Domingo XVI del Tiempo Ordinario (A)

20-7-08 DOMINGO XVI TIEMPO ORDINARIO (A)
Sab. 12, 13.16-19; Slm. 85; Rm. 8, 26-27; Mt. 13, 24-43

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Queridos hermanos:
- En estos días se celebra la Jornada Mundial de la Juventud en Sidney-Australia. El Papa Benedicto XVI se ha reunido en un país tan lejano con jóvenes de todo el mundo. Desde España y desde sturias han ido jóvenes, a pesar de la distancia, para compartir su fe con otros católicos del mundo.
Muchas personas se trasladaron a finales de junio a Austria y a Suiza para ver jugar a España en la Eurocopa del fútbol. Estuvieron ahorrando y trabajando durante tiempo para pagarse el viaje, la estancia y las entradas. Otros harán lo mismo para irse a Pekín-China, a los juegos olímpicos. Pues bien, jóvenes católicos han estado ahorrando y trabajando para estar en Australia celebrando y compartiendo su fe. Allí es invierno; tienen una temperatura entre 8 grados de mínima y 16 grados de máxima; algunos han cogido la gripe, según he leído; los jóvenes están en oración, en catequesis, en teatro y conciertos religiosos, y también en vigilia durante algunas noches.
La gente puede entender que se pasen unos días de veraneo o de viaje de novios en Cancún u otro sitio paradisíaco; pueden entender que se vaya a ver la final de la Eurocopa entre España y Alemania (este día me comentaron que el marido de la Belén Esteban se fue, pocas horas después de casarse con ésta, a ver la final del fútbol con unos amigos); la gente puede entender que se vaya a los juegos olímpicos de Pekín; pero ya se entiende menos lo de irse a Australia a Misa, a ver al Papa y a rezar.
- A la hora de preparar la homilía sobre el evangelio de hoy, que relata la parábola del trigo y de la cizaña, me encontré con algunas reflexiones que católicos seglares hacían sobre dicha parábola. En efecto, desde su fe y experiencia de Dios, y desde su situación concreta estos católicos escribieron lo que este evangelio les decía:
* Una mujer casada, con dos hijas, de baja laboral y enferma de cáncer: “¡Qué grande es el campo que tenemos que sembrar hoy en día! Tan grande que hay tantas semillas como malas hierbas. Desde nuestra condición humana, nuestro primer instinto sería aniquilar esas malas hierbas para que la semilla creciera sin problemas, de la misma forma que los campesinos propusieron al dueño del campo. Sin embargo, Jesús nos dice en esta parábola que debemos aprender a con-vivir con todo lo que nos rodea. Qué fácil sería vivir sin problemas al lado: sin ese familiar que te hace sufrir gratuitamente, sin el vecino que critica tu forma de vida, sin tu jefe, sin políticos, sin guerras, sin enfermedad... Pero seamos auténticos, nuestra misión en este mundo es vivir conforme a nuestro principal mandamiento, que no es otro que el amor a los demás. Ese amor hace y conseguirá que el mundo cambie desde dentro. Pensemos en todas las personas que viven dedicadas a los demás, sea el campo que sea. ¿Verdad que siempre nos encontramos con gentes entregadas? Eso es lo importante y debemos tener ojos para verlo, y corazón para reconocerlos.”
* Un hombre casado, trabaja, pertenece a comunidad cristiana y es voluntario patrullando la calle en una ONG católica para atender a drogadictos y gente sin techo: “En la realidad de las personas sin hogar no es fácil encontrar el fruto de la buena semilla. La cizaña, disfrazada de indiferencia, soledad, desidia de las administraciones o desprotección, es capaz de acabar por sí sola con cualquier atisbo de esperanza. Sin embargo, el haber sido testigo de recuperaciones increíbles, me ayuda a confiar ciegamente en el evangelio y a no ceder a la tentación de abandonar. Puedo dar fe de que, en situaciones en las que parecía que todo estaba perdido, la obra de Dios ha emergido por encima de las dificultades. Así, he visto cómo una toxicómana en fase terminal, que literalmente se arrastraba por las calles, ha encontrado trabajo y disfruta ahora de su hogar. Cuento también con orgullo cómo un ex convicto, con una vida totalmente desestructurada, colabora en un programa de ayuda a la reinserción de personas, cuyo presente se asemeja enormemente al que para él es ahora su pasado. Puede que esto no convenza a los incrédulos, pero yo las vivo como signo de la manifestación del Reino de Dios en nuestras vidas.”
* Un matrimonio que trabaja en residencia de ancianos y pertenece a comunidad cristiana: “Conforme pasan los años, nos hacemos más conscientes de lo efímera que es nuestra existencia, y que pronto nos llegará la ‘siega’. En ese momento todos querremos ser trigo y no cizaña, pero, a diferencia de las plantas, que se sabe de antemano qué son desde antes de sembrarlas, nosotros sólo lo sabremos al final…, por nuestros frutos. Nuestras acciones y omisiones determinarán el que alcancemos o no la vida eterna. Pero, todavía estamos a tiempo, sólo tenemos que rezar para que Dios avive nuestra fe.”
En tantas ocasiones gente mayor me pregunta si a su edad está a tiempo de cambiar, de acercarse a Dios, si no estaré perdiendo el tiempo con ellos… Y yo les contesto que siempre estamos a tiempo, puesto que contamos con la paciencia de Dios y con su misericordia que todo lo puede. En definitiva, este evangelio nos enseña que:
1) Dios tiene una paciencia infinita con todos y cada uno de nosotros, independientemente de nuestra historia personal y de nuestra situación. Así lo dice el salmo: “Tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan.”
2) La paciencia y la misericordia de Dios han de producir en nosotros ESPERANZA. Por eso, decía S. Pablo. “Todo lo puedo en Aquel que me conforta.”
3) Nadie puede señalar al otro como “cizaña”, y creerse a sí mismo como “trigo”. Esto sólo corresponde a Dios y se verá por los frutos.
4) Mientras hay vida… el “trigo” puede volverse “cizaña”, y la “cizaña” puede volverse “trigo”. Ese refrán que dice: “la cabra siempre tira al monte”, será muy castizo, pero no es evangélico. Mientras hay vida, hay esperanza de cambio, no sólo por nuestra acción, sino sobre todo por la acción amorosa de Dios en nosotros.

¡Señor, si somos "trigo", no dejes que nos volvamos "cizaña"!

¡Señor, si somos "cizaña", vuélvenos "trigo"!