Domingo II de Adviento (A)

9-12-2007 2º DOMINGO ADVIENTO (A)
Is. 11, 1-10; Slm. 71; Rm. 15, 4-9; Mt. 3, 1-12
Queridos hermanos:
¿Cómo se hace una homilía? Pues es muy sencillo: en un lado se pone el evangelio de Jesucristo y en otro la vida ordinaria. La homilía es juntar las dos cosas en una. ¿Qué me dice el evangelio para mi vida? ¿De qué manera mi vida se puede adecuar al evangelio?
Recibía el jueves un correo de una madre preocupada por uno de sus hijos. Este está casado, tiene un niño pequeño y su mujer está embarazada de varios meses. Este joven matrimonio tiene una hipoteca por pagar y hace muy pocos días que a él lo han despedido del trabajo. Aquí va el relato de la madre: “no sé aún si llevará mi hijo a juicio a la empresa por despido improcedente. La causa es desobediencia a superior, que le dijo a las 7:25 p.m. (la salida es a las 7:30, y está allí desde las 8:30 a.m.) que hiciera un inventario en un lugar al aire libre y sin luz, que le hubiera llevado unas tres horas. Mi hijo alegó para no hacer el inventario esto y, además, que tenía que llevar al niño al médico-¡cierto!-, que su mujer estaba embarazada y que al día siguiente estaría allí a primera hora. A las 4:30 a.m. estaba allí para iniciarlo y también su jefe con el finiquito en mano... que si no se iba inmediatamente llamaba ¡al guarda! Que pasase al día siguiente por el despido; así lo hizo y al entregárselo le alabó mucho su profesionalidad, interés, trabajo bien hecho..., pero con el despido en mano. ¿Qué te parece? Lo siento por su curriculum, pero quizás haya sido lo mejor, ya no lo sé. Si gana el juicio me imagino que su imagen quedará limpia…”
Hace unos días saltaba una noticia a los medios: había varios detenidos por la práctica de abortos ilegales en diversas clínicas privadas de Barcelona. Entonces leí una información en el diario ABC, en donde una chica, con el seudónimo de Sole, relataba su experiencia de abortar: “‘Fue en fin de semana para no faltar al trabajo. Acudí con mi pareja y quedé sobrecogida’, relata. Sole refiere la frialdad de estas clínicas y de algunos de sus profesionales. El centro estaba ‘de bote en bote; había muchas chicas, la mayoría iberoamericanas y solas’. En la sala ‘hay que esperar a que te llamen y, cuando eres requerida, pasas a una estancia donde te toman una muestra de sangre (para saber tu grupo y calcular el precio) y te hacen una ecografía que precise las semanas de gestación’. Una vez comprobado el tiempo de embarazo, es un psicólogo el que recibe a la paciente, y ‘me aseguró que mi decisión no tendría consecuencias psicológicas’. A los especialistas no les gusta que les interroguen y Sole lo hizo con profusión: ‘Tanto, que ya me miraban mal y llegaron a decirme que estaba a tiempo de irme’. La última consulta, a la que le permiten entrar con su novio, es con un internista que rellena un formulario sobre las enfermedades de la paciente. Pero ni palabra de los supuestos legales a los que puede acogerse: ‘Aunque yo estaba dentro de la legalidad, la información fue escasa’. Finalmente, y una vez garantizado el paso que Sole va a dar, es el momento de abonar el importe (500 €). Tras el desembolso, ha llegado el momento. La joven es trasladada a una salita con otras pacientes que esperan su turno. ‘A mí me pareció de una falta de intimidad tremenda. Abortamos de cuatro en cuatro. Fue tan frío como entrar en una fábrica de tornillos’. A Sole la condujeron a una sala, donde esperaban otras tres chicas. ‘En esa habitación, algunas lloraban’, recuerda. A las cuatro se les informó que el método que se iba a usar es el de succión. Y continúa: ‘Miré el reloj al ir al quirófano y eran las 9:55. Cuando desperté no eran las 10:10. Me sentí fatal pero todo había pasado’. Y la despedida: ‘Me pidieron que me bajara la ropa interior en medio de la sala para comprobar que no manchaba. Después, me hicieron andar por si me mareaba, me dieron un caramelo y, hala, a casa. Fue tan frío y humillante que no volvería a hacerlo. Quiero olvidar.’” Sí, fue frío y humillante para las chicas, para las mujeres, pero… PARA LOS NIÑOS MUERTOS ¿QUÉ FUE?, añado yo.
