Domingo XIII del Tiempo Ordinario (A)

28-6-2009 DOMINGO XIII TIEMPO ORDINARIO (B)
Sb. 15, 13-15; 2, 23-24; Sal. 29; 2 Co. 8, 7-9.13-15; Mc. 5, 21-43
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Queridos hermanos:
El jueves por la tarde vino a mi casa un joven que desea conocer más las cosas de Dios y que quiere hacer la primera comunión. Le había indicado tiempo atrás que leyera el Nuevo Testamento con la vida, los hechos y las palabras de Jesús. Me dijo que lo intentó, pero que hay tantas cosas que no entiende y que le resulta algo complicado. Entonces cogí el evangelio de hoy, lo leímos y se lo fui explicando. Y fuimos desentrañando lo que hay detrás de unas palabras que nos narran hechos de hace 2000 años. A este joven le decía algunas de estas cosas:
Ante todo he de decir que este evangelio que acabamos de escuchar siempre me ha gustado mucho, pues veo a un Jesús cercano, cariñoso, decidido, servicial.
- Hay dos personajes centrales (junto con Jesús) en la narración: Jairo y la mujer enferma. Son dos personas con sufrimientos grandes; ella en su propio cuerpo y él en el de su hija, que le duele más que si fuera en sí mismo. Nos dice el evangelio que Jairo era jefe de la sinagoga. A pesar de ser todo un personaje, él se acerca a Jesús y se tira a sus pies. Jairo se humilla y suplica con insistencia a Jesús por su hija enferma. ¿Qué no haríamos nosotros por una persona querida y sufriente? Inmediatamente Jesús atiende esta petición y se va con él.
Durante el camino hacia la casa de Jairo tiene lugar el otro episodio que nos narra el evangelio. Se nos dice que la gente apretujaba a Jesús por todos lados. Una mujer se mete como puede entre la muchedumbre. Ella está enferma y sin dinero, pues todo lo ha gastado en médicos y en medicinas sin lograr curarse. Ella piensa que, con solo tocarle, se curará. Así lo hace y así sucede. El evangelio nos dice que la mujer, al verse descubierta por la acción, se echa a los pies de Jesús y confiesa lo que sucedido.
Fe y humildad son las dos características comunes de ambos personajes. Ellos confiaban en que Jesús les atendiese y les curase. Esa fe les lleva a vivir en humildad, pues reconocen que nada ni nadie puede ayudarles salvo Dios. Pero Jairo y la mujer enferma, hasta llegar a este grado de fe, han tenido que hacer un largo viaje. ¿O pensáis que la fe es algo que se consigue rápido y fácilmente? Fijémonos en el calvario que tuvo que pasar la mujer por médicos y más médicos, y probar unas medicinas y otras, y sólo logró empeorar y gastar toda su fortuna. En esos momentos en que uno está hundido y no ve ninguna salida, desde el fondo del pozo en que uno se encuentra, se levanta la vista a Dios y se pone en El toda la confianza. Por el camino ha quedado el dinero, la dignidad, las seguridades, las razones, el orgullo, y es cuando nace y surge la humildad y la fe se hace más fuerte.
- Jesús. Me emociona un Jesús que se para y escucha a un padre angustiado.
Me emociona un Jesús que deja todo lo que tiene entre sus manos o en sus planes para ese día y acompaña a Jairo.
Me emociona un Jesús que se dirige a la mujer curada y le dice con infinita ternura y sensibilidad: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud”. Fijaros que la llama “hija”, lo cual indica amor, ternura y delicadeza. Le dice que está curada, pero por causa de su fe. Es decir, Jesús no se vanagloria de la curación y del milagro, ni la humilla, sino que le hace ver que el origen de la curación está en su fe. Y la deja marchar con salud y con paz: salud de sus flujos de sangre; paz con los médicos que le hicieron escarnios o la robaron, paz con los familiares y amigos que se hartaron de ella y le dieron de lado, paz con Dios contra el que pudo renegar en algún momento, paz consigo misma, pues ya puede descansar después de tantos años de interminables de sufrimiento.
Me emociona el ver a Jesús cómo sostiene a Jairo, cuando le comunican que su hija ya está muerta, y le dice: “No temas; basta que tengas fe”.
Me emociona Jesús, cuando sabe que va a resucitar a la niña, y no quiere público que le aclame ni le reconozca el milagro, sino que quiere hacerlo en la intimidad, pues a Jesús le importan los padres sufrientes y la niña, y no quedar bien ante la gente.
Me emocionan las palabras de Jesús, palabras de cariño y cercanía que Jesús tiene con la hija de Jairo: “Talitha, qumi”. ‘Niña, levántate’.
Me emociona cuando Jesús dice a los padres que le den de comer a la niña. Ese detalle sólo puede tenerlo alguien que tenga un amor maternal muy grande, pues Jesús está hasta en esas pequeñas-grandes cosas.
- La gente y los apóstoles. La gente apretuja a Jesús, pero sólo la mujer enferma lo toca. La gente apretuja a Jesús, pero sólo Jairo y la mujer se echan a sus pies humildemente. Mucha gente apretuja a Jesús, pero sólo nos queda el recuerdo de Jairo y la mujer.
Los apóstoles, tan acostumbrados a Jesús, deberían de haber intuido que, al preguntar El quién lo había tocado, se refería a algo más que los apretujamientos. Estar al lado de Jesús es estar atento, porque siempre con El se aprende algo nuevo, hay algo nuevo.
Los criados y las plañideras de Jairo ‘están pegados al suelo’. No merece la pena seguir con Jesús, pues la niña ha muerto, le dicen poco antes de llegar a la casa. Por lo visto, ni la ambulancia ni el médico llegaron a tiempo. Cuando Jesús dice de continuar y ver a la niña, pues está dormida, ellos se ríen y se mofan de Jesús. Miran las cosas con la nariz pegada a la pared. No tienen fe, no tiene confianza, no tienen humildad. Por eso, no reconocen a Dios y se ríen de Dios en la cara de Jesús. ¿Cómo habrán reaccionado al enterarse de la resurrección de la niña? ¿Habrán cambiado algo?
- Nosotros.
Señor, enséñanos a tocarte y no a apretujarte.
Señor, danos capacidad de asombro y de estar atento a tu palabra y a tu vida, pues tú siempre eres novedad para el mundo.
Señor, danos fe y humildad, como a Jairo y a la mujer enferma.
Señor, danos la paz y la salud, como a la mujer enferma.
Señor, haz que reconozcamos las palabras y gestos de ternura y de amor, que siempre tienes con nosotros.
AMEN