Domingo XX del Tiempo Ordinario (A)



17-8-2014                   DOMINGO XX TIEMPO ORDINARIO (A)
                                                 Is. 56,1.6-7; Slm. 66; Rm. 11,13-15.29-32; Mt. 15,21-28
ORACION (III)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Hoy quiero detenerme en una serie de cosas muy prácticas que también se han de tener en cuenta para la oración. Vamos allá:
            * Lugar. No vale cualquier sitio. Se ha de buscar un lugar sin ruido, con luz tenue, que invite al recogimiento. Podemos tener ante nosotros alguna imagen que no nos distraiga y a la vez nos ayude en la oración. El mejor lugar es delante de un sagrario, pero, si esto no es posible, entonces buscaremos una habitación o sala tranquila. Si es posible, siempre en el mismo lugar para que las cosas nuevas no nos distraigan. Y si la hacemos en una iglesia, siempre ocupando el mismo lugar para habituar nuestra vista a ver las mismas cosas y que se fije sólo en Dios.
            Tiempo. Es conveniente hacer la oración siempre a la misma hora, pues de otro modo lo más normal es que, un día por otro, nos vaya quedando. A algunos les viene mejor por la noche y a otros por la mañana para concentrarse mejor. Si es posible, no hacer la oración cuando inmediatamente después vamos a hacer otra cosa o a salir de casa, pues nos distraerá de lo que hemos de realizar a continuación. Además, mejor es proponerse hacer 5 minutos, que proponerse hacer media hora y hacer 15 minutos. Empezar por poco.
            Postura. Ni tan cómoda que nos durmamos, ni tan incómoda que no nos deje concentrarnos. Preferentemente sentados en una silla (no en la cama, ni en sillón) con la espalda recta y pegados al respaldo. Se pueden poner las manos sobre las rodillas, en actitud de súplica o de intercesión. También puede ser de rodillas o de pie.
            * Entre las muchas divisiones que puede hacerse de la oración, podemos decir que hay tres tipos de oración: de petición, de agradecimiento y de alabanza. En las dos primeras entra el “yo”, “para mí”, “conmigo”. Petición: “YO te pido que cures a MI abuela; que YO apruebe las oposiciones; que YO entienda la fe, que YO”. Agradecimiento: “YO te doy gracias porque ME diste esto o lo otro, o porque diste a MI familia esto o lo otro”. Sin embargo, en la oración de alabanza sólo entra el Señor y nada más que Él. Fijaros en la oración del Santo de la Misa, en el que no entra para nada ni el YO, ni el MI, ni el MIO: “Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.” Sólo está Dios, sólo importa Él. La oración de alabanza es el culmen y la cima de la oración. Por tanto, os insto a practicarla, pero sobre todo os exhorto a que la pidáis al Señor para que os la regale.
            * Y ahora, para terminar esta homilía, voy a daros unas normas prácticas para hacer-recibir una oración cristiana.
            1) Hacemos una invocación al Espíritu Santo, porque es Él quien ora, no noso­tros. A veces esta invocación dura unos minutos, y otras toda la oración. Nos ponemos ante Dios Padre, ante Dios Hijo, ante Dios Espíritu Santo o ante la Virgen María, con los que dialogamos (o ellos con nosotros). Aprovechamos este tiempo para silenciar nuestro ser de los ruidos que traemos de fuera.
            2) Se ora sobre una oración escrita, sobre un salmo, sobre los evangelios, sobre un acontecimiento de mi vida, sobre unas palabras, etc. Por ejemplo, podemos orar sobre la oración en Getsemaní. Leemos el texto, lo recreamos de nuevo en nuestra mente despacio como si nosotros estuviéramos allí con Jesús. Sentimos su soledad de los apóstoles y de Dios, su miedo, su oscuridad, su incertidumbre, su fracaso. Luego recordamos situaciones parecidas nuestras de gran sufrimiento y de soledad, y podemos repetir las palabras de Cristo: “Padre, que me pase de mí este cáliz, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”.
            3) Al terminar, se da gracias a Dios por todo lo que hemos recibido, aunque no seamos conscientes de haber recibido nada. Eso son cosas que no se ven, y muchas veces no se perciben. Otras se ven fuera del tiempo de la oración, otras las ven en nosotros quienes están a nuestro lado, y otras reciben los frutos de nuestra oración otras personas más necesitadas que nosotros mismos.
            4) Al terminar la oración siempre es conveniente hacer un propósito para que dicha oración no sea improductiva. Es bueno que el propósito tenga que ver con el tema de la oración o las luces recibidas en la misma.

