Domningo X del Tiempo Ordinario (C)



9-6-2013                                 DOMINGO X TIEMPO ORDINARIO (C)
                                          1 Ry. 17, 17-24; Slm. 29; Gal.1, 11-19; Lc. 7, 11-17

Homilía del Domingo X del Tiempo Ordinario (C) from gerardoperezdiaz on GodTube.

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            - La primera lectura de hoy y el evangelio nos hablan de muerte y de vida. No primero de la vida y después de la muerte. NO. Nos hablan primero de la muerte de dos chicos y luego de la vida de esos dos mismos chicos. Vamos a entrar en el tema:
            * El 5 de agosto de 2009 se podía leer una noticia en los periódicos referida a la persecución que sufren los cristianos en Pakistán, un país de inmensa mayoría musulmana. Todo comenzó al término de una boda entre católicos: “Gojra (Pakistán). Han arrojado piedras, quemado las casas y perseguido a los fugitivos, disparando a tontas y a locas. Al final, los muertos son nueve. Siete se apellidan Hamid y son del mismo clan familiar del padre Hussein Younis, franciscano. Entre ellos hay dos niños. Su único delito es ser cristianos. (Cuenta el sacerdote paquistaní): ‘Como es habitual, al final de la ceremonia (de la boda) en la iglesia los invitados han arrojado sobre la pareja flores, arroz, algunas monedas para augurar prosperidad y tarjetas con frases de saludo u oraciones. La desgracia es que los musulmanes comenzaron a decir que las tarjetas eran páginas arrancadas del Corán, una ofensa gravísima para el Islam y hoy todavía más grave en estos tiempos de fanatismo. Muy rápidamente han volado insultos y acusaciones, y luego piedras. En la tarde ya habían incendiadas algunas casas de varias familias. Pero la violencia más grave explotó en la mañana del sábado 1 de agosto en Gojra, alrededor del barrio cristiano. Nuestra gente contó ocho autobuses cargados con extremistas que llegaron de afuera. Rostros desconocidos de gente armada hasta los dientes. Su slogan era que nosotros, los cristianos, tenemos la misma religión que los soldados americanos y, en consecuencia, somos enemigos y merecemos la muerte. Primero arrojaron piedras, luego repartieron combustible y, por último, metralletas y bombas. Aquí, a mi alrededor, está todo incendiado y carbonizado. El derramamiento de sangre pudo ser mucho peor si los cristianos no hubiesen huido rápidamente. Mis familiares no fueron lo suficientemente rápidos’”.
* En mayo de 2012 murió Manuel Preciado de un infarto. Había sido entrenador del Sporting de Gijón y de otros equipos de fútbol. Iba a comenzar como entrenador del Villareal (en la Comunidad Valenciana). Manuel Preciado había tenido muchos sufrimientos en la vida, pues se le habían muerto su mujer, su hijo y su padre. Ante esto dijo tiempo atrás: “Fui tratado muy duramente por la vida. Tenía dos salidas: o pegarme un tiro o mirar al cielo y tirar para adelante. Escogí esta última”.
* El evangelio nos narra la historia de una mujer viuda, que tenía un único hijo, el cual se murió y lo sacaban a enterrar. Había un gran gentío que acompañaba al chico en el ataúd y la madre lloraba desconsolada. (¡Es tan duro perder a un hijo!). Jesús se encontró con el cortejo fúnebre y, al verla el Señor, le dio lástima” e hizo el milagro de revivir al chico y entregárselo vivo a su madre. La primera lectura nos narra un hecho parecido del profeta Elías, pero aporta otros datos nuevos: el grito desgarrador de la madre que clama contra Dios y le pide cuentas en la persona de su profeta: “¿Qué tienes tú que ver conmigo? ¿Has venido a mi casa para avivar el recuerdo de mis culpas y hacer morir a mi hijo?” Y es que la madre pensaba que la muerte de su hijo era un castigo de Dios por los pecados del pasado.
