Domingo XVIII del Tiempo Ordinario (A)
31-VII-2011 XVIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO (A)
Is. 55, 1-3; Slm. 144; Rm. 8, 35.37-39; Mt. 14, 13-21
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
El evangelio de hoy nos presenta a un Jesús muy preocupado por las diversas necesidades de los hombres: 1) Las enfermedades. “Al desembarcar vio Jesús al gentío, le dio lástima y curó a los enfermos”. 2) El hambre. Los discípulos se dieron cuenta que la gente tenía hambre y Jesús hizo el milagro de multiplicar cinco panes y dos peces, y con ello dio de comer a cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. “Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras”.
Jesús ve y sabe que hoy día hay hombres, mujeres y niños que tienen necesidades, toda clase de necesidades, y nos dice a nosotros, sus discípulos: “Dadles vosotros de comer”. Sí, vosotros que comisteis, “dadles vosotros de comer”. Sí, vosotros que tenéis, “dadles vosotros de comer”.
Pero, ¿hay hoy día necesidades? ¿Hay hoy que dar algo a alguien? En estos días se hacen diversas entrevistas en los medios de comunicación social y se pregunta a la gente cómo va llevando la crisis económica por la que está pasando el mundo. Unos cuentan una cosa y otros otra, pero el otro día sorprendió una persona que contestó: ‘¿Crisis, qué crisis?’ Aquí se hace realidad aquel refrán que dice: Cada uno cuenta la feria, según le va en ella.
Repito: ¿Hay hoy día necesidades? ¿Hay que dar algo a alguien? La semana pasada la ONU declaró la hambruna en el cuerno de África, que comprende Somalia, parte de Kenya, de Etiopía y de Uganda. ¿Qué es una hambruna? Es el estadio de mayor gravedad de una crisis humana. La última hambruna data de 1992, cuando perdieron la vida 300.000 somalíes. Los principales indicadores que la definen son:
- Tasa de desnutrición aguda por encima del 30% (muy por encima de los niveles de emergencia).
- Elevada mortalidad. Más de 2 fallecimientos por cada 10.000 personas al día. Creo que en estos días de atrás el número de muertes diarias es de 6.
- Imposibilidad de acceder a los alimentos y muy limitado acceso al agua (menos de 4 litros por persona al día).
- Desplazamientos masivos de población.
- Mecanismos de adaptación y resistencia agotados. Pérdidas de recursos y activos.
- Dependencia de la ayuda exterior.
Además, existe en ese lugar una combinación de conflicto e inseguridad, un acceso limitado para las organizaciones humanitarias ya que milicias musulmanas lo prohíben, una sucesión de malas cosechas y la ausencia de ayuda humanitaria han puesto en peligro a toda la población en el sur de Somalia. Generalmente tienen dos temporadas de lluvias, una en otoño y otra en primavera. Este año, no llegó ninguna de ellas y la tierra está completamente seca. La hambruna en Somalia ha provocado la muerte de decenas de miles de personas en los últimos meses, y la situación podría agravarse aún más a menos de que se actúe con urgencia. Y al igual que se necesita ahora ayuda alimentaria, hay que apoyar inmediatamente a los campesinos con semillas, aperos y acceso a agua, y a los ganaderos con forraje para evitar más desplazados y la inanición. Esto auxiliará a los campesinos y sus familias para conservar sus ganados y cultivos, y para continuar con la producción de alimentos. El número de somalíes necesitados de ayuda humanitaria se ha incrementado desde 2,4 millones a 3,7 millones de personas en los últimos seis meses. En total, cerca de 12 millones de personas en el Cuerno de África necesitan actualmente ayuda de emergencia.
Por todo esto y por muchos más casos a lo largo de todo el mundo, incluso a la vuelta de la esquina de nuestras casas, Jesús nos dice hoy y siempre: Sí, vosotros que comisteis, “dadles vosotros de comer”. Sí, vosotros que tenéis, “dadles vosotros de comer”. Es imperioso que demos de lo que tenemos, que nos desprendamos de lo que tenemos. Lo que tenemos no es nuestro. Es de Dios. Dios es el auténtico propietario de lo que tenemos: de nuestras casas, de nuestro coches, de nuestra ropa, de nuestros dineros, de nuestros ordenadores… Nosotros somos sólo administradores de lo que tenemos. El propietario es Dios.
Tengo miedo que, nosotros que comemos todos los días y que tenemos lo suficiente para subsistir, estemos llenos de egoísmo, de soberbia, de dureza de corazón. Tengo miedo que, nosotros que comemos todos los días y que tenemos lo suficiente para subsistir, estemos ciegos e insensibles ante las necesidades de los demás, sean estos de lejos o de cerca. Tengo miedo que en nosotros se cumpla el evangelio de Cristo Jesús: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno, preparado para el diablo y su ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber…” (Mt. 25, 41-42). Tengo miedo que, pudiendo vivir en el Cielo de Dios, vivamos en el Infierno de nuestro egoísmo.
