Domingo de la Santísima Trinidad (A)

18-5-08 SANTISIMA TRINIDAD (A)
Ex. 34, 4b-6.8-9; Slm. (Dan. 3, 52-56); 2 Co. 13, 11-13; Jn. 3, 16-18


Queridos hermanos:
En el día de hoy celebramos la festividad de la Santísima Trinidad. Asimismo hoy la Iglesia ora y tiene muy presentes a los fieles consagrados a la vida contemplativa: a los monjes y a las monjas. Ya el año pasado hice esta homilía sobre la base de un escrito de una monja. Nuevamente esta monja, contempladora permanente del Dios amoroso y eterno, me escribió para que pudiera predicarlo en este día. Leamos:
“MI VOCACIÓN CONTEMPLATIVA
Pasada una semana después de mi nacimiento mis padres me llevaron a bautizar. Sé que, desde entonces, además de los brazos de mis padres, he tenido los brazos de la fe y del amor de nuestra Madre, la Iglesia. Y, aunque no era muy consciente de ello, mi vida transcurría, se alimentaba y crecía no sólo en mi familia humana sino también en el Hogar de la Iglesia.
Hacia los 16 años se despertó en mí como “un uso de razón espiritual”, es decir, a mi corazón le fue dado ver este inmenso Hogar: me di cuenta que éramos muchos hermanos, muchos hijos de la Iglesia y que, nuestra Madre-Iglesia, necesitaba y me pedía que yo le echase una mano con su familia.
Así es como mi vocación contemplativa, desde sus primeros momentos, está entrañablemente unida a la Iglesia. Cuando yo escuchaba poderosa y dulcemente que el Señor Crucificado me llamaba a estar con Él en el silencio y la oración, al mismo tiempo Él ponía ante mí y me mostraba el gran Hogar de la Iglesia y las heridas ¡tantas heridas! de la humanidad: las lágrimas y los sufrimientos de los hombres, mis hermanos, sus tragedias, fracasos, soledades y desesperanzas.
Comprendí, entonces, que el Señor y la Iglesia querían que me quedase para siempre en Casa, muy dentro, en el Hogar. Ése era el lugar que ellos habían escogido para mí. No necesitaba ir de una parte a otra anunciando el Evangelio; no era necesario ir a otro país a la misión o multiplicarme en actividades de caridad. Ni siquiera era necesario que los hermanos supieran de mí. Mi lugar estaba de puertas a dentro: para que no se apagase el calor del Hogar, su acogida, su belleza, su hospitalidad, su amor. Y ésta es mi vocación en la Iglesia:
· Mantener la luz del Hogar, con una fe viva; poniendo mi vida y la de todos mis hermanos en las Manos del Padre; siendo yo una ofrenda con Jesús en favor de todos; suplicando el Espíritu Santo, el único que renueva nuestra vida y la faz de la tierra.
· Mantener abierta la esperanza, como se mantiene la puerta entreabierta para que los hijos, en cualquier momento, puedan entrar. Si abandonan el hogar, aguardarles con mi oración y plegarias. Tender la mano a los que vacilan, confortar a los que sufren. Orar con esperanza y por la esperanza del mundo.
· Mantener el calor del hogar con el amor ardiente y puro a Jesús, mi Señor y Esposo. Un amor encendido, único y sobre todas las cosas, pero un amor que se extiende a toda la humanidad y sostiene y nutre nuestra gran familia.
Nuestra Madre la Iglesia, no sólo me ha abierto el Misterio de su corazón: Esposa de Cristo y Madre nuestra, sino que me ha dado parte de él, en vuestro favor.
Así mi vocación, con la de otras hermanas y hermanos contemplativos, es como una estrella en la noche de la humanidad. Diminuta en el inmenso firmamento, pero que regala su luz sin pedir nada a cambio. Somos como un goteo constante en el alma de la humanidad y de cada persona para que no se apague la vida, para que no se seque del todo ni para siempre su raíz, sino que sigan brotando, creciendo y dando frutos la esperanza, el gozo y el amor de Dios, nuestro Señor.
En este día, en que la Iglesia os pide que volváis vuestra mirada hacia nosotros, los contemplativos, os digo: Ved cómo Ella, la Iglesia, también a vosotros os necesita. Todos hemos de echar una mano en la familia, responder a sus llamadas, ocupar nuestro lugar, ahora que estamos en Sínodo Diocesano y caminamos a la sombra del gran Jubileo de la Cruz. Contáis con la estrella y el goteo de nuestra oración que os acompaña.
Moisés subía, con frecuencia, al Monte Sinaí a orar. Un día, como nos narra la 1ª lectura, Dios le descubrió su Corazón: un Corazón compasivo y misericordioso. Moisés, tocado por este amor entrañable de su Dios, se sintió movido a hacer tres súplicas en favor de su pueblo:
- Acompáñanos, Señor, en nuestro camino. No nos dejes solos.
- Perdónanos, Señor, somos pecadores.
- Recíbenos, Señor, como tuyos. Haznos ser tu pueblo y tu heredad.
Este Corazón compasivo y misericordioso de Dios que Moisés vislumbra en su oración y que le llena de piedad y paciencia, nosotros lo vamos a contemplar y recibir en Jesús, el Hijo Amado del Padre:
Tanto amó el Padre al mundo que nos ha dado a su Hijo Único.
Tanto amaron el Padre y el Hijo al mundo que nos han dado el Espíritu Santo.
Tanto amó el Espíritu Santo al mundo que ha suscitado, en la Iglesia, personas que, tocadas como Moisés del Amor misericordioso de Dios, están constantemente en el Monte de la oración y hacen súplicas por el mundo y por todos los hombres.
Hoy, día de la Stma. Trinidad, es un día en que recordamos y oramos por estos hermanos y hermanas nuestros que, en la vida contemplativa, hacen de su vida un canto de bendición al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo –como leíamos (cantábamos) en el salmo– y oran al Señor por toda la humanidad.”