Me preguntaréis que a qué vienen estos dos relatos. Pues vienen a lo que se nos pide en el evangelio de hoy por labios de S. Juan Bautista: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.” Sí, Dios nos pide en este tiempo de Adviento una conversión de nuestra vida. Decía S. Francisco de Asís que, cualquier pecado que hiciera cualquier hombre, era él mismo capaz de hacerlo. Cualquiera de nosotros puede ser el jefe de ese chico y desde la soberbia y desde la ira somos capaces de despedir a alguien y hundirlo laboral, económica, familiar y psicológicamente. Cualquiera de nosotros puede quedarse embarazada, o dejar embarazada o tener una hija o una nieta embarazada, y decidir que lo más corto, que el mejor atajo es abortar. Yo nunca me he creído que los nazis alemanes de la 2ª guerra mundial fueron muy malos… por ser nazis y por ser alemanes. NO. Para mí ESO (los crímenes cometidos entre 1930 y 1945) lo hicieron los hombres, y no simplemente los nazis alemanes. Pues también fueron hombres (seres humanos) los serbios que violaron sistemáticamente a mujeres bosnias hacia 1994; también fueron seres humanos los iraquíes que, con un destornillador, sacaban los ojos a los prisioneros kuwaitíes en el verano 1990, y un largo etcétera.
Por todo esto, la llamada a la conversión de S. Juan Bautista y, en definitiva, de Dios no va dirigida simplemente a los nazis alemanes, ni a los serbios, ni a los iraquíes, ni a los jefes de las empresas, ni a las mujeres que abortan, ni a los que trabajan en estas clínicas abortistas… Su llamada a la conversión va dirigida a todos los seres humanos, es decir, a nosotros, a quienes estamos hoy aquí, en la catedral de Oviedo, o en cualquier otro lugar y en cualquier tiempo.
Para lograr y trabajar por esta conversión hemos de mirarnos en el espejo de S. Juan Bautista: 1) Nos dice el evangelio que “Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.” Sí, como os decía el domingo pasado, es necesario escapar del consumismo desaforado en que se no quiere meter. Juan vestía humildemente y se alimentaba sencillamente. Ninguno de nosotros podrá convertirse a Dios si antes no deja el consumismo, los gastos superfluos y no pone su corazón en las cosas materiales que tiene o que le rodean. 2) Si queremos caminar hacia la conversión, hemos de seguir leyendo el evangelio de hoy: “Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán.” Sí, es necesario salir de donde estamos y caminar hacia Dios. Una vez que estemos ante Dios ya viviendo en austeridad, podremos ver nuestras faltas y pecados, y confesaremos a Dios estos pecados. Y entonces el nos bautizará con su perdón y con su paz. Mmm, ¡qué gusto sentir el perdón y la paz de Dios en nuestro corazón y en nuestro espíritu! Mmm, ¡qué gusto sentirse libre de “cacharritos”, de viejas culpas y de viejas esclavitudes, y percibir el perdón, la paz y el amor de Dios!
Si hacemos todo esto, entonces sí que se cumple en nosotros el mandato de S. Juan Bautista: “‘Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.’” Por ello, es bueno elaborar y tratar de cumplir el plan de Adviento que os proponía el otro domingo; porque ese plan nos sirve para preparar el camino del Señor, para allanar los senderos por los que Él viene a nuestras vidas, a nuestras familias, a nuestra ciudad, a nuestra sociedad.
Pero, ¿de qué convertirnos? Del pecado profundo que anida en nuestro corazón y tiene múltiples manifestaciones: egoísmo, soberbia, agresividad, violencia, lujuria, mentira, desamor, clasismo, doblez, apatía, desesperanza… para empezar a ser altruistas, generosos, humildes, pacíficos, castos, serviciales, acogedores, sinceros y testigos de la esperanza. Ser cristiano, estar convertido al Reino de Dios, es un reto exigente, es tensión perenne, es algo siempre inacabado porque no es un título de fin de carrera. Nunca somos buenos definitivamente, pues el ideal de perfección está muy alto: sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.

Inmaculada Concepción (A)

8-12-2007 INMACULADA CONCEPCIÓN (A)
Gn. 3, 9-15.20; Slm. 97; Ef. 1, 3-6, 11-12; Lc. 1, 26-38

Queridos hermanos:
Nos relata el evangelio de hoy que “el ángel, entrando en su presencia (en la de María), dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor esta contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres.’” Vamos a tratar de acercarnos a alguna de estas afirmaciones que el ángel le hace a María.