“En aquel tiempo, un discípulo preguntó a su maestro. –Maestro, ¡cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno? Y el maestro respondió: -Es muy pequeña, y sin embargo de grandes consecuencias. Vi un gran monte de arroz cocido, listo para comer. A su alrededor había muchos hombres casi a punto de morir de hambre. No podían aproximarse al monte de arroz, pero tenían en las manos unos palillos de dos o tres metros de longitud. Es verdad que podían coger el arroz, pero no conseguían llevárselo a la boca, porque los palillos eran demasiado largos. De este modo, hambrientos y moribundos, juntos pero solitarios, permanecían padeciendo un hambre eterna delante de una abundancia inagotable. Y eso era el Infierno.
Vi otro gran monte de arroz cocido y preparado como alimento. Alrededor había muchos hombres, hambrientos pero llenos de vitalidad. No podían aproximarse al monte de arroz, pero tenían en las manos unos palillos de dos o tres metros de longitud. Llegaban a coger el arroz, pero no conseguían llevárselo a la boca, porque los palillos eran demasiado largos. Pero, en vez de utilizar los largos palillos para llevarse el arroz a su propia boca, los usaban para servirse unos a otros. Y así aplacaban su hambre insaciable en una gran comunión fraterna, cercana y solidaria, gozando a manos llenas de los hombres y de las cosas, en casa. Y eso era el Cielo”.
Cristo nos dice una vez más: “Dadles vosotros de comer”. Sólo así podremos estar en el Cielo.
NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA
EL TOUR DE LOS COBARDES
Terminó el Tour de Francia, la verdad es que tengo sentimientos entrecruzados que hacen verlo de una manera distinta a los demás, ya que todos dirán que ha sido una carrera esplendida en espectáculos y demostraciones de valentía por parte de unos y de otros pero la verdad yo preferiría llamarlo así, como el Tour de los cobardes. Nunca un postre por más delicioso e inigualable que sea, ha sido capaz de dejar buen gusto a una comida mediocre, por no decir mala, y eso en si ha sido el resumen de la carrera, dieciséis días de somnolencia y una traca final para recordar.
Pero lo más positivo ha sido el decálogo que han terminado de escribir los hermanos Schleck sobre como se puede perder un Tour un año sí y el otro también. La verdad es que es muy completo y de obligada lectura en escuelas de ciclismo, aunque no es de extrañar que se produzcan nuevas revisiones futuras.
La actitud de los muchachos es difícil de analizar por compleja y variada, pero la sensación que me da es igual al refrán que dice que dos son muchos gallos para un mismo corral. Es imposible que te coartes los movimientos por el simple hecho de que vas a perjudicar a tu compañero, eso sí, si este es hermano tuyo. Casos parecidos de dos compañeros-rivales de igual enjundia en un equipo hay muchas, la última sin ir más lejos Contador con Armstrong en le Astana hace 3 años que tantos dolores de cabeza le dio al primero, pero como uno no se casa con casi nadie, el más fuerte fue el que se llevó la victoria.
Ser los dos candidatos a la victoria les perjudica mucho y en varios movimientos en carrera se demostro. El año pasado por la caída de Frank dio un aire de libertad al hermano que casi le cuesta al de Pinto la carrera. O uno se va del equipo o lo tiene crudísimo para el futuro, porque sí, dos hermanos en el podio es bonito, pero estos están para ganar y los años pasan y el marcador sigue a 0. Por cierto,¿Frank corria?.
También una visita al psicólogo les vendrá bien a más de dos, ya que la obsesión de controlar a un corredor es buena pero cuando uno se pasa empieza a ser enfermiza. Se sabe que el español es el único que puede reventar la carrera en cualquier momento, pero cuando lo tienes a 5 minutos y este se mueve, saltas como un resorte y si se queda en el grupo todos ha hacerse un retrato juntitos, que si nos movemos no salimos en la foto. Cuando uno juega a ganar hay que hacer eso, ganar y si sabes o puedes suponer que tu obsesión esta mal y maduro hay que menear el árbol las veces que haga falta hasta que caiga, ojo a veces se intenta y no se consigue pero por lo menos se intenta. Un escalador nato no puede dejar vivo a un contrario con desventajas en su terreno, mas cuando sabes que eres inferior en otro terreno. En un Tour con relativa poca montaña no se puede dejar pasar los pirineos a un ritmo de cicloturistas para dejarlo todo al final.
Qué sí, que en la última semana y en los Alpes se deciden las carreras y el desgaste hay que dosificarlo pero te puedes encuentras un dia como el de Galp con una bajada mala , mojada y estas acojonadito, se pierde lo que se pierde y hay que ir a la desesperada cuando cae uno que esta un señor al lado llamado Evans que te puede sacar una minutada en contrarreloj, y llegan las prisas.