Espero que os hayan gustado las palabras de esta monja, y sobre todo espero que os hayan ayudado y conmovido el corazón, el alma y la fe.

Domingo de Pentecostés (A)

11-5-08 DOMINGO DE PENTECOSTES (A)
Hch. 2, 1-11; Slm. 103; 1 Co. 12, 3b-7; Jn. 20, 19-23

En este domingo no "colgaré" la homilía de Pentecostés, puesto que estaré fuera de Oviedo impartiendo una tanda de ejercicios espirituales y parte de una novena a la Virgen de Fátima. Nos encontraremos de nuevo el domingo de la Santísima Trinidad.

Domingo de la Ascensión del Señor (A)

4-5-08 DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (A)

Hch. 1, 1-11; Slm. 46; Ef. 1, 17-23; Mt. 28, 16-20




Queridos hermanos:

En el día de hoy confluyen dos acontecimientos en los que hemos de pararnos:
Primero.- Hoy se celebra la festividad de la Ascensión de Jesús a los cielos. Así se nos narra en la lectura de los Hechos de los Apóstoles. Pienso que el dogma de la Ascensión de Jesús a los cielos es la historia de un amor. Jesús se va a los cielos, pero no nos deja solos y nos prepara el camino para vosotros. Para explicar esto un poco más voy a utilizar un cuento, que quizás ya conozcáis:
“Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había muerto y prosiguió su camino con sus dos animales... La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos. En una curva del camino vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro. El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él el siguiente diálogo: -Buenos días. - Buenos días, respondió el guardián. - ¿Cómo se llama este lugar tan bonito? - Esto es el Cielo. - ¡Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos! - Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente. - Pero mi caballo y mi perro también tienen sed… - Lo siento mucho, dijo el guardián, pero aquí no se permite la entrada a los animales. El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante. Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puertecita vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía. - Buenos días, dijo el caminante. El hombre respondió con un gesto de la cabeza. - Tenemos mucha sed, yo, mi caballo y mi perro. - Hay una fuente entre aquellas rocas -dijo el hombre, indicando el lugar-. Podéis beber tanta agua como queráis. El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed. El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre. - Podéis volver siempre que queráis, le respondió éste. - A propósito ¿Cómo se llama este lugar?, preguntó el hombre. - EL CIELO. - ¿El Cielo? - Sí. - ¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo! - Aquello no era el Cielo, era el Infierno, contestó el guardián. El caminante quedó perplejo. - ¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe provocar grandes confusiones!, advirtió el hombre. - ¡De ninguna manera! En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos...”
Jesús no nos abandona nunca. El calma su sed, cuando nosotros sus amigos también podemos calmar junto con El nuestra sed. El entra en el cielo, pero sólo cuando nosotros podemos entrar también con El en el cielo. Además, no se conforma con tener sólo dos amigos, no se conforma con el hecho de que unos pocos lo acompañen en el cielo. Quiere que haya más gente…, muchísima más gente en el cielo; por eso, en el evangelio de hoy nos encarga a nosotros, sus amigos que le busquemos nuevos amigos:
“Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
Los dogmas católicos no son verdades frías y alejadas de nuestra realidad y de nuestras necesidades. Cuando alguna vez os pregunten qué significa el dogma de la Ascensión de Jesús a los cielos, ya sabéis lo que tenéis que contestar: Es la historia de un amor y de una amistad.
