Sagrada Familia (C)



30-12-2012                             SAGRADA FAMILIA (C)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Celebramos hoy el día de la Sagrada Familia. ¿Recordáis la historia de Michela? En la primera parte de su relato nos decía: Mi papá y mi mamá me abandonaron en un hospital recién nacida. Viví mis primeros seis años de vida en un orfanato. Yo había conocido todo menos el amor, y cuando un niño no conoce el amor, es difícil que de adulto sepa dar amor”.
- Si a los niños, desde pequeños, nadie les enseña los valores indispensables del la humanidad: amor, paciencia, comprensión, perdón, responsabilidad…, es muy difícil que de adultos puedan vivirlos en su vida ordinaria.
- En efecto, la familia: los padres, hermanos, abuelos, tíos, primos… son una escuela de amor y de humanidad. Las personas que han crecido en familias en donde se respira y en donde se inculcan estos valores… se les nota inmediatamente. Vamos un ejemplo: En este año 2012 se celebró el Encuentro Mundial de las Familias. El Papa Benedicto XVI tuvo varias audiencias con familias de todas las partes del mundo. En una de ellas el Papa dialogó con una chica vietnamita sobre su infancia y ésta le contó lo siguiente: Pasamos “tiempos difíciles, pero el amor entre nosotros era tan grande que todo era superable, y las cosas pequeñas nos proporcionaban grandes alegrías. En nuestra casa la música fue muy importante. El Paraíso debe ser algo parecido a lo que fue mi infancia; así que espero ir como a mi casa cuando me vaya al otro mundo”.
            Pero no siempre se vive así en las familias. Ahí tenemos el caso de Michela y de tantas ‘Michelas’ que hay por el mundo. En muchas familias los gritos, las faltas de respeto, las agresiones físicas o psíquicas forman parte del día a día. Algunos de vosotros recordaréis aún aquel hecho sucedido hace unos años en Oviedo y que ya he contado: una maestra en su clase de niños de unos 8 años dijo a sus alumnos que dibujaran en un papel una escena con las primeras palabras que escuchaban al despertarse. La gran mayoría de los niños se dibujaron a sí mismos en la cama y abriendo a alguno de sus padres la habitación y diciéndoles que era hora de despertarse. Pero hubo un niño que hizo el mismo dibujo, pero puso en labios de su madre las siguientes palabras, las primeras que escuchaba de ella cada día al despertar: ‘O te levantas o te doy una ost…’
- Entonces, cuando no funciona la familia o no hay familia, es cuando Dios siembra por sí solo los valores y virtudes en los hombres necesarias para la convivencia humana y para que el hombre llegue a su plenitud en todos los aspectos de su vida. Veamos un ejemplo sencillo a través de un cuento, que se titula así: ‘La Navidad no es cuento’:
            “Se dice que, cuando los pastores se alejaron y la quietud volvió, el niño del pesebre levantó la cabeza y miró la puerta entreabierta. Un muchacho joven, tímido, estaba allí, temblando y temeroso.
        Acércate –le dijo Jesús– ¿Por qué tienes miedo?
        No me atrevo… no tengo nada para darte.
        Me gustaría que me des un regalo –dijo el recién nacido.
El pequeño intruso enrojeció de vergüenza y balbuceó:
        De verdad, no tengo nada…, nada es mío; si tuviera algo, algo mío, te lo daría… mira.
Y buscando en los bolsillos de su pantalón andrajoso, sacó una hoja de cuchillo herrumbrada que había encontrado.
        Es todo lo que tengo, si la quieres, te la doy…
        No –contestó Jesús–, guárdala. Querría que me dieras otra cosa. Me gustaría que me hicieras tres regalos. 
        Con gusto –dijo el muchacho–, pero ¿qué?
        Ofréceme el último de tus dibujos.
El chico, cohibido, enrojeció. Se acercó al pesebre y, para impedir que María y José lo oyeran, murmuró algo al oído del Niño Jesús:
        No puedo…, mi dibujo es muy malo... ¡nadie quiere mirarlo…!
        Justamente, por eso yo lo quiero… Siempre tienes que ofrecerme lo que los demás rechazan y lo que no les gusta de ti. Además quisiera que me dieras tu plato.
        Pero… ¡lo rompí esta mañana! –tartamudeó el chico.
        Por eso lo quiero… Debes ofrecerme siempre lo que está quebrado en tu vida, yo quiero arreglarlo… y ahora –insistió Jesús– repíteme la respuesta que le diste a tus padres cuando te preguntaron cómo habías roto el plato.
El rostro del muchacho se ensombreció; bajó la cabeza avergonzado y, tristemente, murmuró:
        Les mentí… Dije que el plato se me cayó de las manos, pero no era cierto… ¡Estaba enojado y lo tiré con rabia!
        Eso es lo que quería oírte decir –dijo Jesús– Dame siempre lo que hay de malo en tu vida, tus mentiras, tus calumnias, tus cobardías, tus crueldades. Yo voy a descargarte de ellas… No tienes necesidad de guardarlas… Quiero que seas feliz y siempre voy a perdonarte tus faltas. A partir de hoy me gustaría que vinieras todos los días a mi casa”.
(Ariel David Busso, Caminos de cielo limpio, Ed. Lumen).
Mirad los valores y virtudes que el Niño Jesús inculcó y sembró en el corazón de este chico:
* Dios no se avergüenza nunca de nosotros ni de nuestras pobres obras. Esto hace que nuestra autoestima crezca y que nos aceptamos tal y como somos; sin querer ser los primeros; sin que nos importe ser los últimos, pues Dios nos acepta, como deben hacer nuestros padres, siempre.
* Dios quiere y desea lo que está roto en nosotros, lo que no es valioso para nadie y ante nadie: nuestros fracasos, nuestros suspensos, nuestros errores, nuestros ‘platos rotos’,…
* Dios también quiere nuestras mentiras, nuestras rabias, nuestros pecados. Lo quiere todo… para perdonarnos todo… para aliviarnos de todo… para ser feliz en todos los momentos de nuestra vida.
* Y esto que hace Él con nosotros, quiere que nosotros lo hagamos con los demás. Por eso, en la segunda lectura nos dice: “Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada […] Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente”.
Así es como Él nos educa en su Santa Familia.

