Domingo VI de Pascua

13-5-2007 DOMINGO VI DE PASCUA (C)
Hch. 15, 1-2.22-29; Slm. 66; Ap. 21, 10-14.22-23; Jn. 14, 23-29
Queridos hermanos:
* El evangelio de hoy empieza de este modo: “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ‘El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.’” Esta frase se está cumpliendo hoy en Asturias y en todo el mundo. Las palabras de Jesús no son palabras vanas o vacías, sino que son reales y están presentes por muchos años que pasen y en las circunstancias más diversas. Voy a contaros varios ejemplos en los que veremos que Jesús y el Padre hacen morada en las personas:
- Me decían ayer que este jueves fue una religiosa colombiana a un colegio de una villa asturiana para hablar a los alumnos de EGB (entre 10 y 12 años) sobre las misiones. Lo habitual durante las charlas era que los niños y adolescentes estuvieran en una actitud displicente, poco educada, tuteando a la religiosa y diciendo bobadas o “graciosadas”. En uno de los grupos y en un determinado momento la religiosa preguntó qué hacían los niños los fines de semana y fueron diciendo cosas banales y tonterías. Había un niño, que por su vestimenta parecía más bien de aldea, y que había estado muy formal sentado y muy atento, que levantó el dedo y dijo: “Oiga. Yo ayudo los domingos en la parroquia al sacerdote.” Lo dijo con seriedad y con convencimiento. Lo dijo tratando de Vd. a la religiosa. Lo dijo con sinceridad y sin soberbia.
- Hubo otro caso en el colegio. Al final de una de las charlas, se acercó a la religiosa un niño de unos 12 años, con una vestimenta más urbana, y le dijo a aquélla: “Yo no estoy bautizado, pero yo creo en Dios”. La religiosa lo abrazó y le dijo unas palabras de ánimo. Posteriormente la profesora de religión aclaró la historia de este adolescente: su padre es el médico y ni él ni su mujer son creyentes; no han bautizado a su hijo ni quieren que él tenga nada que ver con la Iglesia ni la fe; el hijo, sin embargo, se siente muy atraído por todo ello y ha conseguido el permiso paterno para acudir a la clase de religión.
- El último ejemplo que os voy a contar es de algunas experiencias por las que pasaron miembros de las Comunidades Neocatecumenales (popularmente conocidos como los “kikos”). Kiko Argüello, fundador de este grupo, pidió a los integrantes de estos grupos que predicaran en los domingos de esta Cuaresma por las calles a la gente con la que se encontraran. Muchos fueron en Asturias, en España, en Europa… y hablaron de Dios y unos fueron mal recibidos (los más) y otros mejor recibidos (los menos). Tres de estos “kikos” fueron a Pola de Siero y hablaron a matrimonios de mediana edad e invariablemente todos se mofaron o les dijeron que no les interesaba el tema. Luego se acercaron a un grupo de jóvenes y les empezaron a anunciar que Dios les amaba; que Dios envió a su Hijo Jesús al mundo para darles luz, amor y perdón por sus pecados; que Jesús sufrió y murió por ellos en la cruz; que Jesús resucitó por ellos y para ellos… En un primer momento había tres jóvenes alrededor, luego se fueron juntando más y más; llegó a haber unos veinte. Todos escuchaban con atención, pero uno empezó a reírse y mofarse en voz alta. Los demás le dijeron que se callara, que respetara y, si no estaba de acuerdo, que se fuera, pues a ellos sí que les interesaba lo que estaban escuchando. Como el otro chico siguiera mofándose, lo cogieron por la chaqueta y lo apartaron del grupo. También estas tres personas hablaron en otro momento con una pareja de jóvenes: ella era creyente y no muy practicante, él no era creyente. A ella le había muerto hacía poco su abuela. Al escuchar que tenía que rezar a su abuela y pedirle que la ayudara, dijo la chica que nunca se le había ocurrido que pudiera hablar con su abuela muerta. Cuando le preguntaron a la chica si su novio creía en Dios, dijo que no lo sabía, y fue cuando él dijo que no era creyente, que en su casa no se hablaba de ese tema. Le dijeron a este chico que en la Semana Santa fuera a los cultos de su parroquia y que hablara con el sacerdote. Dijo que sí, que lo iba a hacer, y lo dijo convencido.
¿Qué quiero decir con todo esto? Simplemente quiero demostrar lo que Jesús nos dice en el evangelio de hoy: “El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.” Es decir, Dios Padre y su Hijo Jesús habitan en el corazón del niño de la aldea, que los domingos va a ayudar al cura de su parroquia y su corazón está atento a las palabras sobre Dios. Dios lo educa, le hace tratar con respeto a las personas mayores y desconocidas. Dios le hace hablar con serenidad y seriedad, y no con bobadas. En este niño se cumple el: “y vendremos a él y haremos morada en él.”
En el hijo del médico también se cumple esta Palabra de Dios. Su corazón ha sido tocado por Dios Padre y por su Hijo Jesucristo, a pesar de no estar bautizado, a pesar de tener unos padres que le obstaculizan el contacto con Dios y con las cosas de Dios. Este niño siente en su corazón y en lo más íntimo de su ser a Dios, por eso cree en Dios. No puede dejar de creer, porque lo siente, porque se siente amado por Dios.
En los jóvenes de Pola de Siero también habita Dios Padre y su Hijo Jesús, por eso, en cuanto oyen hablar de Dios, su atención queda presa de las palabras sobre Dios. Sólo hizo falta que alguien les hiciera la caridad de escarbar un poco y, enseguida, afloró lo que llevaban dentro. Como dice S. Pablo, “cómo van a creer, si no hay nadie que les hable de Dios”.
Ahora la pregunta obligada es si las palabras de Jesús (“el que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”) se cumplen también en nosotros.
Aunque las palabras de Jesús estén redactadas de esta manera: “el que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”, yo creo que hay que leerlas justo al revés: 1) Dios Padre y Jesús habitan en nosotros; nosotros somos su morada y su hogar. Ellos no están de visita por unos minutos; no están de vacaciones por unas semanas. No, nosotros somos su hogar permanente, para siempre. 2) Somos su hogar, porque ellos han venido a nosotros y han entrado en nosotros. Han entrado sin que nos diéramos cuenta muchas veces de su entrada y de su presencia. 3) Somos su hogar, han venido a nosotros, pero ¿por qué? Porque nos aman. Si no hay amor, no tendría sentido nada de lo que hacen. Su amor hacia nosotros hace que nos acepten tal y como somos, hace que se aproximen y acerquen a nosotros, hace que quieran entrar en nosotros y quedarse para siempre. 4) Dios Padre y su Hijo Jesús tiene su morada eterna en nosotros, se han acercado y venido a nosotros, nos han amado, nos aman y nos amarán para siempre; todas estas son las razones por las que nosotros les amamos y queremos guardar sus palabras, y no al revés. Así, podemos decir, parafraseando al hijo del médico: “No soy fiel, pero creo en Dios”. “No soy humilde, ni caritativo, ni bueno, ni santo, ni sincero, ni casto, ni cariñoso, ni servicial, ni pacífico, ni…, PERO CREO EN DIOS”.
* Se va acercando la celebración de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo. Jesús nos habló de ello hoy, en el evangelio. El Espíritu Santo será enviado por Dios Padre y nos irá enseñando todo lo que necesitamos. Digamos todos en estos días que faltan hasta Pentecostés esta petición: “¡Ven, Espíritu Santo a nuestros corazones, a nuestra Iglesia, a nuestra ciudad, a nuestra sociedad, a nuestro mundo!”