Segundo.- Hoy en Asturias y en toda España subraya la Iglesia la necesidad de que los católicos sostengamos económicamente a la misma. (A algunos les puede molestar este tema, pero creo que es conveniente que los católicos seamos “adultos” y sepamos de esto… para estar informados, y para contestar ante preguntas que se nos hagan, o ante afirmaciones superficiales y poco fundadas en la verdad de la TV, periódicos o gente en la calle. Por supuesto, la realidad que yo voy a exponer ahora es mucho más compleja y me limitaré a dar unas pinceladas). Una de las formas en que se nos pide ayuda económica es la de poner la X en la casilla de nuestra declaración de la renta a favor de la Iglesia Católica. Esto no supondrá para nosotros pagar más impuestos, sino que, de lo que se nos haya retenido durante el año 2007, el Estado español cogerá un 0,7 % y será dado a la Iglesia. Para información vuestra os diré que el dinero recaudado por este sistema supone el 25 % de las necesidades de la Iglesia Católica. El otro 75 % se consigue en base a donativos, colectas, aranceles por la celebración de los sacramentos, cuotas mensuales o anuales de los fieles y otros recursos.
Hasta el año pasado, al poner la X en la declaración de la renta, se entregaba a la Iglesia un 0,52 %. Ahora se ha subido al 0,7 %. Asimismo, hasta el año pasado el Estado español entregaba además otra cantidad a la Iglesia. Con el nuevo sistema que se inaugura este año se llegó al acuerdo siguiente: que el Estado no pasará a la Iglesia más que lo que los mismos ciudadanos hayan decidido con su X. Si sale más, pues muy bien. Y si sale menos, pues con eso sólo contaremos. A partir de ahora ya nadie podrá decir que el Estado español financia o privilegia a la Iglesia Católica, sino que el Estado es un simple recaudador que con una mano recoge este 0,7 % y con la otra mano se lo entrega a la Conferencia Episcopal. Somos nosotros quienes hemos sostener a nuestra Iglesia.
Como os he dicho más arriba, otro de los medios para financiar la Iglesia es la colecta, sobre todo la que se hace en los templos con ocasión de la celebración de las Misas. Hoy es uno de estos días. El dinero recaudado en las colectas de todas las Misas que se celebren hoy en Asturias será remitido al Obispado para que aquí se distribuya según las necesidades de toda la diócesis.
¿En qué se gasta el dinero
la Iglesia? 1) En el pago a los sacerdotes a fin de que puedan sostenerse suficientemente. En Asturias tenemos un salario en torno a los 900 € mensuales. Hagamos lo que hagamos, estemos en el puesto que estemos se desea que todos los sacerdotes cobremos más o menos lo mismo. 2) En la construcción y en el mantenimiento de los templos, de locales parroquiales y de otros lugares que son necesarios para desarrollar la tarea pastoral de la Iglesia. 3) En las tareas apostólicas como catequesis, libros y folletos, reuniones y clases de formación, retiros espirituales, misiones en los países del tercer mundo, etc. 4) En atender a las personas más necesitadas a través de Caritas y otras organizaciones: atención a drogadictos, alcohólicos, gente sin techo, pobreza material, reclusos, ancianos, niños, etc.
En el año 2005 se hicieron los siguientes cálculos (yo lo copio tal y como me llegó): 1) En España la Iglesia tiene y pone a disposición de la gente 5.141 centros de enseñanza, los cuales ahorran al Estado 3 millones de euros por centro al año. Se atiende a 990.774 alumnos. 2) La Iglesia tiene 107 hospitales, que ahorran al Estado 50 millones de euros por hospital al año. 3) 1.004 centros; entre ambulatorios, dispensarios, asilos, centros de minusválidos, de transeúntes y de enfermos terminales de SIDA, que ahorran al Estado 4 millones de euros por centro al año. En estos hospitales hay 51.312 camas. 4) Gasto de Caritas al año: 155 millones de euros, salidos del bolsillo de los católicos españoles. 5) Gasto de Manos Unidas: 43 millones de euros, salidos del mismo bolsillo, y se trata de una cantidad 10 veces mayor que el 0,2% que se estaba destinado por el Estado español para países del tercer mundo. 6) Gasto de las Obras Misionales Pontificias (Domund): 21 millones de euros; 5 veces mayor que el ya mencionado 0,2 %; esto también salió del bolsillo de los católicos españoles. 7) 365 Centros de reeducación social para personas marginadas tales como ex-prostitutas, ex-presidiarios y ex-toxicómanos. Fueron atendidas en un año 53.140 personas. Y ahorran al Estado, medio millón de euros por centro. 8) 937 orfanatos; se atienden a 10.835 niños abandonados, y ahorran al Estado 100.000 euros por centro. 9) El 80 % del gasto de conservación y mantenimiento del Patrimonio histórico-artístico eclesiástico.
El prestigioso economista José Barea estima que
la Iglesia Católica con su labor ahorra al Estado español unos 31.189 millones de euros al año.

