Epifanía del Señor (A)

6-1-2011 EPIFANIA (A)

Is. 60, 1-6; Slm. 71; Ef. 3, 2-3a.5-6; Mt. 2, 1-12



Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

Celebramos hoy la fiesta de la Epifanía (que significa manifestación) del Señor, más conocida popularmente como la fiesta de los Reyes Magos. Unos Magos del Oriente, se cree que del actual Iraq o Irán, vinieron para adorar al Rey de los Judíos, a Jesús. Nos dice el evangelio que, cuando llegaron ante el portal de Belén, le ofrecieron sus regalos: oro, incienso y mirra. De este acontecimiento viene la costumbre en España de hacer o intercambiar regalos por esta fecha del 6 de enero.

Hay distintas clases de regalos: regalos para los niños y para su diversión y ocio; regalos de compromiso y, a veces, ¡qué difícil es dar con el regalo adecuado para una persona y para una ocasión determinada!; regalos útiles para la persona que los recibe; regalos de mucho valor material; regalos de mucho valor sentimental… Esta homilía va de regalos.

- Veamos ahora los regalos de los Magos al Niño Jesús:

Oro. ¿Por qué oro? El oro fue siempre un metal precioso y de mucho valor para los hombres. Lo llevaba la gente rica y los reyes. Jesús no era rico, había nacido en un establo entre pajas, pero era rey, y como tal le regalaron oro. Muchos hombres siempre han querido ofrecer lo mejor que tenían para Dios. ¿No veis los edificios, como esta catedral de Oviedo o este retablo, que se han construido para Dios? ¿No veis lo que se gastan algunas cofradías en mantos a la Virgen, en coronas para la Virgen, en flores, en restaurar los pasos de Semana Santa para mostrarlo sólo unas horas al año? Me consta que algunos sacerdotes en Andalucía han querido que no se gastaran esas cantidades ingentes de dinero en todo lo que acabo de decir, sino que se diera a los necesitados, pero los cofrades se enfadaban, porque querían dar “eso” para sus devociones.

Incienso. El incienso se utilizaba entonces en las ceremonias religiosas y pretende elevar el humo aromatizado ante Dios. Por eso, los Magos, aunque no lo supieran de un modo muy claro, estaban ofreciendo incienso al Niño Jesús…, como Dios que era. También ahora en las ceremonias más solemnes se quema incienso y se rocía del mismo al altar en donde se va a consagrar el pan y el vino, que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Se rocía de incienso el mismo pan y vino. Se rocía de incienso el ambón y la Palabra de Dios que va a ser proclamada. Se rocía con incienso al sacerdote u obispo que presiden la Misa, a los sacerdotes que concelebran, a los fieles que celebran la Misa, y al cadáver de cristiano fallecido, pues ellos van a realizar funciones sagradas y en ellos está presente Dios por la creación (a su imagen y semejanza) y por el Bautismo (hijos adoptivos de Dios, hermanos de Cristo y templos del Espíritu Santo). El incienso es para Dios y para elevarnos a Dios.

Mirra. Cuando un hombre o una mujer mueren, rápidamente su cadáver se descompone y huele mal. ¿No habéis pasado alguna vez por el campo o en la ciudad al lado de un cadáver de un gato, de un perro o de otro animal? Salen de él las moscas y huele muy mal. Pues bien, eso también pasa en los hombres que mueren. A veces, como se tardaba un tiempo en enterrarlos, y por Israel y el Oriente hacía mucho calor, lo que se producía era una descomposición del cadáver más rápida, y por ello se utilizaba la técnica de embalsamamiento. Y uno de los elementos usados en ésta era la mirra. Cuando murió Lázaro, el amigo de Jesús, y éste quería verlo, le dijeron las hermanas: "Señor, tiene que oler muy mal, porque ya hace cuatro días que murió" (Jn 11, 39b). A Jesús, cuando murió, quisieron embalsamarlo (Lc. 23, 56 - 24, 1). Por lo tanto, ofrecer mirra a Jesús como regalo por parte de los Magos significaba que Él era hombre como nosotros, y, por lo tanto, iba a morir igual que mueren todos los hombres.

