Is. 60, 1-6; Slm. 71; Ef. 3, 2-3a.5-6; Mt. 2, 1-12
Homilía de audio en MP3
Homilía de audio en WAV
Queridos hermanos:
Celebramos hoy la fiesta de Reyes, también llamada Fiesta de la Epifanía o de la Manifestación de Dios a todos los hombres. En el día de hoy podemos resaltar las siguientes ideas:
* Los judíos pensaban que la salvación o el Mesías eran nada más para ellos. Sin embargo, Dios les mostró que la salvación, que Jesús era para todos los hombres. Y así se dio el caso de que un judío como Herodes no reconoció a Jesús como Dios y Rey; es más Herodes quiso matarlo. Y, por el contrario, unos extranjeros, los Magos de Oriente, sí lo reconocieron como salvador. Nosotros, según la primitiva mentalidad de los judíos, no seríamos destinatarios de la salvación de Dios, pero Él nos dice que sí en un día como hoy. En efecto, en los Magos de Oriente, unos extranjeros, estamos representados todos y cada uno de nosotros.
* Otra de las ideas centrales del día de hoy es el hecho de que Jesús viene presentado como Luz en medio de las tinieblas que rodean al mundo. Por ejemplo, los Magos fueron guiados hasta Belén por un estrella, que desapareció en cuanto se mostró el lugar donde yacía el niño Jesús. Desapareció la estrella, porque todas las estrellas desaparecen cuando llega el sol y trae el día. Así el Sol-Jesús hizo desaparecer la Estrella del Oriente. Isaías, en la primera lectura, profetiza también en este mismo sentido: “¡Levántate Jerusalén, que llega tu luz! Mira: las tinieblas cubren la tierra, las oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz”. Así, vemos cómo Cristo Jesús es la Luz para todos nosotros. Para todo el que cree en El, Jesús es la Luz en medio de las oscuridades y dudas de esta vida. El que no cree en Jesús camina en la oscuridad. Sí, camina en la oscuridad, porque no ve más que lo que toca, que lo que palpa.
Veamos un ejemplo concreto de cómo Dios busca manifestarse y ser luz para todos los hombres de hoy: Hace un tiempo me encontré con un hombre en una celebración religiosa, a la que siguió la comida en un restaurante. Este hombre ganaba sólo de sueldo unos 600.000 € al año. Dirigía una empresa que estaba y está entre las más importantes de España y exporta a muchas partes del mundo. Tenía una buena mujer como esposa, unos hijos encantadores, muchos amigos, salud... Sin embargo, no era feliz. Después de la Misa me andaba buscando continuamente y, hasta que no se sentó a mi lado en la mesa a comer no paró, para poder hablar conmigo. Enseguida me preguntó: ‘¿Tienes tú el poder de Dios para transmitirlo a otras personas?’. No le importaba si yo era canónigo o juez de la Rota o doctor en derecho canónico. Sólo le importaba si yo tenía el poder de transmitir a Dios. Hablamos largo y tendido. Él me hacía preguntas y yo le contestaba; luego yo le preguntaba y le hablaba. Al día siguiente le escribí un correo por Internet en donde le decía:
“Estimado N: Después de haber tenido ayer nuestro encuentro-conversación, le he estado dando vueltas y creo que debo de manifestarte lo siguiente: Pienso que dentro de ti hay una serie de pensamientos y sentimientos encontrados acerca de Dios y del hecho religioso:
* Por una parte, te atrae, percibes que hay en ello una riqueza extraordinaria, algo que dará sentido a tu vida, ahora y para siempre. Sientes que Dios dará respuesta a tus preguntas más angustiosas y llenará todo tu ser como nunca nada ni nadie lo ha hecho. Colmará tus anhelos más profundos y te hará feliz, a ti y a los tuyos, a los que están a tu alrededor y a los de más lejos. Esto, sin embargo, es más una intuición que una certeza.
* Por otra parte, te gustaría ser como otras personas que están cerca de ti y que no se plantean todas estas cosas y viven "feliz y tranquilamente". Intuyes que abrirte a ese Dios significará, por primera vez en tu vida, no dominar, ni comprender, ni controlar nada. No saber a dónde te llevará eso ni por dónde. No saber lo que perderás de ti y de lo tuyo, y no saber lo que encontrarás y si te agradará. Intuyes que, si te abres a Dios y existe, tendrás que someterte a su voluntad, a su deseo (un deseo y una voluntad de vida y de felicidad para ti), pero no quieres y no estás dispuesto a perder tu autonomía, tu independencia, tu criterio. NO.
Y mientras te debates entre estas dos líneas, sientes que tu vida es mediocre, que le falta algo, que no te llena y corres y corres, y haces y cosechas triunfo tras triunfo (triunfos materiales y de reconocimiento de la sociedad), pero eso no te llena. Sabes que te falta algo. Intuyes que eso que te falta está por el lado de Dios y temes meterte por ahí, por todo lo que ello supone.
Como te decía ayer, pienso que Dios ha metido dentro de ti su sabia divina y eso te hace percibir que la vida tiene que ser algo más que lo que tienes o aparentemente te ofrece.
Hay muchas más cosas que vienen a mi espíritu para decirte, pero tengo que dejarlo aquí ahora. No obstante, te diré, para terminar, que si quieres dar el paso, Dios no te ofrece un seguro a todo riesgo ni te explicita paso por paso lo que va a pasar. O te fías o no te fías, o saltas al vacío sin paracaídas o no saltas, o te crees que El está para recogerte o no te lo crees. Y es que creer es apostar por Dios sin condiciones. Otra cosa te he de decir: sabes que cuentas conmigo para lo que consideres oportuno y necesario, con libertad y sin obligaciones. Un abrazo de Andrés
P.D.- No me importa que te moleste algo o todo de lo que te acabo de escribir. Sé que a Satanás le molestará que te lo haya mandado y tratará de envenenarte contra mí, contra lo que he escrito, pero no es más que una táctica para defender la parte que tiene bien agarrada en ti. También tú te defenderás, como con el compañero cristiano en el ejército[1], y darás mil argumentos en contra. No importa, si es de Dios lo que yo acabo de escribir, entonces dará fruto en ti ahora, o más adelante, cuando El quiera.”
Este es mi Dios Jesucristo, el que manifiesta su Luz a todos los hombres que creen, a todos independientemente de lo que hayan hecho a lo largo de su vida. En este día de Reyes o de la festividad de la Manifestación de Jesús a todos los hombres pido a Dios:
¡Que su Luz nos ilumine a todos!
[1] Estando en el ejército ya este hombre le planteaba preguntas a un compañero cristiano y éste a su vez le decía cosas, de las que se defendía.