Domingo II del Tiempo Ordinario (B)

18-1-2009 DOMINGO II TIEMPO ORDINARIO (B)
Sam. 3, 3b-10.19; Sal. 39; 1 Co. 6, 13c-15a.17-20; Jn. 1, 35-42
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Queridos hermanos:
Ya estamos en el tiempo Ordinario. Por eso la casulla es verde. Este tiempo se interrumpirá hacia finales de febrero en que, con el Miércoles de Ceniza, comenzará la Cuaresma.
- Tanto en la primera lectura como en el evangelio se nos habla de la vocación, es decir, de la llamada que Dios hace al hombre. En el primer caso se trata de la vocación del profeta Samuel y en el segundo de la vocación de los apóstoles Andrés, su hermano Pedro y de otro.
Sin embargo, antes de seguir adelante quisiera que desapareciera la idea que, cuando se habla de vocación, estamos pensando en un chico o una chica que quieren “meterse a cura, a monja o a fraile”. Hablar así sería reducir muchísimo el significado de la vocación de Dios. La vocación es sobre todo una llamada de Dios a su criatura. Y si Dios llama a su criatura es porque es algo más que criatura: es hijo. La vocación o llamada de Dios indica que El se ha fijado en el hijo con cierta predilección, porque tiene algo importante que decirle o pedirle.
Vemos en la primera lectura que es Dios quien toma la iniciativa de dirigirse a un niño, Samuel. Dios lo llama por el nombre. Dios lo llama de noche, cuando hay silencio, cuando callan otros ruidos. Dios lo llama hasta cuatro veces, hasta que Samuel acierta a contestar al que le habla. En tres ocasiones Samuel se dirige a otro hombre y en una dirección equivocada. Por suerte para Samuel, hay alguien que sabe interpretar correctamente lo que le está sucediendo, y le indica cómo y a quién tiene que responder: “Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: ‘Habla, Señor, que tu siervo te escucha’”.
En el caso que se nos cuenta en el evangelio también es muy importante la mediación de una persona, San Juan Bautista, en la vocación-llamada de los primeros discípulos de Jesús: “En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: ‘Éste es el Cordero de Dios’”. Si no llega a ser por San Juan Bautista, aquellos hombres: Andrés, su hermano Pedro… no hubieran conocido entonces a Jesús. Y es que tenemos que saber que Dios llama siempre de modo personal, pero puede hacerlo directa o indirectamente, o sea, a través de otras personas. Asimismo hemos de saber que, aunque Dios llame directamente, si alguien nos ayuda a interpretar la llamada o vocación de Dios, todo puede ser más fácil.
Pero las llamadas de Dios no son cosas del pasado, ni tampoco son cosas de unos pocos o de unos privilegiados. Dios tiene una llamada o una vocación o una petición o un destino para todos y cada uno de nosotros. En efecto, también hoy Jesús sigue buscando discípulos suyos que quieran seguirle. ¿Habéis sentido en algún momento de vuestra vida la llamada de Dios? ¿Ha intervenido otra persona para ayudaros a interpretar, a escuchar y acoger dicha llamada-vocación de Dios? ¿Cuál ha sido vuestra respuesta a esa llamada de Dios?
- Sobre esta última pregunta voy a tratar de exponer algunas ideas acerca de la respuesta del hombre a la llamada de Dios. Dice la respuesta del salmo 39: "Aquí estoy, para hacer tu voluntad". Responde Samuel ante la llamada que oye: "Aquí estoy; vengo porque me has llamado". Sorprende en Samuel la rápida respuesta en mitad del sueño a las 4 llamadas del Señor. No se percibe fastidio, malos gestos, sino una rápida respuesta: "Aquí estoy; vengo porque me has llamado". No hay enfado al pensar en que Dios podría dejarlo descansar y pasar la llamada para cuando fuese de día.
En el caso de Andrés y el otro discípulo, en cuanto oyen a San Juan que Jesús es el Cordero de Dios, van tras él. En cuanto Jesús les invita a estar con él y quedarse todo el día, aceptan. Y Andrés, en cuanto regresa a su casa, le dice a su hermano Pedro a quién ha encontrado y lo lleva a Jesús para que lo conozca personalmente.
Vuelvo a repetir la pregunta final del apartado anterior: ¿Cuál ha sido nuestra respuesta a la llamada de Dios?
- Voy a entrar en el último punto de la homilía de hoy: Frutos de la relación entre Dios y el hombre. Nos dice la primera lectura que, tras seguir Samuel la llamada de Dios, éste siempre estuvo con él. Este fue el fruto de la vocación de Samuel. ¿Quién de nosotros no quisiera que, al final de nuestras vidas, se pudiera decir de nosotros que Dios siempre estuvo con nosotros y nosotros con Dios?
Voy a contaros dos casos de personas que procuran ser fieles a la vocación de Dios: el primero es el de una familia, en donde los esposos y los hijos procuran vivir fieles a la llamada de Dios, a la vocación de Dios. Y es que a estas alturas de la homilía ya tenemos claro que seguir la vocación o la llamada de Dios no es meterse a cura o a monja, sino que consiste en que la voluntad de Dios se cumpla siempre en todos nosotros. El marido es de una villa asturiana, vino hace años a estudiar a Oviedo y como cristiano se puso a trabajar en una parroquia; allí conoció a la que hoy es su mujer. Y se casaron. Cuando conocí hace años su caso, ellos tenían en aquel momento tres hijos: la mayor tenía entonces 10 años, el pequeño tuvo un accidente y casi no se puede mover. Está paralítico con pequeños movimientos. Viven esta situación según dijeron públicamente como una gracia, como un don de Dios. Ellos leen el evangelio, la doctrina de la Iglesia y trata de vivir de acuerdo con ella. Dicen: "Aquí estoy para hacer tu voluntad". Su casa es casa abierta a las necesidades, no hay gastos superfluos. Procuran que sus hijos no vean la TV por la semana. En la 1ª Comunión a todos los niños sus padres les regalaron una videoconsola de juegos, a su hija de 10 años no. Esto es una manera de vivir la fe cristiana en una familia. Lo bueno es que esposo y esposa van de acuerdo. Formas de seguir a Dios en la familia, hay tantas como familias. Lo fundamental es que cada uno de nosotros, en las circunstancias que nos ha tocado vivir, digamos: "Aquí estoy para hacer tu voluntad". El segundo caso es el de una mujer que vive sola. Estas Navidades me mandó un correo electrónico y, entre otras cosas, me decía: “Yo pasé las Navidades en Gijón en la Cocina Económica y, como ya soy de casa, cené con las monjas y dormí en comunidad. Ya es el tercer año que lo paso en el mismo sitio. Este año me emocioné mucho, pues repartí muchos besos y abrazos. ¡Qué baratos son y cuanta satisfacción dan!”.
Resumiendo: Para ser fieles a la vocación de Dios y discípulos de Jesús hacen falta unas cuantas condiciones: 1) Disponibilidad. Samuel no conocía la Palabra de Dios cuando era llamado o cuando la oía, pero la Palabra llegó a él porque estaba dispuesto a recibirla. O el caso de los discípulos de San Juan Bautista, que le dejan a él y se van con Jesús: Disponibilidad de San Juan para perder discípulos, disponibilidad de los discípulos para abandonar su vida cómoda y emprender nuevos caminos. 2) Fidelidad para seguir al auténtico maestro, sin cansarse. 3) Amor. Descubrir que Dios me ama, a pesar de mis pecados, y que yo también lo amo. 4) Anunciar este mensaje a los demás, llevarles a Jesús con amor y con respeto.