Navidad (C)



25-12-2012                                        NAVIDAD (C)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:


            Si tuviera que poner un título a esta homilía escribiría esto:
Jesús, hombre que aprende, Dios que sabe
             A ver si logro expresar lo que viene a mi mente y a mi espíritu:
            - El 18 de diciembre de 2010 bauticé en Soto Iruz (Cantabria) a un niño: Miguel. Sus padres nos entregaron a los asistentes a la ceremonia sacramental un ‘marca páginas’ en donde, por una cara, estaba la foto de Miguel con una serie de palabras y frases: ‘hablar en público, conducir, amor, inglés, trigonometría, Miguel, jugar al rol, escribir, cantar, leer, música, comer langostinos con tenedor, programar, misericordia, cocinar, atarse los cordones, contar chistes, anudarse el nudo de la corbata, escuchar, fotos, fe, nadar, correr, levantar una ceja, cambiar una rueda, bricolaje, fútbol, patinar, templanza, masajes, zurcir, tocar la batería, cazar renacuajos, karate, silbar, rectitud, arreglar un enchufe, sonarse los mocos, caridad, guiñar un ojo, bailar…’ Y había también en esa misma cara algunas palabras sueltas que estaban escritas en negrita y uniéndolas se podía leer lo siguiente: ‘Hay muchas cosas que queremos que Miguel aprenda’. Y, al leer estas palabras en negrita, pudimos entender el resto de palabras y frases sueltas que había en el ‘marca páginas’.
            Por la otra cara del ‘marca páginas’ no estaba la foto de Miguel, pero sí el lugar y la fecha de su bautizo. Igualmente en esta cara estaban escritas la mayoría de las palabras y frases que os he leído más arriba, pero habían desaparecido las palabras en negrita de la cara anterior y en su lugar había otras palabras en negrita, que uniéndolas entre sí y al leerlas ponía esto: ‘Para las más importantes necesitamos vuestra ayuda’. Pero es que, además, de las palabras escritas en la primera cara y repetidas en esta segunda cara había algunas de ellas que estaban escritas y destacadas en color rojo. Eran éstas: amor, misericordia, fe, templanza, rectitud, caridad’

