Domingo V de Cuaresma (A)



6-4-2014                                DOMINGO V DE CUARESMA (A)
Homilía en vídeo. HAY QUE PINCHAR EN EL ENLACE ANTERIOR PARA VER EL VIDEO. Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            * La primera lectura y el evangelio de hoy nos hablan de muerte y de vida:
- El evangelio nos dice que Lázaro había fallecido y llevaba ya varios días en el sepulcro, y Jesús lo devolvió a la vida. En este caso se trata de una muerte física (la de Lázaro) y de una vuelta a la vida física (también Lázaro es el beneficiario).
- Sin embargo, en la primera lecturael profeta Ezequiel habla de los israelitas que respiran, que comen, que trabajan, que duermen, que se levantan, que se casan, que tienen hijos, que celebran fiestas, que tienen enfermedades, que sanan…, pero, a pesar de todo eso, estos israelitas estaban encerrados en sus sepulcros. Estaban muertos en vida. ¿Cómo puede ser eso? Entiendo que la explicación es la siguiente: La muerte es la extinción de la vida, pero esta extinción puede ser total (en el ámbito humano) y es lo que conocemos como fallecimiento, pero también puede haber, por así decir, muertes parciales del ser humano. Por ejemplo,
- Hay muertes físicas: dolencias, limitaciones, enfermedades. Sí, nos morimos poco a poco al no poder comer de todo como antes, el no poder caminar como antes, el no poder dormir como antes, los dolores continuos o discontinuos que se sufren, operaciones quirúrgicas que se han de realizar…
- Hay muertes psicológicas: tristezas, depresiones, desencantos, soledades, orfandad, desamor. Los problemas más diversos nos atenazan y aplastan día a día, y personas de un natural optimista son invadidas por todas las situaciones antes mencionadas, lo cual les puede convertir en personas resentidas, desconfiadas, inseguras, cobardes e incluso con psicopatías importantes.
- Hay muertes sociológicas: pobreza, desempleo, marginación, inadaptación, inmigración, explotaciones y esclavitudes, corrupción[1]. Gente que llevaba una vida completamente normal, por la pérdida de empleo, por una separación matrimonial traumática, por la necesidad de emigrar fuera de su ciudad o país..., se convierte en personas marginales e improductivas para la sociedad. Permitidme que os cuente un caso muy curioso del Papa Juan Pablo II: “Un sacerdote se disponía a rezar en una de las parroquias de Roma cuando, al entrar, se encontró con un mendigo. Después de observarlo durante un momento, el sacerdote se dio cuenta de que conocía a aquel hombre. Era un compañero del seminario, ordenado sacerdote el mismo día que él. Ahora mendigaba por las calles. El cura, tras identificarse y saludarle, escuchó de labios del mendigo cómo había perdido su fe y su vocación. Quedó profundamente estremecido. Al día siguiente el sacerdote tenía la oportunidad de asistir a la Misa privada del Papa al que podría saludar al final de la celebración, como suele ser la costumbre. Al llegar su turno sintió el impulso de arrodillarse ante el santo Padre y pedir que rezara por su antiguo compañero de seminario, y describió brevemente la situación al Papa. Un día después recibió la invitación del Vaticano para cenar con el Papa, en la que solicitaba llevara consigo al mendigo de la parroquia. El sacerdote volvió a la parroquia y le comentó a su amigo el deseo del Papa. Una vez convencido el mendigo, le llevó a su lugar de hospedaje, le ofreció ropa y la oportunidad de asearse. El Papa, después de la cena, indicó al sacerdote que los dejara solos, y pidió al mendigo que escuchara su confesión. El hombre, impresionado, les respondió que ya no era sacerdote, a lo que el Papa contestó: ‘una vez sacerdote, sacerdote siempre’. ‘Pero estoy fuera de mis facultades de presbítero’, insistió el mendigo. ‘Yo soy el obispo de Roma, me puedo encargar de eso’, dijo el Papa. El hombre escuchó la confesión del Santo Padre y le pidió a su vez que escuchara su propia confesión. Después de ella lloró amargamente. Al final Juan Pablo II le preguntó en qué parroquia había estado mendigando, y le designó asistente del párroco de la misma, y encargado de la atención a los mendigos”.
- Hay muertes culturales: vacío de valores, falta de oportunidades, analfabetismo, frustración.
- Hay muertes espirituales: odios y resentimientos, dureza de corazón, vicios, esclavitudes íntimas, falta de fe, conformismos, rutinas y tibieza.
* Muchos estamos encerrados en nuestros sepulcros, como Lázaro o aquellos israelitas de los que hablaba el profeta Ezequiel, y no nos damos cuenta. Estamos muertos, y no nos damos cuenta.
La vida total sólo la puede dar Dios; es lo que se dice en las lecturas de hoy: Dice el profeta Ezequiel: “Yo mismo –dice el Señor- abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros […] Os infundiré mi espíritu y viviréis […] Yo el Señor lo digo y lo hago”. Igualmente Jesús dio vida a Lázaro, pero sobre todo Jesús dio la vida que nos da la fe a muchos que presenciaron el milagro: Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero también es verdad que el hombre puede dar vida parcial a los hombres que tienen muerte física, por ejemplo, los médicos, enfermeras, farmacéuticos y quienes cuidan y asisten a los que padecen esas dolencias, enfermedades y limitaciones.
Asimismo, el hombre puede dar vida a quienes tienen tristeza, depresiones, desencantos, soledades, desamor. Para ello utilizará el amor, la compañía, la escucha…
Podemos dar vida a los que tienen muerte sociológica, como hizo el Papa Juan Pablo II con el sacerdote mendigo, con la justicia social y con el no entrar en la rueda de la explotación[2]ni la corrupción que nos rodea.
Podemos dar vida a los que tienen muerte cultural con la vivencia de valores de honestidad, de responsabilidad, de laboriosidad, de generosidad.
Podemos dar vida a los que tienen muerte espiritual con el perdón, con la misericordia hacia los demás, pero sobre todo con la vivencia radical de nuestra fe en Dios, de nuestro amor a la Iglesia, al matrimonio, al sacerdocio, a la vida consagrada a los que Dios nos llamó. Cada uno en su vocación y en su sitio.
            SÍ, CRISTO Y SU SANTO ESPIRITU DAN VIDA, PERO TAMBIÉN NOSOTROS, CON SU AYUDA, PODEMOS DAR VIDA A LOS MUERTOS QUE NOS RODEAN, LO MISMO QUE OTROS NOS HAN DADO, DAN Y DARAN VIDA A NOSOTROS.

[1] Hace poco salió a la luz que un hostelero en Ibiza contrataba para sus negocios a trabajadores extranjeros y los hacinaba en zulos, les daba sueldos de hasta tres euros y medio la hora y, además, no pagó a Hacienda por valor de 14,5 millones de euros.  En 2008 cerca de medio centenar de sus trabajadores denunciaron que habían sido obligados a firmar contratos escritos en checo, idioma que no conocía ninguno de ellos. Según la Agencia Tributaria, con un volumen de negocio cercano a los 36 millones anuales, no ingresó jamás cuota alguna correspondiente al Impuesto de Sociedades ni al IVA.

[2] Caso de empresario que exigió a una administrativa nueva que le hiciera una factura y no le explicaba cómo debía hacerlo, y le iba negando con la cabeza las diversas soluciones que la mujer usaba. Cada momento la chica estaba más nerviosa, hasta que uno que vio aquello reconvino al empresario y le dijo que le dijese lo que quería y cómo lo quería.