En estas navidades me entrevisté con un chico alemán, que está haciendo un descubrimiento de Dios y me pidió ayuda para entrar en la Iglesia Católica. Asimismo os diré que leía el jueves en un periódico que en Francia están aumentando los bautizos entre las personas adultas. “Un diario católico francés ofrece otros datos estadísticos interesantes para descubrir cuál es el perfil de esos bautizados: por ejemplo, el 70% son mujeres y la mayor parte (59 %) y está en edades comprendidas entre los 20 y 45 años. Por lo que se refiere a la procedencia religiosa, casi la mitad viene de familias de origen cristiano, un 36 % no tenía una religión clara, mientras que el 5% procede del Islam.”
2) Los ritos sacramentales del bautismo. Una vez que uno ha hecho el camino de fe y que solicita la incorporación a la Iglesia a través del bautismo viene la preparación más próxima mediante una catequesis adecuada y, finalmente, se celebra el sacramento. Hoy no explicaré el rito, pues ya lo he hecho hace dos años dando el significado propio de cada momento de la celebración.
3) La misión de los bautizados. Uno no es bautizado porque haya alcanzado una meta y ya no tenga más que caminar. Tampoco es bautizado uno a modo de premio o para imponerle una medalla. El bautismo implica (y debe implicar) la participación en la misión que a Cristo le fue confiada al encarnarse y nacer como hombre, y la participación en la misión que El comparte con su Iglesia. Veamos lo que Dios Padre encargó a Cristo y así veremos nuestra propia misión, que no es otra que la misma de Jesús: “Yo, el Señor, te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.” Nuestra misión, por tanto, es dar a todos los hombres la gran noticia de que Dios se ha “casado” en matrimonio perpetuo y en fidelidad perpetua con ellos. Nosotros podremos fallarle, pero El jamás lo hará. Y nuestra vida ha de ser signo y ejemplo de esto.
Nuestra misión también consiste en dar luz, la luz de Dios a la gente que nos rodea. No podremos llegar a todos; pero allá donde estemos y con quien estemos, han de vislumbrar y percibir que hay algo distinto en nosotros. Somos transmisores de paz, de perdón y somos la realidad de que se puede vivir de otro modo en esta sociedad
. El jueves leía en el periódico gratuito “20 minutos” tres viñetas a modo de cosa graciosa. En la primera viñeta se veía a un hombre que veía venir unos nubarrones en el horizonte. En la segunda viñeta se leía que en las nubes venía escrita la palabra ‘crisis’ y el hombre gritaba: ‘¡NO!’, y en la tercera viñeta en las nubes aparecía ya escrito ‘crisis de valores’, a lo que el hombre contestaba con evidente alivio: ‘¡Uf! ¡Qué susto! ¡Pensé que era la otra!’ Se refería a la crisis económica, supongo. Pues bien, para nosotros es más grave -mucho más- la crisis de valores que la crisis económica. Por ello, procuraremos vivir según los valores del evangelio.
Así, nuestra misión como cristianos no está simplemente en encerrarnos en las sacristías o en los templos, sino en estar en la calle, en nuestro trabajo, en nuestra familia y con nuestros amigos para que abramos los ojos de los ciegos, para que saquemos a los cautivos de sus prisiones de tantas cosas.
- Para todo esto Dios nos ha llamado, cogido de la mano y formado. ¿Estoy dispuesto? El domingo de la Sagrada Familia preguntaba en la homilía a las personas casadas que si, sabiendo lo que sabían ahora, se casarían con su marido o con su mujer. También les preguntaba que si, sabiendo lo que sabían ahora, se habrían casado o se habrían quedado solteros. Pues bien, parafraseando estas mismas preguntas os planteo y me planteo a mí mismo ahora: Sabiendo lo que sé ahora, viendo lo que veo ahora en mi mismo, en la sociedad y en esta Iglesia concreta en la que estoy, ¿me bautizaría hoy aceptando a Cristo como Señor de mi vida? ¿Me bautizaría hoy aceptando a la Iglesia Católica como madre mía? ¿Me bautizaría y aceptaría hoy, por lo tanto, la misión que Dios Padre y su Hijo me confió?