- “Alégrate.” Son las primeras palabras que le dice el ángel a María, cuando se presenta ante ella. Y María le puede preguntar que por qué ha de alegrarse. El ángel le dice que se ha de alegrar porque el Señor está con ella. En este mes de noviembre estuve en Covadonga impartiendo con otras personas Cursillos de Cristiandad; a medida que iban transcurriendo y que el Señor iba actuando, la alegría se iba adueñando de todos los que estábamos allí. Era un contento profundo, hondo, totalizante y sanador el que teníamos. Todos comprendíamos que era fruto de la presencia de Dios, porque, cuando Dios viene y nos visita, la Alegría de verdad se instala en nuestro ser más profundo. En este mes de noviembre estuve en Lugo impartiendo ejercicios espirituales a más de 60 personas; a medida que iban transcurriendo las horas y los días, y el Señor actuaba en todos nosotros, la alegría se iba adueñando de todos nosotros. En los ejercicios espirituales procurábamos estar en silencio; procurábamos más escuchar al Señor que a los otros; procurábamos más escuchar al Señor que a nosotros mismos y, cuando esto sucedía, la alegría profunda, honda y totalizante se adueñaba de nosotros. Y es que la alegría no es otra cosa que Dios presente y actuando en nosotros.
- “Llena de gracia.” María está llena de gracia, es decir, de Dios. Está llena de gracia desde el mismo momento de su concepción, porque el Señor la preservó del pecado original. También nosotros estamos llenos de gracia en el momento de nues­tro bautismo. Sin embargo, existen dos diferencias entre María y nosotros: 1) En cantidad y calidad nuestro "llenos de gracia" es distinto del "llenazo de gracia" de María, ya que todos tenemos una misión en este mundo, pero la misión de María consistió en dar a luz al Hijo Unigénito de Dios, al Santo entre los santos. 2) María mantuvo esa incolumidad, este “llena de gracia” hasta la hora de su muerte. Pudiendo pecar, porque era tan libre como nosotros para decir NO a Dios, pero no lo hizo y por eso ella no perdió ese "lle­nazo de gracia", con el que fue saludada por el arcángel Gabriel.
- "Bendita tú eres entre todas las mujeres". ¿Por qué dice esta expresión el ángel? Las mujeres en Israel y en otros lugares esta­ban normalmente sometidas al varón: al padre, al hermano y al marido. Su única riqueza eran los hijos. Una mujer sin hijos era una desgraciada. Así Rebeca, mujer de Jacob, entregó una esclava suya a éste para que tuviera hijos suyos por envidia hacia su hermana; Ana, la madre de Samuel, sufría por no tener­los; Sara, la mujer de Abrahán, reñía con Agar, ya que ésta tenía un hijo de Abrahán y ella no; Isabel, la prima de la Virgen María, al saberse embarazada estuvo 6 meses sin salir porque el Señor se había acordado de su opro­bio; el caso más sangrante para mí y que nos narra el Antiguo Testamento se da cuando las hijas de Lot emborracha­ron a su padre para tener descendencia, pues todos los hombres de aquella región habían muerto; etc. Por eso, Isabel felicita el embarazo de María, ya que una mujer con un hijo en su vientre era una mujer dichosa.
Pero, ¿por qué el ángel le dice que es bendita sobre todas las mujeres? Cuando Eva pecó e incitó a pecar a Adán, el Señor ya prometió la salvación del género humano a través de un Mesías. Esto se desprende de las siguientes palabras de la primera lectura: “ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón.” Es decir, la serpiente buscará morder el talón del género humano a través del pecado, pero la mujer aplastará la cabeza de esa serpiente. ¿Cómo será eso, cómo una mujer podrá aplastar la cabeza de la serpiente-Satanás? El pueblo de Israel siempre interpretó que una mujer daría a luz a un salvador, al Mesías. Toda mujer judía confiaba en ser la madre de este Mesías. Pues bien, María fue la mujer elegida por pura gracia de Dios para traer la salvación al género humano y por ello fue felicitada por el ángel como bendita entre todas las mujeres.
- "El Señor está contigo". María recordando su vida, en su ancianidad, podía haberse preguntado si realmente el Señor había estado con ella a lo largo de todos los años:
* Cuando quedé embarazada de Jesús por obra del Espíritu Santo, yo ya estaba desposada con José. Y él podía haberme denuncia­do por haberlo traicionado (como si hubiese cometido adulterio) y el castigo por ello era el apedreamiento. ¿El Señor estuvo realmente conmi­go?
* Cuando tenía el embarazo muy adelantado, tuve que marchar por esos mundos de Dios y dar a luz de un modo insano, como los animales, en una cuadra. ¿El Señor estuvo realmente conmigo?
* Cuando nació mi hijo, casi me lo mata Herodes y tuvimos que escapar rápidamente. ¿El Señor estuvo realmente conmigo?