            - ¿Merece la pena vivir? ¿Por qué y para qué? ¿Merece la pena morir? ¿Por qué y para qué? ¿Por qué y para qué cosas, personas, ideas, creencias… merece la pena vivir? ¿Por qué y para qué cosas, personas, ideas, creencias… merece la pena morir?
            El año pasado asistí al matrimonio de una chica que enseguida se quedó embarazada. Ha tenido un embarazo con muchas molestias, con muchas infecciones de orina y con otras complicaciones. Se ha privado de comer ciertas cosas, de beber ciertas cosas y de hacer otras que pudieran perjudicar a su bebé. ¿Merece la pena morir-vivir (: sufrir y privarse de cosas y de una forma de vida a la que uno está habituado) por un bebé que está en camino?
            Parte de esta homilía la preparé en la madrugada del miércoles en Urgencias de la Residencia de Oviedo en el box en el que estaba mi madre ingresada por una neumonía. ¿Merece la pena morir-vivir (: atender a una madre enferma, que mi padre[1] no duerma por estar pendiente de su mujer) por una mujer anciana?
            Los católicos paquistaníes murieron por sus creencias religiosas. ¿Merece la pena morir-vivir por esas creencias, por esa fe en Dios?
            - De alguna manera Manuel Preciado descubrió que todos en esta vida: su mujer, su hijo, su padre y él mismo, tenemos un ciclo vital: nacer, vivir y morir. En efecto, de este ciclo vital una parte nos es impuesta o acontece independientemente de nuestra voluntad, pero otra la elegimos nosotros. Yo quisiera que, a la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado, reflexionemos hoy sobre la parte que elegimos nosotros. Sí, nosotros en gran medida somos libres para elegir cómo vivimos y para qué queremos vivir: en definitiva, somos nosotros quienes podemos elegir el sentido de nuestra vida y también el sentido de nuestra muerte.
            Hay personas que viven y mueren para sí: son egoístas (todos los somos) y aquí se dan diversos grados. Hay otras personas que, en gran medida, viven y mueren para los demás. Ahí tenemos el ejemplo de las  madres de las lecturas que acabamos de escuchar. Ellas vivían para sus hijos y se quedaron destrozadas cuando sus hijos se murieron. Dios les devolvió de nuevo a la vida terrena a los dos: uno a través del profeta Elías y otro a través de Jesús. Sin embargo, pasados unos años murieron las madres y ellos mismos volvieron a morirse también.
            Mucha gente quiere que Dios les dé más tiempo de vida terrena. Pero nosotros, los cristianos, tenemos que mirar más allá y más profundamente. Nosotros hemos de pedir que Jesús nos de VIDA ETERNA y PLENA[2], aquí y ahora, y después de nuestra muerte terrena… también. Nosotros hemos de pedir que Jesús nos dé un sentido de vida y un sentido de muerte. ¿Por qué y para que vivir? ¿Por qué y para qué morir? Morir y vivir por Dios y para Dios tiene pleno sentido, hoy y siempre. Morir y vivir por el ser humano y para el ser humano tiene sentido, hoy y siempre.
            Esto es lo que Jesús y su profeta Elías nos enseñan en las lecturas de hoy, y esto es lo que queremos aprender, experimentar y enseñar; con muchos fallos, pecados y debilidades, pero es lo que queremos hacer y queremos que Dios mismo nos lo conceda, pues es la única manera de conseguirlo.



[1] Al regresar a casa, hacia las 5 de la madrugada, habiendo dejado a mi madre allá, me dice mi padre que siente mucho que, por causa de ellos, no haya podido yo dormir. Yo viví estas palabras de mi padre como un acto de amor. Este morir-vivir por los hijos implica el que un padre no se preocupa tanto si él no ha dormido absolutamente nada. Se preocupó si su hijo no había dormido lo suficiente.
[2] Jesús, en el evangelio que se lee el miércoles en la Misa, decía: “No es Dios de muertos, sino de vivos”(Mc. 12, 27).