            Ahora ya podemos entender perfectamente lo que los padres de Miguel querían decir y lo que querían mostrarnos y pedirnos: Cara A: ‘Hay muchas cosas que queremos que Miguel aprenda’. Cara B: ‘Para las más importantes necesitamos vuestra ayuda’: amor, misericordia, fe, templanza, rectitud, caridad’.
            - Hemos visto durante todo este Adviento, al leer las lecturas de la Misa, que Dios mismo pedía ayuda a María para que diese permiso al Espíritu Santo para alojar en su seno el esperma divino en el que se contenía la segunda persona de la Santísima Trinidad. Y María dijo que sí. En el evangelio del día de Nochebuena Dios vuelve a pedir a otro ser humano, a San José, que recoja en su casa a María y al Hijo que va a dar a luz: “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo” (Mt. 1). Y es que Dios Padre también entregó un ‘marca páginas’ a María y a José en el que ponía: ‘Hay muchas cosas que quiero que Jesús aprenda y necesito vuestra ayuda’: ‘Jesús tiene que aprender a sostenerse en pie, a caminar, a hablar, a trabajar como los demás hombres, a comer, a rezar, a obedecer y respetar a sus padres, a ir por agua, a jugar, a cantar, a leer, a correr… y para todo esto necesito vuestra ayuda. Luego, con el tiempo, Él os enseñará a vosotros otras cosas y que son las más importantes: amor, misericordia, fe, templanza, rectitud, caridad…’.
            Esto que os estoy diciendo no es un pensamiento piadoso que se me acabe de ocurrir. Es algo que podemos sacar del mismo evangelio, en donde se lee: “Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en aprecio ante Dios y ante los hombres” (Lc. 2, 52). Si Jesús crecía en sabiduría, es que alcanzaba un conocimiento que antes no tenía. Y fueron principalmente María y José los encargados de enseñar a Jesús, el Hijo de Dios, y también fueron principalmente María y José los encargados de ayudar a Dios Padre en esta tarea.
Aquí entramos de lleno en el misterio de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. En cuanto hombre, Jesús no lo sabía todo y necesitaba aprender; pero, en cuanto Dios, sí que lo sabía todo. En efecto, unos versículos antes del texto citado un poco más arriba escribía San Lucas de Jesús: “El niño […] estaba lleno de sabiduría” (Lc. 2, 40). ¿En qué quedamos, en que Jesús “estaba lleno de sabiduría” o en que “Jesús iba creciendo en sabiduría”? Pues las dos cosas a la vez no podían ni pueden ser. Pero sí, en Jesús sí que pueden ser dos cosas: una y la contraria: que Jesús sea Dios y que, sin embargo, sea hombre a la vez, que Jesús sepa todo y que, sin embargo, necesite aprender, que Jesús sea más grande que el universo entero y que, sin embargo, quepa en el vientre de una mujer, que sea Dios todopoderoso y que, sin embargo, sea un bebé débil, frágil y necesitado de protección. Este es el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y el misterio del Nacimiento del Hijo de Dios hecho carne. Así se nos dice en el evangelio que acabamos de escuchar: “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros; y hemos visto su gloria, la gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1, 14).
Termino: En el día de hoy celebramos el nacimiento del Hijo de Dios, Jesús. En nombre de este Niño os deseo una Santa Navidad. “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama” (Lc. 2, 14). En este Niño se juntan la grandeza y la pequeñez de Dios, y a la vez se juntan el amor y el perdón que Dios mismo ofrece a todos los hombres, de todos los tiempos y de todas las razas y lugares.
¡Que así sea!
 

RESPETO

  Como modesto pero asiduo practicante  del apasionante mundo del ciclismo hay muchos preconceptos que a lo largo de la vida uno ve y escucha sobre los practicantes de este deporte.
Todo surge tras la noticia del atropello de Iñaki Lejarreta no por ser más o menos conocido que otro fallecidos en las carreteras, la mayoría anónimos sino que  me hizo recordar la dimisión de Perico Delgado del Consejo Superior de Tráfico al estar en desacuerdo con la política de actuación en Tráfico con respecto a los ciclistas que, básicamente, se resume, según sus palabras, en tomar medidas que alejen las bicis de la calzada.
Reconozco que en esta viña del señor hay de todo y las  barbaridades que hacen algún que otro compañero de ruta  a veces se le pone a uno los pelos de punta pero una cosa es eso y otra bien distinta es que todos pequemos de lo mismo. 

