Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario (A)



16-11-14                   DOMINGO XXXIII TIEMPO ORDINARIO (A)
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Queridos hermanos:
            Hoy hemos escuchado la parábola de los talentos. Vamos a fijarnos en algunas claves que nos ayuden a interpretar este evangelio. 
 - Primera clave: El talento es un regalo de Dios. El talento se refiere a las aptitudes y capacidades que tiene el ser humano para relacionarse con los demás, para realizar tareas en su vida ordinaria, para enfrentarse a los problemas y a las alegrías de la vida. Veamos algunos de los talentos que Dios nos puede haber entregado:

*Cómo situarse ante la vida y ante nuestra existencia. (Dos casos: a) Me han dicho que ha muerto una amiga mía, se suicidó. Tenía marido, hijos, salud física, dos piernas para moverse, era alegre, solidaria, abierta, pero tenía un gran sufrimiento y, no pudiendo soportarlo, se suicidó. b) Pablo es un chico paralítico cerebral, está atado a una silla de ruedas. Lo conocí hace ya unos años. Iba con el padre a Misa a la Catedral. Pablo no puede moverse por sí mismo, pero es feliz y se siente amado por su familia. Pablo es sin duda más feliz que muchos de nosotros, que tenemos todo lo necesario para ser felices y no necesitamos de una silla de ruedas para movernos); *tener cuidado de la creación; *las ganas y la pasión para construir en la sociedad la fraternidad y la justicia; *la inteligencia; *luchar por adquirir la educación y la cultura, y comunicarla a los demás; *el cuidado del ambiente familiar; *el cuidado de la salud psíquica y física de los demás con el cariño, la ternura, la comprensión, la escucha…; *las ganas y la pasión para construir el Reino de Dios; *la sensibilidad para las cosas de Dios; *las capacidades para relacionarse con distintos grupos de personas: niños, ancianos, enfermos, transeúntes, gentes necesitadas de las mínimas cosas materiales; *etc.
Todos estos dones y talentos no son para nuestro uso privado y exclusivo, sino para ponerlos al servicio de los demás; más que propietarios, somos administradores de los mismos. Por lo tanto, hemos de usarlos y disfrutarlos como Dios quiere. Vamos a ver un ejemplo concreto: En estos días me acabo de enterar que dos chicas en Oviedo, al ver las necesidades de tantas familias y las estrecheces por las que está pasando tanta gente, se han dicho que tienen que hacer algo. Y se les ocurrió lo siguiente: van a dar desayunos a los niños antes de que entren al colegio. Así esos niños estarán en clase con el estómago lleno y con algo caliente en el cuerpo. ¿Qué dones y talentos tienen estas dos chicas? 1) Ternura y compasión hacia los niños. 2) Empatía y solidaridad con esos padres que no pueden dar el desayuno a sus hijos. 3) Una capacidad para ver realidades y necesidades concretas a su alrededor, y no sólo en África. 4) No encerrarse en su egoísmo, en su comodidad, en 'eso no es mi problema'. 5) Poner sus bienes materiales al servicio de otros. 6) Poner su tiempo al servicio de otros. 7) No buscar agradecimientos ni medallas. Dan gratis sin buscar reconocimientos.
            - Segunda clave: ¿Quién es el dador de los talentos? “Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes […] Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos”. En la mente de Jesús, Dios es el dueño de los bienes (talentos) y quien los distribuye entre los hombres. Los distribuye como quiere y a quien quiere, pero todos los hombres tenemos esos talentos.
No importa si otros tienen más talentos que nosotros o si los talentos de los otros son mejores que los nuestros. Quien ama de verdad y quien se fía de verdad de Dios, no siente envidia por los talentos de los otros. Lo que importa es que todos esos bienes Dios nos los ha entregado para bien de toda la Iglesia y de toda la humanidad. “Cuentan que, a media noche, hubo en la carpintería una extraña asamblea. Las herramientas se habían reunido para arreglar las diferencias que no las dejaban trabajar. El Martillo pretendió ejercer la presidencia de la reunión, pero enseguida la asamblea le notificó que tenía que renunciar: -No puedes presidir, Martillo –le dijo el portavoz de la asamblea-. Haces demasiado ruido y te pasas todo el tiempo golpeando. El Martillo aceptó su culpa, pero propuso: -Si yo no presido, pido también que sea expulsado el Tornillo, puesto que siempre hay que darle muchas vueltas para que sirva para algo. El Tornillo dijo que aceptaba su expulsión, pero propuso una condición: -Si yo me voy, expulsad también a la Lija, puesto que es muy áspera en su trato y siempre tiene fricciones con los demás. La Lija dijo que no se iría, a no ser que fuera expulsado el Metro. Afirmó: -El Metro se pasa todo el tiempo midiendo a los demás según su propia medida, como si él fuera el único perfecto. Estando la reunión en tan delicado momento, apareció inesperadamente el Carpintero, que se puso su delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Trabajó la madera hasta acabar un mueble. Al terminar su trabajo, se fue. Cuando la carpintería volvió a quedar a solas, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando el Serrucho, que aún no había tomado la palabra, habló: -Señores, ha quedado demostrado que todos tenemos defectos, pero el Carpintero trabaja con nuestras cualidades; son ellas las que nos hacen valiosos. Así que propongo que no nos centremos tanto en nuestros puntos débiles, sino en la utilidad de nuestros puntos fuertes. La asamblea valoró entonces que el Martillo era fuerte; el Tornillo unía y daba fuerza; la Lija era especial para afinar y limar asperezas; y observaron que el Metro era preciso y exacto. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos”.
- Finalmente, otra de las claves de esta parábola es que Dios nos pide que nos examinemos para descubrir los talentos que Él nos ha dado y nos pide que no los enterremos, sino que los pongamos a disposición de los demás. Si todos hacemos lo mismo y unimos nuestras cualidades, podremos hacer una parroquia mejor, un pueblo mejor, una familia mejor, un vecindario mejor, una Iglesia mejor y un mundo mejor.