Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario (A)

16-11-08 DOMINGO XXXIII TIEMPO ORDINARIO (A)
Prov. 31, 10-13.19-20; Slm. 127; 1 Tes. 5, 1-6; Mt. 25, 14-30
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Queridos hermanos:
- En este domingo se celebra en toda España el día de la Iglesia Diocesana: en todas las Diócesis de España se pide a los fieles una colaboración económica para afrontar las distintas tareas evangelizadoras y de asistencia espiritual y social que la Iglesia Católica desarrolla entre nosotros. Este año el lema de la jornada es Tú eres testigo de la fe de tu Iglesia.
Nos siguen llegando noticias de modo incesante sobre la mala situación económica en España, en el mundo. Además, lo experimentamos en nuestras carnes cuando algunos de nosotros o de nuestros familiares y amigos quedan sin su puesto de trabajo. Caritas española avisa que está desbordada ante tanta gente que se acerca a ella para pedirle ayuda a fin de pagar lo indispensable: luz, alimentos, agua, gas y hasta para el pago de la hipoteca o del alquiler de la casa. También para recoger ropa. En la Cocina Económica se está viendo la presencia incluso de personas mayores, que tienen su propia pensión, pero que van a comer allí el menú del día por 0,50 €, pues de otro modo no llegarían a final de mes. En este caso concreto de los ancianos, otra situación que viene a marchas forzadas se da cuando estas personas mayores ya no se valen por sí mismas y necesitan pagar a alguien para que los atienda, pero su sueldo no les da para ello. Si ya no pueden estar solos y quieren ir (o no tienen más remedio que ir) a una residencia de ancianos, se encuentran que las públicas del Principado están atestadas, las de las monjas también y las privadas les cobran unos 1.500 €, cuando su pensión es de unos 800 € o poco más.
Ante toda esta situación y muchas más cosas que se podrían decir, la Iglesia Católica pide vuestra colaboración. Ayudadnos para que podamos ayudar.
- El evangelio de hoy nos narra la famosa parábola de los talentos. Plantea Jesús el caso de un hombre que entrega a sus empleados unas cantidades de dinero: a uno 5 talentos de plata, a otro 2 y a otro 1. Los dos primeros trabajan ese dinero y su esfuerzo produce un rendimiento. A Jesús no le interesa cuánto producen, le interesa que trabajan y que se esfuerzan. Por eso, a estos dos empleados, cuando dan cuentas a su señor de los talentos recibidos, el amo les responde del mismo modo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”. La primera lectura, que trata de la mujer hacendosa, va en la misma línea. Se valora el trabajo humano como modo de realización personal, familiar, profesional y social. Hemos de poner al servicio del Reino de Dios, de la Iglesia y de la sociedad humana los dones que Dios nos ha dado.
Fijaros en el otro empleado que no hizo nada y al que se le quitó el talento recibido y se le despidió. ¿Por qué fue castigado, si no malgastó viciosamente el dinero y lo devolvió íntegro? Precisamente por eso, porque se limitó a conservarlo. No hizo nada malo, pero tampoco nada bueno. El fue condenado por su pecado de omisión. No solemos examinarnos ni sentirnos culpables de los pecados de omisión. Sin embargo, el absentismo, la apatía, la pereza, la comodidad, el miedo, la inacción egoísta son los mayores pecados sociales que puede cometer un cristiano hoy día. ¡Cuántos cristianos entierran sus talentos y se apuntan al mínimo obligatorio para no complicarse la vida, para no tener que arriesgar nada en un compromiso serio por el bien de los demás! Como el criado holgazán, no malgastan el talento, pero lo entierran. Se contentan con mantener intacta, pero infecunda, la fe que heredaron de la familia. (Esta semana vino a verme un chico de unos 29 años que quería casarse con una chica en América y deseaba que se le dieran los papeles de la Iglesia para la boda. Yo le pregunté que cuándo había sido la última vez que se había confesado. Me contestó que hacía 16 años. Le pregunté que cuánto hacía que no se confesaba. Me contestó que hacía 16 años. A más preguntas me dijo que no sabía ni la Salve, ni el Credo. Me dijo que no sabía en qué consistía el matrimonio cristiano ni el sacramento de la unión entre un hombre y una mujer, pero… me dijo que él era católico). Pregunta: Para Jesús este chico, ¿se parecerá más a los dos primeros empleados o al tercero?
Conclusiones de la parábola de los talentos:
1) ¿Cuáles son los talentos que Dios me ha dado? ¿Los tengo enterrados por miedo, por pereza, por comodidad? ¿Los tengo produciendo a favor del Reino de Dios, de la Iglesia, de la sociedad, de las personas que me rodean o los tengo produciendo más bien en beneficio mío?
2) En una empresa o en un banco se marcan una serie de objetivos para el año. Por ejemplo, este año tiene que facturarse o venderse por valor de tantos miles euros o de tantos millones de euros. Si uno no cumple esos objetivos, se le mira mal o se le puede despedir. Pero a Dios no le interesa cuánto ha recogido o cosechado uno, eso pertenece a Dios y lo hace Dios. A Dios lo que le interesa es cuánto ha sembrado uno. Dicho de otro modo, Dios no va a mirar tus éxitos o fracasos en la vida o en tus responsabilidades; Dios va a mirar el empeño que has puesto en ello.
3) En definitiva, este evangelio nos dice que sólo quien arriesga, quien trabaja y se esfuerza por Dios y por los demás, podrá escuchar de labios de Jesús al final de su vida: “Muy bien, como has sido fiel, pasa al banquete de tu señor”.
- Termino con un testimonio del Cursillo de Cristiandad en el que he estado el pasado fin de semana en Covadonga. Estuvimos allí 41 personas: 27 recibiendo el Cursillo y el resto impartiéndolo. Una vez más saqué la conclusión que merece la pena todo el esfuerzo que hagamos por dar a conocer a Dios a los demás. Dios sigue cautivando cuando se le muestra en toda su fuerza, su radicalidad, su amor y su ternura. De cada uno de los asistentes podría contaros algunos de los dones que el Señor nos ha dado en esos días. Solamente haré mención aquí de una chica bautizada y que después de su bautizo no supo nada más de la fe, más que de modo circunstancial y esporádico. No había hecho la 1ª Comunión. Ella anhelaba poder comulgar junto con los demás compañeros del Cursillo. La preparamos y el último día hizo su 1ª Comunión entre la alegría, la compañía, el cariño y la fe de todos los asistentes. Normalmente en España uno recibe los sacramentos: Bautismo, Confesión, 1ª Comunión, Confirmación, Matrimonio, y también recibe diversas catequesis, y en algunos casos la fe viene después de todo esto. Es decir, son catequizados y sacramentados con una fe muy débil, y a veces sin ella. En el caso de esta chica ella recibió un sacramento: el Bautismo, y luego ha recibido la fe. Posteriormente recibió la Confesión, la 1ª Comunión y luego la catequesis. En el Cursillo tuve una entrevista personal con ella y le dije que para recibir la 1ª Comunión debía cumplir dos condiciones: a) creer en la presencia real de Cristo Jesús en la Eucaristía; b) comprometerse a realizar una catequesis formativa. A las dos cosas dijo que sí.
¡Ojalá hubiéramos recibido nosotros tantos sacramentos como hemos recibido con la fe con la que esta chica hizo su 1ª Comunión!