Es lo que tenemos, muchos nos tachan de locos....la verdad es que en parte sí lo somos ya que levantarte un domingo, en mi caso en único día libre de la semana a las 7 de la mañana para hacerte cuatro horas de ruta con lo bien que se está en la cama es de locos pero tiene mandangas que todos los problemas los causamos nosotros y te fastidia. No encontramos en un país que a pesar de la gran cantidad de aficionados practicantes que se encuentra uno por la rutas no está dotado de unas infraestructuras adecuadas para su práctica y las comparaciones son malas pero si mira uno a los vecinos del barrio como son Alemania, Bélgica, Holanda con climas tremendamente adversos para su practica nos encontramos con envidiables carriles para bicicletas por todos los rincones, en las ciudades, en las carreteras y el respeto que el pueblo tiene hacía todos los practicantes es, lo dicho, envidiable. Aquí la culpa siempre las tenemos nosotros y lo digo por experiencia. Suelo moverme asiduamente por mi ciudad en bicicleta donde o bien no existen carriles y se tiene que subir uno a la acera para evitar ser atropellado y aunque haya energúmenos que no respetan a los peatones la inmensa mayoría sí lo hace pero se nos mira mal o si paseas por los pocos carriles adaptados para nosotros, parece tener un imán para los peatones, que dicho sea de paso un alcalducho muy conocido de esta bendita tierra para crearlo lo único que hizo fue pintar  una franja roja sobre la acera. Normalmente te encuentras a la gente que pasea por ellos cuando en algunas zonas el acerado consta de 5 metros para ellos, eso sí, no se te ocurra decir nada que puedes salir linchado. 

De ruta.
Lo malo de esto es que no parece haber cambios y la gente sigue muriendo en la ruta. Algunos de mis sufridos compañeros pertenecen a la benemérita y comentan que quieren introducir mayores medidas de seguridad para nosotros entre ellas el uso obligatorio, tanto de día como de noche de chalecos reflectantes y posiblemente necesidad de ponerle luces a las bicicletas que siempre estarán encendidas. Ante la propuesta  le dije yo ¿para qué coño queremos luces si cuando nos atropellan no ven al ciclista? ¿acaso van a ver las luces? En fin, parece que las cosas se hacen pero muy despacio, cada día hay más kilómetros de carriles pero sobre todo hay que concienciar a los conductores que somos el elemento más frágil cuando circulamos por carretera y que nos tengan respeto, mucho respeto y sobre todo cuidado, mucho cuidado respetando el metro y medio reglamentario y que perder 10 segundos en un  viaje bien vale una vida y eso ya nunca se recupera.

Domingo IV de Adviento (C)