Domingo VI de Pascua (A)

27-4-08 DOMINGO VI DE PASCUA (A)

Hch. 8, 5-8.14-17; Slm. 65; 1 Pe. 3, 15-18; Jn. 14, 15-21




Queridos hermanos:
- Si estáis atentos en estos días de Pascua y escucháis las lecturas que se hacen en la Misa, veréis que se resume todo en esto: 1) Jesús fue ajusticiado en la cruz; 2) Dios Padre lo ha resucitado y devuelto a la VIDA; y 3) los hombres y mujeres que han tenido la suerte de ver a Jesús resucitado, enseguida se vuelcan por todas partes para dar testimonio de ello, pues no quieren quedarse ellos solos con esta gran noticia, sino que la quieren compartir con los demás. Así, en la primera lectura de hoy se nos dice que
Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo. El gentío escuchaba con aprobación lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría.
También en estos días de Pascua un grupo de cristianos, los pertenecientes al Camino Neocatecumenal (Kikos), están saliendo por Oviedo para predicar simplemente que Cristo vive y que Cristo nos ama. ¿A ver quién de nosotros se atrevería a ir por las calles, por las casas (como los Testigos de Jehová) e ir predicando a Jesucristo VIVO y RESUCITADO? ¿A ver quién de nosotros se atreve a proclamar esto en nuestras propias casas, ante nuestros amigos y compañeros de trabajo o de estudio? Hay muchas clases de experiencias de lo que sucede en estos casos. Esta semana recibía un correo electrónico en el que me narraban la experiencia de una tarde de predicación. Dos personas fueron a la Residencia Sanitaria de Oviedo y sucedió esto:
Ayer salí de misión, fuimos a la Residencia para hablar con los enfermos. Te diré que me vine muy incómoda, mal a gusto y triste. Nunca me había sucedido antes, pues siempre que salí, pasara lo que pasara, yo regresaba con una gran alegría interior. No fue así ayer. Bien es verdad que no fue una experiencia agradable, ya que poca gente se mostraba interesada en el tema. Acaso esto podría parecer una humillación, pero esto, de verdad, creo que no me importó. Sí en cambio que me hizo daño y me dolió el palpar el gran rechazo que hay hacia Jesucristo. Parece que este nombre…, es cómo si les hablaras de un enemigo. A mi me da mucha pena ver a personas enfermas, con problemas serios, y que, ni aún en esa situación, no necesiten algo más y manifiesten este rechazo. ¡Andrés, que pena!, qué puede esperar esta gente y los que están con ellos, que en algún caso nos invitaron a irnos, porque en su opinión el paciente necesitaba descansar. Luego te queda la duda ó la seguridad de que no has sido un buen heraldo, y no has tenido el empuje suficiente para mostrarles el amor de Dios. Esto me ha servido para ver mi poca fe, ya que iba muy nerviosa, sin ninguna gana y sin saber cómo entrar mejor, pero lo más importante es que he conocido a personas que están sufriendo y necesitan ayuda, aunque ellos no sean conscientes; por eso, ya que ellos no quisieron que les hablásemos de Dios, yo le he hablado a Dios mucho de ellos. Y espero que me haya escuchado.
Andrés, estoy ya tan acostumbrada a moverme en un círculo, que más ó menos piensa como yo, que me asusta y mucho el comprobar la tremenda increencia que existe; además, es curioso, parecen peores los mayores, los que han crecido en un ambiente cristiano, y eso me parece aún más triste. Pues los que mejor nos ‘escucharon’ fueron dos chicos de cuarenta y tantos años. Y fue el padre de uno de ellos, el que nos invitó a marchar. ¡Que triste me parece todo esto!, y repito: no es por lo que piensen de mi; es por el rechazo a Jesucristo.”

