Domingo XVII Tiempo Ordinario (B)


29-7-2012                         DOMINGO XVII TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Durante todos estos domingos anteriores hemos estado leyendo el evangelio de San Marcos; pues bien, durante los próximos cinco domingos interrumpi­mos su lectura y pasamos al evangelio de San Juan. Más concretamente al capítulo 6, en donde se nos habla del Pan de Vida, de Cristo Eucaristía.
            Jesús, igual que el domingo pasado, se vio rodeado de sus discípulos, pero también de gente que acudía a Él. Recordad que el evangelio nos dice que eran unos cinco mil, sólo los hombres. A éstos había que añadir las mujeres y los niños. En total podrían ser cerca de diez mil personas. Cada persona tenía sus motivos para querer acercarse a Jesús, pero podemos congregarlos en cinco grupos: 1) Unos le seguían como quien va al circo: “le seguía mucha gente, porque había visto los signos que hacía con los enfermos”. En el evangelio del lunes le decían a Jesús: Maestro, queremos ver un signo tuyo (Mt. 12, 38), como quien veía un número de magia. 2) En otros se cumplía aquello de ‘¿a dónde vas Vicente?, adonde va la gente’. 3) Otros (los fariseos) seguían a Jesús para espiar lo que decía y hacía, y así poder denunciar sus palabras y acciones escandalosas o heréticas, según su parecer, y poder arrestarle. 4) Otros se acercaban a Jesús porque esperaban que Él les enseñase algo nuevo, algo que les hiciese felices, o para ser curados por Jesús. 5) Y los discípulos porque querían estar cerca de Él, para encontrar paz en sus conciencias, sentido en su vida, para imitarle en sus virtudes, para encontrar a Dios…
            Bien, ya hemos visto un poco quiénes se acercaban a Jesús y quiénes le seguían. Vamos a examinar el comportamiento de Jesús ante toda esa avalancha de gente que venía hacia Él:
            - “Jesús levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente”, se da cuenta antes de empezar a hablarles de que no habrá comida para todos ellos y que muchos no traen alimento consigo: unos, porque no lo tienen; otros, porque ya hace tiempo que acabaron los víveres con los que salieron de sus casas. Aunque aún hay algunos a los que les quedaba un poco de comida: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces. Y entonces Jesús quiere darles a todos de comer[1], pero también quiere que sus discípulos se preocupen como Él. Por eso interroga a Felipe: "¿con qué compraremos pan para que éstos coman?" Lo mismo que Jesús lo hizo en aquel tiempo, nos lo dice ahora a nosotros: Hemos de preocuparnos de que todo el mundo tenga lo necesario para vivir de un modo suficiente y digno.
            - Jesús ve tan importante el dar de comer a la gente que es Él mismo quien reparte los panes y los peces de que nos habla el evangelio. Lo hace Él mismo y depende de cada uno si come más o menos. Jesús no hace distinción entre todas aquellas personas: ofrece la comida a todos. No se menciona en el evangelio que entregue más alimento a los hombres que a las mujeres, a los ancianos que a los niños, al grupo de los discípulos que al grupo espía de los fariseos, al grupo que venía como para el circo que al grupo que venía a escuchar la Palabra de Dios, al grupo que tiene comida y comparte con los demás que al grupo de gente que tiene comida y que no comparte con nadie. Jesús da de comer a todos. Para Jesús, todos y cada uno de ellos son merecedores del pan y del trozo de pescado que les entrega. Jesús se lo da porque quiere y porque los quiere. Y cada una de aquellas diez mil personas es libre de comer o no comer, de coger lo que quiera: “Comieron todo lo que quisieron”.
            - Decía más arriba y repito: Lo mismo que Jesús lo hizo en aquel tiempo, nos lo dice ahora a nosotros: Hemos de preocuparnos de que todo el mundo tenga lo necesario para vivir de un modo suficiente y digno. Sí, pero ¿de qué modo puedo yo preocuparme para que todo el mundo tenga lo necesario para vivir? Esto daría para una tesis doctoral y aún se quedaría corta. Hoy quisiera fijarme un poco en la situación económica por la que está pasando Europa, y España en especial. El terremoto y el tsunami sufrido por Japón el 11 de marzo de 2011 trajo consigo una gran destrucción y una pérdida ingente de vidas humanas. Hubo dos reacciones de algunos habitantes del país que me llamaron la atención: 1) Varios hombres se ofrecieron como voluntarios para trabajar en la central nuclear de Fukushima y apagarla a pesar del evidente peligro para sus vidas. 2) En los supermercados de Japón la gente compraba exclusivamente lo que necesitaba y evitaba el acaparamiento de alimentos para que todos tuvieran que comer. Tampoco los dueños de los supermercados elevaron artificial y fraudulentamente los precios de productos. La gente no aplicaba el ‘sálvese el que pueda’, sino que se pensaba en los demás.
            Los culpables del desastre económico que vive el estado español son muchos y variados: políticos, banqueros, sindicalistas, empresarios, gente de dentro y de fuera de España, (Iglesia Católica incluida) y un largo etcétera. También los ciudadanos de a pie, desde mi punto de vista, tenemos parte de culpa, en el sentido de que hemos querido vivir por encima de nuestras posibilidades. Todos nos hemos endeudado hasta las cejas. Yo debo la hipoteca de mi piso, debo lo que debe mi ayuntamiento, lo que debe mi comunidad autónoma y lo que debe mi país.
            ¿Hay que buscar a los culpables y procurar que asuman sus responsabilidades? SI, pero esto no nos exime de arrimar todos el hombro. Todos hemos de arrimar el hombro. Si algunos no lo hacen, eso no justifica que los demás no lo hagamos. Seguramente algunos japoneses compraron y acapararon más comida que la que necesitaban, pero otros muchos no lo hicieron así. Seguramente los voluntarios japoneses de la central de Fukushima no fueron los malos gestores de la planta nuclear, pero ello no fue obstáculo para que dichos voluntarios se ofrecieran a hacer ese trabajo.
            EN DEFINITIVA, creo que en esta situación por la que estamos pasando hemos de pensar como nación (país-estado) y no con los intereses egoístas.
            Creo que todos hemos de estar por la labor de perder poder adquisitivo y parte de nuestros bienes e incluso me atrevo a decir de nuestros derechos, con tal de que esto facilite el que todos tengamos algo, y no algunos mucho y otros casi nada.
            Creo que, como ciudadanos, hemos de exigir responsabilidades a nuestros políticos, a nuestros banqueros, a nuestros sindicalistas, a nuestros empresarios…, a nosotros mismos por esta situación en la que estamos.
            Creo que hacer esto es cumplir con el encargo que Jesucristo nos hace en el evangelio de hoy: Hemos de preocuparnos de que todo el mundo tenga lo necesario para vivir de un modo suficiente y digno.



[1] Me maravilla la sensibilidad de Jesús, que está en todo, hasta en los detalles más materiales. Seguramente Jesús recordaba las peregrinaciones a Jerusalén que hizo con sus padres, con las gentes de su aldea y con otra mucha gente que se les iba añadiendo durante el camino. Allí habría visto de todo: gente con comida y que no la compartía con nadie; gente que compartía lo que tenía con otros más necesitados; gente que no podía dar de comer a sus hijos y éstos sufrirían desmayos por el camino o cosas peores.