Asunción de María a los cielos



15-8-2014                   ASUNCION DE LA VIRGEN MARIA (A)
                                     Ap. 11,19a;12,1.3-6a.10ab; Slm. 44; 1 Co. 15,20-27a; Lc. 1,39-56

Homilía en vídeo. HAY QUE PINCHAR EN EL ENLACE ANTERIOR PARA VER EL VIDEO. Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Cuando María llegó a casa de su prima Isabel, ésta le dijo: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?” Sobre esta frase quisiera articular la homilía de hoy.
- Existen personas que tienen una gran sensibilidad y otras no tanto. Las primeras son personas a las que es muy fácil hacer felices o darles una alegría, pues cualquier pequeño detalle, gesto o palabra de cariño o de atención que se tenga con ellos les aporta una gran alegría. También sucede al contrario: a estas personas con tanta sensibilidad cualquier pequeño detalle, gesto o palabra de menosprecio o de dureza puede herirlas. Recuerdo que en una ocasión me contaba una mujer, a la que le había fallecido su abuelo, con el que estaba muy unida, que su marido no había acudido al funeral de dicho abuelo (tampoco había ido nunca este marido a visitar al abuelo de su mujer cuando estuvo ingresado en el hospital). La razón que dio el marido para no ir al funeral fue que había quedado anteriormente con sus amigos para ir en ese momento de caza.
“Cuenta una historia que un hombre trabajaba en una planta empacadora de carne en Noruega. Un día terminando su horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores para inspeccionar algo; de improviso, se le cerró la puerta con el seguro y se quedó atrapado dentro del refrigerador. Golpeó fuertemente la puerta y empezó a gritar, pero nadie lo escuchaba. La mayoría de los trabajadores se habían ido a sus casas, y era casi imposible escucharlo por el grosor que tenía esa puerta. Llevaba cinco horas en el refrigerador al borde de la muerte. De repente, se abrió la puerta. El guardia de seguridad entró y lo rescató. Después de esto, le preguntaron al guardia a qué se debió que se le ocurriera abrir aquella puerta, si no era parte de su rutina de trabajo. Él lo explicó: ‘Llevo trabajando en esta empresa 35 años; cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero él es el único que me saluda en la mañana y se despide de mí en las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible. Hoy me dijo «hola» a la entrada, pero no escuché «hasta mañana». Yo espero por ese «hola, buenos días», y por ese «ciao o hasta mañana» cada día. Sabiendo que todavía no se había despedido de mí, pensé que debía estar en algún lugar del edificio, por lo que lo busqué y lo encontré”.
¿Qué aprendemos de esta historia? Pues que los detalles de educación, el cariño y la sensibilidad de unos se pueden enseñar a los otros, y que los otros pueden aprender de los unos.
- Pero la sensibilidad no sólo se aprende o se enseña, igualmente se recibe, bien por la predisposición con la que uno puede nacer hacia ella, bien por ser un don y un regalo de Dios. Nos dice el evangelio que acabamos de escuchar que Isabel se llenó de Espíritu Santo y esto le aportó una gran sensibilidad para captar las cosas de Dios. Por ello mismo, Isabel captó entonces que vino a visitarla, no sólo su prima María, sino y sobre todo captó que en el vientre de su prima estaba el Hijo de Dios. Por eso dijo: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”. Además, con la sensibilidad que le dio el Espíritu Santo Isabel igualmente percibió que su prima ya no era simplemente su prima, sino que era además “LA MADRE DE MI SEÑOR”.
- En estos días de atrás, mientras celebrábamos la novena de la Virgen del Carmen en Tapia de Casariego y sobre todo en la Misa del día del Carmen y la posterior procesión, creo que todos, casi todos o muchos fuimos capaces de captar cómo nos visitaba la Madre de nuestro Señor Jesucristo. Sí, ésta es una verdad de fe y de experiencia religiosa:
Si nos visita la Madre, nos visita el Hijo. Si nos visita el Hijo, nos visita la Madre.
Quien ama al Hijo, ama a la Madre. Quien ama a la Madre, ama al Hijo.
No pueden estar el Uno sin la Otra, ni la Una sin el Otro.
La Virgen María visitó a Isabel, pero también nos visita a todos nosotros. Pidamos a Dios que nos dé la sensibilidad del Espíritu Santo, como lo hizo en su día con Isabel, para que también nosotros captemos la presencia en nuestras vidas de María y de su Hijo. Cuando eso sucede, enseguida nos damos cuenta porque aumenta en nosotros la emoción, crece la fe, la alegría, la fuerza, la paz y el amor a Dios, a su Madre y hacia el resto de los hombres. Y quienes han perdido la fe, cuando les visita en su corazón Jesús y su Madre, esa fe florece de nuevo en su interior.

¡Señor, danos la sensibilidad del Espíritu Santo para que sepamos captar tus palabras y gestos para con nosotros y para con los demás!
¡Señor, que podamos captar cómo, en tantas ocasiones de la vida, nos visitan en nuestras casas y en nuestros espíritus tu Hijo Jesús y tu Madre María!
¡Señor, que nosotros también visitemos, como lo hicieron, lo hacen y lo seguirán haciendo Jesús y su Madre, los espíritus cansados, heridos y solitarios de tantas personas que nos necesitan!