- Este testimonio es muy duro, pero refleja perfectamente la realidad que se está viviendo en Asturias, en España, en Europa y en el mundo occidental: hay un rechazo explícito a Dios, a Jesucristo y, mucho más a todo lo que suene y huela a Iglesia (esto mismo sucede incluso entre los propios bautizados, ¿no es cierto?). Pero, ¿de qué nos extrañamos si esto mismo ya nos fue anunciado por Jesús el día antes de ser crucificado, según nos narra el evangelio de S. Juan, que hoy leemos? “El mundo no puede recibirlo (al Espíritu) porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros.” Esta es la terrible realidad: para unos está clarísima la existencia de Dios, el perdón de Cristo, la necesidad de la Iglesia, pero para otros todo esto son quimeras, inventos del pasado y engaños. Estos últimos no pueden recibir el Espíritu de Dios, porque ni lo ven ni lo conocen.
En esta situación, ¿qué hemos de hacer, qué nos pide Cristo que hagamos? Se nos dice a través de la 2ª lectura de hoy: Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia.” Cristo Jesús nunca impone su presencia, su perdón y su divinidad. El la ofrece, la regala, la presenta y los hombres, cada hombre en particular decide si la acoge o no, si la acepta o no. Así lo hizo Jesús a la Samaritana, que lo aceptó. Así Jesús con Mateo, que lo aceptó. Así hizo Jesús con Nicodemo, con el centurión romano, con Pedro, con los Magos de Oriente y con tanta y tanta gente, que lo aceptaron. Pero del mismo modo lo hizo Jesús con el joven rico, que lo rechazó. Así lo hizo Jesús con Judas, que lo rechazó. Así lo hizo Jesús con lo gerasenos (los dueños de los cerdos que se tiraron por el acantilado), con los fariseos, con los saduceos, con los de aquel pueblo que no acogieron a Jesús ni a sus discípulos, y Juan y Santiago querían enviarles rayos del cielo, con el rey Herodes…, que lo rechazaron.
También nosotros debemos proponer, ofrecer la verdad salvadora y que da paz, perdón y felicidad a los hombres. Debemos explicar en lo que creemos, lo que vivimos, lo que amamos, lo que esperamos… sabiendo que unos lo aceptarán, otros lo rechazarán, y otros lo ignorarán. Cristo Jesús nos pide a nosotros sembrar. A Dios le corresponde que la semilla prenda, germine, crezca, dé fruto y sea cosechada. ¿Qué sabemos nosotros de lo que fue y será de la semilla plantada por esta persona del Camino Neocatecumenal mediante su predicación, luego mediante su oración y finalmente con su sufrimiento por la cerrazón de los hombres ante el Salvador del mundo?

Domingo V de Pascua (A)

20-4-08 DOMINGO V DE PASCUA (A)