Eso sí, lo cortés no quita lo valiente, para quitarse el sombrero la etapa, pura fuerza, me tenia que frotar los ojos y no me creía que no te recortaran tiempo en el llano, con viento en contra, chapou.
Viendo la carrera no entiende uno muchas cosas y claro me pregunto: ¿por qué no tiraste junto a Contador cuando os fuisteis en el Telegraph? ¿con lo que te gusta hacerle gestitos a la gente de que tire contigo, por qué no lo hiciste ese día?¿no creías que fuera Evans tu mayor rival? chico, lo pienso y repienso y no le veo explicación, dejas a todos y te vas junto al mejor escalador del pelotón, hacéis sufrir a Evans y dejáis al fantasma del mallot amarillo, podéis hacer brecha que te pudo hacer ganar el Tour y vas, te quedas atrás, le das dos relevos a desganas y os pillan, pero lo malo no es eso sino que cuando se vuelve a ir Alberto en el Alpe D´huez , va a tirar tú solo para recortarle el tiempo, vamos increíble.
Lo que está claro es que este año no era el tour de contador, le paso de todo, falto de preparación, corte, caída , pájara pero a pesar de todo eso supo reponerse y conseguir casi dos etapas y un quinto puesto final. Nada se le puede reprochar, partir una carrera sin casi preparar ya que ni él se creía que le iban a dejar correr y sobre todo de la demostración que dio en un Giro duro donde los haya, hacen que los méritos obtenidos sean mayores. Pensé seriamente que incluso podría ganarlo después de escapar vivo de los pirineos y sobre todo como planteó las etapas previas a los Alpes. Muy valiente, luchador, nos dio momentos de gran ciclismo y ya empiezan a temblar muchos cuando dijo que el próximo año viene a por todas, eso si le dejan. Es increíble que después de un año aun no esté resuelto el tema de su sanción, impresentable los de la Uci y a todos los que les abuchearon por las carreteras de Francia. Sinceramente ojala os fastidie viendolo de amarillo muchos años más, aunque tengamos que escuchar el himno de riego en Paris.
Gran carrera de Samuel con el premio final del mallot de la montaña. Buen compañero de batallas del de Pinto aunque yo me atrevería a darle un consejo, mira chaval, repásate los manuales de primero de parvulitos donde dice que cuando alguien va a ruda tuya durante mucho tiempo se desgasta menos que tú y al final te da la coba y te gana. Es que me da que el día que lo explicaron no fuiste a clase y es un tema que deberías repasar porque caer dos veces en lo mismo te está perjudicando. Tú pensaras que eres más fuerte y generoso que los demás, pero el año pasado te la metió doblada Andy y este año vuelves a caer en lo mismo y encima fastidias al pobre de Contador con el etapón que estaba haciendo. Pues nada chico, a repasar apuntes pasados y veras como te va mejor.
Para finalizar agradecer a la organización del tour y de la televisión francesa por todo lo que hacen por el bien del ciclismo, ya sabemos que es importante que ganen corredores de todos los lugares y como estamos últimamente acaparando muchos victorias pensaron que quitando a españolitos de la carrera beneficia a más gente, pero hombre ser más sutiles que después os critican.
Domingo XVII del Tiempo Ordinario (A)
24-7-11 DOMINGO XVII TIEMPO ORDINARIO (A)
1 Re. 3, 5.7-12; Slm. 118; Rm. 8, 28-30; Mt. 13, 44-52
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
La primera lectura comienza hoy con estas palabras: “El Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: ‘Pídeme lo que quieras’”. ¿Qué le pedimos hoy a la vida? Por lo visto, parece que los reyes en tiempos de Salomón pedían a sus dioses larga vida, muchas riquezas y vencer en todas las batallas contra sus enemigos. Pero, ¿qué pediríamos hoy a la vida? En lo que conozco del corazón humano creo que hoy básicamente se pide salud; trabajo; tranquilidad y paz; buenos amigos; una casa con la hipoteca pagada; unas vacaciones para conocer un lugar maravilloso; el amor de un hombre o de una mujer; el amor de los hijos; el reconocimiento de los demás; que se acaben nuestros problemas más acuciantes; un poco de dinero para pagar las deudas, para dar algunas limosnas y para tener algo de “colchón” para cuando surjan diversas necesidades…
Pues bien, también hoy el Señor se nos aparece a cada uno de nosotros y nos dice: “Pídeme lo que quieras”. ¿Qué podemos nosotros al pedir al Señor? (No a la vida, sino al Señor). Para dar esta respuesta podemos pensar desde un punto de vista humano. De hecho, hay una película norteamericana en la que el protagonista se queja ante Dios de lo que mal que va el mundo o de lo mal que le van las cosas, y Dios le contesta a sus quejas otorgándole a él todo el poder divino para que arregle los desaguisados que, según el protagonista, hay en el mundo. El resultado es tremendo. Por tanto, repito: ¿qué le pediríamos hoy día al Señor? ¿Lo mismo que más arriba se ha dicho que podíamos pedir a la vida?