* Nos marchamos a Egipto, un país desconocido, con lengua extraña y malviviendo en medio de muchas dificultades. ¿El Señor estuvo realmente conmigo?
* Luego al regresar a Nazaret, cuando Jesús tenía 12 años, nos dio un susto de muerte al escapársenos en Jerusalén. ¡Vaya angus­tia la nuestra durante los tres días que pasamos antes de encon­trarlo! ¿El Señor estuvo realmente conmigo?
* En Nazaret Jesús se comportaba de un modo raro, ya que no quería casarse como hacían todos los chicos a la edad de 18 años, rechazando a todas las chicas que nosotros le apuntábamos. Todos los vecinos y la familia murmuraban de nosotros. ¿El Señor estuvo realmente conmi­go?
* Para colmo de males en medio de tantas estrecheces como pasábamos, se murió mi querido marido José, dejándome sola con Jesús. Y yo seguía sin ver nada de lo que me había anunciado aquel ángel misterio­so unos 25 años antes. ¿El Señor estuvo realmente conmigo?
* Además, después Jesús me dejó sola y se marcha a predicar. Muerta de vergüenza tuve que irme con mi familia, porque yo no tenía medios de subsistencia y tuve que escucharles a todas horas que Jesús no tenía cabeza al abandonarme y no darme nietos, como hacían todos los buenos hijos. Me decían que era primero la obligación y luego la devoción. ¿El Señor estuvo realmente conmigo?
* Jesús, mi hijo, era bueno, hacía siempre el bien. Así me lo decía tanta gente, pero otros lo querían matar y lo odiaban. ¿El Señor estuvo realmente conmigo?
* Al final, mataron a mi hijo Jesús. Y yo me quedé sola: sin marido, sin hijo, sin nuera, sin nietos. ¿Dónde están aquellas promesas maravillosas que oí hace tantos años? ¿El Señor estuvo realmente conmigo?
Como María podemos decir también nosotros: ¿El Señor está conmigo con mi hijo drogadicto, con mi marido en paro, con mi familia o yo enfermos, etc.? Si María hubiera sabido lo que supo al final de su vida, ¿hubiera dicho el ”fiat” al ángel o se hubiera negado? ¿Mereció la pena el decir que sí para lo que luego resultó? ¿Merece la pena nuestra fe para lo que resulta en nuestra vida?
María dice hoy y siempre: Sí, el Señor estuvo siempre conmi­go. Yo me fío de Dios, confío en El. Ha merecido la pena todo lo sufrido, porque El me ha dado mucho más de lo que yo nunca pude esperar.

Domingo I de Adviento (A)

2-12-2007 1º DOMINGO ADVIENTO (A)
Is. 2, 1-5; Slm. 121; Rm. 13, 11-14a; Mt. 24, 37-44
Queridos hermanos:
- Comenzamos hoy el año litúrgico en la Iglesia. Es el año A y leeremos en los domingos de este año mayormente el evangelio de S. Mateo. El año litúrgico lo comenzamos con el tiempo de Adviento en el que preparamos la venida de Jesucristo. No es este tiempo de Adviento simplemente para celebrar que Jesús ha venido hace más de 2000 años, sino para preparar la definitiva llegada de Jesús, Mesías y Salvador.
En esta semana me preguntaba una persona cuál era la diferencia o diferencias entre el tiempo de Adviento y el tiempo de Cuaresma. Parecen bastante iguales o similares, pues en ambos se utiliza el color morado en la casulla y en otros paños litúrgicos; en ambos se da paso a otros tiempos litúrgicos más fuertes: Navidad y Pascua; y en ambos se hace penitencia –me decía esta persona.- La verdad es que los dos primeros puntos son ciertos, pero no el último. En efecto, el tiempo de Adviento no es propiamente un tiempo de penitencia, sino que es un tiempo de espera y esperanza, un tiempo de ilusión y de oración, tiempo de preparación a la venida del Señor. Sí, lo que importa preparar en estas cuatro semanas es que el Señor viene. Por eso, el evangelio de hoy nos anima con estas palabras: “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor […] Estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.”
Recibí el miércoles una carta de una religiosa que me escribía lo siguiente: “quiero encomendar a sus oraciones a una hermana de la comunidad, que falleció anoche, a las nueve de la noche. Dos días antes estando cenando le dio un infarto cerebral y a las 48 horas fallecía. Hacía 9 años que le había dado algo parecido y se recuperó bastante. Por lo tanto, nadie esperaba este desenlace tan repentino. Verdaderamente el Señor viene como ladrón en la noche, y hay que vivir preparados, pues una muerte santa no se improvisa.” Tiene toda la razón esta religiosa: una muerte santa no se improvisa… y una vida santa tampoco. El Señor pasa a nuestro lado a la hora de la muerte, pero igualmente pasa de modo constante para tocar nuestro corazón.