Hch. 6, 1-7; Slm. 32; 1 Pe. 2, 4-9; Jn. 14, 1-12




Queridos hermanos:
El otro domingo examinábamos aquellos derechos y deberes que los fieles, por el hecho de haber sido bautizados, tienen en la Iglesia Católica. Hoy volvemos sobre el mismo tema y seguimos conociendo más…:
- Todos los fieles tienen el derecho de recibir los bienes espirituales de la Iglesia, especialmente los sacramentos y la Palabra de Dios, o a los fieles los sacramentos de Dios y nunca los nuestros, s propietarios de dicha gracia. (LG. 37) y, por lo tanto, los pastores tenemos la grave obligación de entregárselos. Hace un tiempo estuvo en Oviedo un sacerdote peruano, que había venido a aprender cómo se llevaban los tribunales eclesiásticos. Me contó que, estando tiempo atrás en una parroquia de Estados Unidos, habiendo celebrado una Misa en dicha parroquia y habiendo predicado en ella, fueron a la sacristía un grupo de fieles al terminar la Misa y le preguntaron que de dónde había sacado las ideas que había dicho en la homilía. El contestó que del libro de un teólogo que había estado leyendo la semana anterior. A esto le replicaron los fieles que, por favor, otro día no hablase en la Misa de las ideas de ese teólogo o de otro, ni siquiera de sus propias ideas. La gente que iba a la Misa quería escuchar la Palabra de Dios y no ideas u ocurrencias de los hombres, aunque fuesen hombres eclesiásticos. También le dijeron que, si alguna vez querían escuchar esas ideas de teólogos, ya le pedirían que les diera una charla, pero fuera de la Misa. ¿Por qué narro este caso? Pues porque entiendo que nosotros, los que tenemos el sacerdocio ministerial, estamos al servicio de los fieles y sólo somos administradores de la Palabra de Dios, pero nunca somos propietarios de dicha Palabra. Por lo tanto, debemos comunicar a los fieles la Palabra de Dios y no “la nuestra”. A veces existe la costumbre de sustituir en las liturgias la Palabra de Dios por poesías o trozos de escritos humanos. Estos podrán estar presentes en la liturgia, pero nunca podrán ni deberán sustituir a la Palabra de Dios. Del mismo modo se ha de afirmar que los ministros sagrados somos administradores de la gracia sacramental, pero nunca propietarios de dicha gracia. Así, debemos entregar a los fieles la gracia de Dios a través de los sacramentos, lo cual no significa que los pastores demos a los fieles todos los sacramentos sin necesidad de una preparación o disposición adecuada. NO. Se trata de un derecho de los fieles, pero no es un derecho absoluto, sino que este derecho está regulado por el Señor y por la experiencia de tantos siglos de la Iglesia. Habría que seguir matizando más cosas sobre este derecho de los fieles, pero creo que la idea central del mismo está clara., o a los fieles los sacramentos de Dios y nunca los nuestros, s propietarios de dicha gracia.
- Todos los fieles tienen el derecho a elegir libremente su estado de vida (GS 29). El viernes por la mañana me llamó un sacerdote de Gijón para preguntarme cómo debía de hacer ante una mujer que le pedía “darse de baja de la Iglesia” (apostasía, la cual implica el rechazo de Dios y de la Iglesia o, al menos, el rechazo de la Iglesia y del Dios predicado por ésta). La Iglesia no es una secta: uno puede entrar libremente y puede salir libremente. Pero esta libertad exige e implica por parte de los fieles conocimiento, búsqueda, preparación, responsabilidad, coherencia… No puedo entrar en la Iglesia o salirme de ella, si antes no he hecho un proceso de profundización y de búsqueda de la verdad y del sentido de mi vida. Luego he de actuar responsablemente asumiendo las consecuencias. Después tengo que ser coherente con aquello que he decidido y hablado. Por ejemplo, no entiendo cómo unas personas critican la riqueza de la Iglesia y, a la hora de casarse, eligen los edificios más vistosos y “ricos” de la Iglesia para contraer matrimonio. No. Si critican la riqueza de la Iglesia y luego quieren casarse “por la Iglesia”, por favor, que lo hagan en los templos más humildes, pobres y de ladrillo que tiene esa Iglesia, por ejemplo, en el bajo comercial que sirve de templo en un barrio de Avilés (El Pozón), en el que, cuando tiran de la cadena en el piso de arriba, se oye todo en el templo, en plena Misa.
Bien, una vez que uno ha buscado, ha profundizado, ha decidido… la Iglesia le reconoce la libertad para elegir su estado de vida. Por eso, nadie puede ser coaccionado para casarse o no casarse, para entrar en una congregación religiosa o en el seminario. Nadie debe ni puede coaccionar a los fieles para entrar o para salir de un grupo religioso o una asociación de fieles. Y aquí se han hecho y se hacen auténticas barbaridades. En nombre de Dios o de la dirección espiritual o de la obediencia, y todo ello mal entendido, se puede coaccionar la conciencia de la gente. Podemos y debemos ayudar a que los fieles busquen, profundicen, decidan…; podemos aconsejar, pero siempre, siempre la decisión última ha de quedar en manos de los fieles. Esta es la auténtica libertad que Cristo ha querido para nosotros. Ahí tenemos el ejemplo que nos dejó con la parábola del hijo pródigo: Dios le deja en libertad para marcharse y en libertad para volver. Esta es la manera de actuar de nuestro Dios y nosotros hemos de hacer del mismo modo.