Veamos qué le pidió Salomón a Dios: “Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien”[1]. Pedir esto es darse cuenta de que este corazón y este discernimiento es el tesoro escondido y la perla fina de gran valor de que nos hablaba Jesús en el evangelio. Y parafraseando la tercera parábola que nos cuenta Jesús hoy, podemos decir que en nuestra vida “pescamos” muchas cosas; muchas cosas caen en nuestras redes y tenemos que sentarnos después para examinar lo que hay dentro de las redes. Los pescadores examinan todos los peces y “reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran”. El acto de sentarse ante las redes llenas y examinar lo que hay dentro y distinguir lo bueno de lo malo, lo conveniente de lo posible… es lo que se denomina el DISCERNIMIENTO.
¿Qué difícil es discernir lo que es de Dios y lo que no es de Dios? Lo que no es de Dios siempre es malo, aunque nos parezca bueno; y lo que es de Dios siempre es bueno, aunque nos parezca malo o inconveniente o imposible. Voy a poner un ejemplo, que puede ser real como la vida misma, y en el que hay que hacer un acto de discernimiento para conseguir el bien final. El ejemplo está retratado en un cuento. Se trata del cuento de la vaca. “Un maestro de la sabiduría paseaba con su discípulo por un bosque cuando vieron una casa bastante pobre. Se acercaron y vieron que la casa la habitaba un matrimonio y tres hijos, los cuales iban descalzos y todos muy pobremente vestidos. Entonces el sabio preguntó al padre: ‘En este lugar no existen posibilidades de trabajo. ¿Cómo hacéis tú y tu familia para sobrevivir aquí?’ El hombre respondió: ‘Nosotros tenemos una vaca que nos da varios litros de leche al día. Una parte la vendemos o la cambiamos en la ciudad vecina, y con la otra parte producimos queso, manteca… para nuestro consumo, y así es como vamos sobreviviendo’. El sabio agradeció la información, contempló el lugar durante un momento, se despidió y se fue. En mitad del camino, se volvió hacia su discípulo y le ordenó: ‘Busca la vaca, llévala al precipicio que hay allí adelante y tírala’. El joven miró espantado a su maestro, y le discutió la orden, porque la vaca era el único medio de subsistencia de aquella familia. Pero, al ver el silencio absoluto de su maestro, el novicio cumplió temeroso la orden. La escena de la vaca muerta al fondo del barranco se le quedó grabada en su memoria. Pasado un tiempo, como unos cuatro años, este joven dejó a su maestro y decidió ir al encuentro de aquella familia y confesar su delito. Al acercarse vio que todo había cambiado: había una buena casa, un automóvil nuevo a la puerta… El joven se sintió triste y desesperado, imaginando que aquella humilde familia había tenido que vender el terreno para sobrevivir. Entonces aceleró el paso y habló con un hombre que estaba delante de la puerta de la casa y le preguntó por la familia que vivió allí hacía ya cuatro años. El hombre aquel le contestó que eran ellos mismos la familia por quien preguntaba, y el joven vio que efectivamente era así al mirar a los otros miembros de la familia. Entonces les interrogó: ‘¿Cómo hicisteis para mejorar este lugar y cambiar vuestra vida?’ El padre respondió: ‘Nosotros teníamos una vaca, pero un día se cayó por el precipicio y se murió. Desde ese momento nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos’”.
Sí, cuatro años antes el joven discípulo hizo un acto de discernimiento y pensó que lo mejor era dejar a aquella gente con su vaca y su pobreza. ¡Al menos que tuvieran la vaca! El maestro, sin embargo, hizo otro acto de discernimiento y sólo vio comodidad, pereza y cobardía en aquella familia. Por eso, les quitó de un golpe la vaca y les obligó a salir de su mundo encerrado y abrirse, y eso les supuso vida y una vida mejor, aunque al principio lo tuvieron que pasar muy mal cuando descubrieron la vaca muerta y empezaron a pasar hambre.
En definitiva, pidamos al Señor, como Salomón, ese corazón dócil a Dios y ese discernimiento entre el bien y el mal, entre lo que es de Dios y lo que no es de Dios. Si esto nos es concedido por Dios, sí que encontraremos el auténtico tesoro y la auténtica perla fina de gran valor.
[1] Por cierto, falta hace que Dios otorgue los gobernantes, de cualquier signo político y de cualquiera país o región, este corazón y este discernimiento entre el bien y el mal.