23-12-2012                             DOMINGO IV DE ADVIENTO (C)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Ya estamos en el último domingo de Adviento. El otro día, desde Alemania, me escribió una persona para decirme que le había encantado la historia de Michela, pero que seguro que había más… Le contesté que tenía toda la razón y le remití el resto de la historia por correo electrónico. Como hoy viene muy a cuento, he pensado en narraros lo que el otro día ‘se quedó en el tintero’ de la historia de Michela y así la podemos compartir todos y aprovecharnos, espiritualmente hablando, de las maravillas que Dios hizo y hace en ella. Lo sucedido a Michela está perfectamente entroncado con dos palabras de las lecturas de hoy: Una de la carta a los Hebreos: Aquí estoy yo para hacer tu voluntad y otra del evangelio, cuando Isabel le dice a su prima María: Dichosa tú que has creído. Y es que, efectivamente, estas dos palabras se cumplieron en Michela y querría que también lo hicieran en nosotros. Recordad el final del relato anterior, cuando Michela llegó a la casa de Chiara para matarla por orden de la secta satánica y allí se quedó. Escuchemos cómo sigue el relato:
Ahí comenzó mi camino. Mi camino de sanación, un camino en el que nunca nadie antes pudo sanar mis heridas, y donde sí que las pudo sanar Jesús. Pero pasado un tiempo, hubo una herida que no había podido sanar. Esa herida era la falta de una madre, porque a mí me faltaba una madre. Me faltaba en Navidad, cuando todas las madres telefoneaban a las demás y yo no recibía una llamada. Me faltaba el día que celebraba mi cumpleaños... Esa ausencia de mi madre, cada vez que pasaba esto, reabría las viejas heridas y había que empezar de nuevo. Un buen día, a Chiara se le ocurrió enviarme a un centro de ayuda para la vida. Se me había encargado abrir una casa de acogida para madres solteras y jóvenes embarazadas con riesgo de someterse a un aborto por miedo o por dificultad. Allí las podríamos acoger. Pero al poco tiempo empecé a recoger un grito de dolor. Era el grito de dolor de aquellas mujeres que habían abortado y que me decían: ‘¿Sabes? Hoy tendría un hijo de ocho años, pero lo llevé a matar’. Por las noches llegaba a casa y me ponía delante de Jesús, en el sagrario, y le entregaba todo ese dolor que llevaba de las mujeres. Una de esas noches, empecé a escuchar en mi corazón: ‘Michela, si hoy existes tú, es porque tu madre dijo sí a la vida’. Os tengo que decir que, cuando se experimenta la misericordia de Dios, la primera cosa que se aprende es a no juzgar. Y yo no tenía ningún derecho de juzgar a mi madre. Porque, si una madre llega a abandonar a un hijo, es porque hay un gran dolor.
En ese momento comenzó a despertar en mi interior la necesidad de buscar a mi madre, no para juzgarla ni regañarla, sino para darle las gracias por mi vida. Después de las investigaciones pertinentes localicé a mi madre. Comenzamos a telefonearnos, y un día me sugirió conocernos personalmente. La fecha concertada fue el 2 de Junio de 2004. Esa misma mañana partí hacia la ciudad donde ella vivía para encontrarme con ella. Pocos minutos después de encontrarnos, con una mirada que yo no le deseo ni a mi peor enemigo, mi madre me dijo: ‘Tú para mí no has existido nunca, no has existido hasta ahora, no existes hoy. Sal de mi vida’. Yo no sé qué siente una madre cuando un hijo dice NO a su amor, pero sí les puedo decir lo que siente un hijo cuando una madre le dice NO a su amor… Fue un gran dolor. Regresé a Roma, cogí a Chiara y sujetándola contra un muro le dije: ‘¿Pero yo qué le hecho de malo a Jesús? Trabajo para Él, ¿por qué no me puede ayudar?’
Era una situación dolorosa, de la que era difícil salir, por lo que entonces Chiara me propuso unos días de vacaciones. Yo pensé: ‘Estupendo, me iré a la playa y tomaré el sol’, pero Chiara ya había pensado en todo: ‘Hay un lugar al que puedes ir. Es un pueblo en Bosnia que se llama Medjugorje. Cógete unas vacaciones y vete allí’. Yo le dije a Chiara: ‘A Medjugorje yo no voy, Chiara. Mejor me pagas las vacaciones en Croacia, que está muy cerca y tiene un mar estupendo. Ya cuando esté allí, un día me acerco a Medjugorje. Pero yo no me voy a meter entre las colinas, las piedras y el calor. Eso no son vacaciones’. Chiara me respondió: ‘Te recuerdo que hiciste un voto de pobreza y otro de obediencia. Elige por cual de los dos quieres ir a Medjugorje’. Así que elegí el de la obediencia, y voluntariamente vine a Medjugorje.