- Hasta aquí hemos hablado de los regalos que los Magos ofrecieron a Jesús. Pero veamos también algunos de los regalos que Dios nos hizo a los hombres con el nacimiento de Jesús:

Luz. Isaías, en la primera lectura, profetiza en este sentido: "¡Levántate Jerusalén, que llega tu luz! Mira: las tinieblas cubren la tierra, las oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz". Jesús viene presentado como Luz en medio de las tinieblas que rodean al mundo. Por ejemplo, los Magos fueron guiados hasta Belén por un estrella, que desapareció en cuanto se mostró el lugar donde se encontraba el Niño Jesús. Desapareció porque todas las estrellas desaparecen cuando llega el sol y éste trae el día. Así, el Sol-Jesús hizo desaparecer la Estrella del Oriente. Por eso, vemos cómo Cristo Jesús es Luz para todos noso­tros. Para todo el que cree en Él, Jesús es Luz en medio de las oscuridades y dudas de esta vida. El que no cree en Jesús camina en la oscuridad; en la oscuridad, porque no ve más que lo que toca, que lo que palpa; en la oscuridad de su propio egoísmo y pecado. Hace unos días se quejaba una madre de familia de que no tenía trabajo fuera de casa. Yo le dije que, de parte de Dios, le daría un trabajo al lado de casa, con una paga 2.400 € mensuales, con 8 horas de trabajo por las mañanas, con fines de semana libres, con un mes de vacaciones, con 14 pagas anuales, pero… con dos condiciones: (1) le quitaría la fe que tenía en Dios, (2) le quitaría a su marido y a sus hijos. Me dijo que no, que se quedaba como estaba. No le quise decir que el trabajo fuera de casa que pretendía fuera malo, pero sí quise que se diera cuenta que tenía en su poder lo mejor de este mundo y su queja continua le impedía disfrutar de lo bueno que Dios le había dado. Dios le dio luz para ver esto.

Fe. Éste es uno de los regalos de Dios que yo más aprecio. ¿Qué sería de mí sin fe? ¿Qué sería de mí sin la esperanza de verlo y de abrazarlo plenamente un día y para toda la eternidad? ¿Qué sería de mí sin la certeza de su inmenso amor? Tengo un amigo periodista y el pasado mes de junio me escribió a propósito de un funeral por un asesinado lo siguiente: “Te comento una experiencia intensa que tuve el pasado viernes, 18 de junio. Me tocó hacer la información del funeral de uno de los dos chicos que mataron a tiros en N. Fue un funeral religioso, aunque su familia se encontraba más bien lejos de la Iglesia. De hecho, éramos una minoría los que sabíamos responder al sacerdote. Hubo dos cosas que me impresionaron en una Iglesia que estaba llena con gente que trabaja en puticlubs y esos ambientes. Por una parte, el respeto a la muerte y al propio lugar sagrado. Además, noté en ellos ese frío que en su momento yo noté en el funeral de mi tía N, el frío de las personas que se encuentran al margen de la Fe, el frío de la vida sin esperanza. Fue una impresión pero muy honda”. Sólo hay una cosa en el mundo más grande –para mí- que la fe en Dios y es… Dios mismo.

Alegría. Dice la primera lectura: “Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará.” También el evangelio nos dice que los Magos “se llenaron de inmensa alegría.” Recuerdo al padre de una señora de color de Cabo Verde (esta señora vive en Lugones) cuando vino a España a ver a su hija y después de unos días, al marchar, dijo: ‘Aquí en Europa, en España, tenéis de todo, pero no sois felices; no estáis alegres’. Si yo me lleno de cosas, entonces sale Dios de mí. Si yo me vacío de cosas en mi interior, entonces ese vacío lo puede ocupar Dios, el Dios de mi alegría.

- Esta última parte de la homilía es para que la rellenemos nosotros: ¿Qué regalos estoy dispuesto a hacer a Dios y a los demás en este año que empieza? ¿Serán regalos de compromiso…; regalos útiles…; regalos de mucho valor material…; regalos de mucho valor sentimental…; regalos de mi tiempo…; regalos de lo que me sobra…?