Llegué a Medjugorje ¡Me daban una pena los peregrinos! Porque yo pensaba que yo estaba allí porque me habían obligado, pero no entendía por qué ellos no iban al mar, pudiendo hacerlo. En fin, los primeros diez días fueron un desastre. Yo no quise saber nada de peregrinos, ni del fenómeno de Medjugorje, ni de nada. El día decimoprimero, estaba tras la explanada. Estaba tumbada en mi toalla, tomando el sol. Y ahí tirada me vio Marija, una de las videntes. Se acercó a mí y me dijo: ‘Hola, ¿qué haces?’ ‘Estoy esperando a que comience la Misa’. Entonces Marija, sin más, con toda la naturalidad, me dijo: ‘Vente mañana conmigo a una aparición’. En Medjugorje, si no vives el fenómeno, tampoco es que haya mucho que hacer. Mis primeros diez días allí fueron tan aburridos, que por muy absurdo que pareciese, asistir a una aparición suponía algo distinto en medio de aquel aburrimiento, así que el día siguiente aparecí a la hora que me había dicho Marija. Al llegar allí, aquello estaba lleno de gente. Al cabo de unos minutos llegó Marija. Me vio en el jardín, me cogió de la mano y me llevó dentro de la capilla con ella, delante del todo, a su lado. Me llevó hasta allí a rastras y de un empujón me puso de rodillas. Todo el mundo rezaba y yo pensaba: ‘¡Qué buenos todos estos peregrinos, mira cómo rezan!’, pero mi corazón estaba muy cerrado y no quería participar con ellos. Recuerdo el momento en que comenzó la aparición. Todo el mundo se quedó en silencio y Marija se quedó mirando extasiada hacia arriba. En ese momento pensé: ‘Cualquiera desearía estar aquí a su lado, ¿cómo es posible que a mí no afecte?’ La miré a Marija y vi que, sin emitir ningún sonido, movía sus labios. En cierto momento de la aparición ocurrió algo. Y se lo cuenta la persona más racional que existe. Empecé a sentir un calor en el cuerpo. Era un calor que llegaba hasta la punta de mis dedos, hasta mis pies. Era un calor maravilloso. Sentí como si algo me abrazara, me rodeara y me cubriese entera, y entonces ocurrió lo más increíble, y es que sentí como si me hiciesen un trasplante de corazón. Digo trasplante porque sentí como si algo se metía en mi pecho y me arrancara una piedra de dentro. Era un corazón herido, enfermo, y sentí como si me colocasen un corazón nuevo ahí dentro, en su lugar. Subrayo la palabra trasplante, porque no fue un corazón curado, sino un corazón nuevo, que me llenaba de paz el alma, la mente y el cuerpo.
Al acabar la aparición yo no entendía nada de lo que estaba sintiendo, pero era bellísimo. Entonces Marija se levantó e hizo lo que hace siempre. Explicó a todos lo sucedido: ‘He presentado a la Virgen María todas vuestras intenciones de oración. La Virgen María ha orado por ustedes y les ha bendecido’. A todo esto yo seguía de rodillas a su lado. Entonces ella, delante de todos me miró y dijo: ‘La Virgen María ha hecho suyo el dolor de tu corazón. A partir de hoy sólo ella será tu madre’. Desde aquel día hasta hoy he sentido a María en mi vida. La he sentido de una manera muy concreta. He descubierto que cada vez que tengo el rosario en las manos, es María quien me coge de la mano.
Aquella tarde aprendí otra cosa: Era cierto que hasta ese día había trabajado para Dios, pero María quería que yo trabajase con Dios. Y otra cosa bellísima fue que si yo quería ser santa, debía tomar a la Virgen María como modelo de santidad. Os aseguro que eso, para un carácter como el mío, no es nada fácil. No es fácil vivir la obediencia. No es fácil vivir la humildad. No es fácil vivir el silencio de María. El silencio de María bajo la cruz. Pensad que María estaba bajo la cruz. Aquella fue una experiencia bellísima, porque descubrí que el dolor puede ser transformado en amor por la humanidad.
            Conclusiones que nos pueden ayudar de este relato:
            - La conversión no es cosa de un instante y que valga ya para toda la vida. Requiere paciencia…, sobre todo, con nosotros mismos, y decir una y mil veces a Dios: “Aquí estoy yo para hacer tu voluntad”.
            - Una de las formas de sanar nuestras heridas internas y de crecer en santidad es ‘mirarse lo menos posible al ombligo’ y estar más pendiente de los demás. Así, Michela, al empezar a ayudar y acompañar a las chicas embarazadas o que habían abortado se pudo olvidar más de sí para tener más presente las necesidades de los otros.
            - Sólo Dios sana en realidad nuestras heridas. Sólo Él nos enseña a no juzgar a los demás. Sólo Él puede arrancarnos el corazón de piedra y darnos un corazón de carne.
            - Escuchemos a María. Ella nos enseña tantas cosas de su Padre Dios, de su Hijo Jesús, y de su Esposo, el Santo Espíritu.
            - Nunca más trabajemos para Dios. A partir de hoy trabajemos con Dios.
            - Las demás conclusiones…, ya las podéis sacar vosotros mismos.