Recordáis que el otro domingo os hablaba de una señora que está mal, bastante mal. Ese mismo domingo, por la tarde, fui a verla y la más entera de todos los que encontré en su casa era ella. Tenía una paz que no era de este mundo. Las lágrimas se nos saltaban a sus hijos, a su marido, a mí…, pero a ella no. Ahí os van algunas de las perlas que he visto y escuchado en esa tarde del domingo:
* Al quedar a solas con esta mujer para administrale los sacramentos me dijo que tenía una gran paz, que el Señor estaba haciendo con ellas cosas grandes y que notaba que la estaba preparando. Ella sentía como si estuviera subiendo una montaña y percibía que estaba ahora muy cerca de la cumbre.
* Una de sus hijas le decía: “Mamá, tú ¿por qué no lloras?” Y la madre le contestó. “Porque a mí no se me va a morir nadie”.
* Decía un yerno: “Es tan injusto esto, que le pase esto a ella”. Pero esta mujer lo vive con gran paz.
* Algunos le pedían a Dios poder entender lo que le está pasando a esta mujer, pero ahora dicen que no es cosa de entender, sino de vivir.
* Me decía esta mujer que tenía que preparar yo la Misa de su fallecimiento: que quería que fuera una Misa de alegría, y no de un funeral como otros (de tristeza). Ella pasa a otro lugar en donde estará mejor, me decía.
* Le decía yo a una de sus hijas que tenían que tener una grabadora al lado de su madre, pues las palabras de ésta estaban verdaderamente inspiradas y rezumaban una sabiduría y una paz que no era de este mundo.
* Esta mujer, como dice S. Pablo, sembró espíritu durante su vida, por eso ahora cosecha y recoge Espíritu. Pero quien siembra en esta vida sólo para la “carne”, únicamente cosechará y recogerá luego “carne”.
Que por qué os cuento esto, pues por lo que decía la religiosa más arriba: una muerte santa no se improvisa y una vida santa tampoco. Os lo cuento también porque esta mujer está preparando su Adviento y está diciendo en su corazón: “Ven, Señor Jesús.” Durante años esta mujer quiso vivir al lado del Señor, con muchos pecados y fallos, pero al lado del Señor. Quiso vivir ella y que viviera su familia y las gentes cercanas a ella de un modo muy próximo al Señor. Esta mujer quiso ser del Señor y para el Señor, y sembró, y ahora está recogiendo los frutos.
- En la segunda lectura nos dice S. Pablo: “Dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo.” Sí, es necesario que sembremos espíritu para cosechar Espíritu, y que no sembremos “carne” para no recoger después sólo “carne”. Por ello, un año más os propongo que hagáis un plan para este Adviento. Así lo estoy proponiendo en las penitencias que impongo estos días a las personas que se confiesan conmigo. Os doy algunas ideas que puedan ayudaros:
* En el ámbito espiritual sería bueno que 1) nos pudiéramos plantear el acudir más frecuentemente a la Eucaristía entre semana; 2) podemos meditar en la oración sobre las lecturas de la Biblia que se nos proponen en cada Misa; 3) podemos realizar una confesión en medio del tiempo de Adviento; 4) podemos frecuentar más el Sagrario como medio de cercanía a nuestro Amado Jesús.
* En el ámbito humano y familiar y de trabajo podemos luchar contra un defecto que se nos resiste o por fortalecer una virtud que el Señor nos pide con más ahínco. Por ejemplo, dejar algo más de lado la televisión, el ordenador, Internet, la lengua, los gastos-compras superfluos, los regalos superfluos, no tomar dulces navideños hasta el día 24 de diciembre por la noche, el hacer más tareas en casa o en nuestro trabajo o estudio, ser ordenados en nuestros horarios de levantarnos o de acostarnos, o ser puntuales en nuestras citas, sujetar el genio, mortificar el egoísmo o la soberbia, visitar enfermos o gente que sabemos que nos agradecerá un poco nuestro escuchar o nuestra presencia, dar dinero o cosas o “cacharritos” que no nos dejan movernos hacia el Amado Jesús. Ser más cariñosos con los que nos rodean, perdonar a los que nos ofenden, pedir perdón a los que herimos…
* En el ámbito pastoral o de apostolado, ver qué puedo hacer en la Iglesia, parroquia, movimiento… en los que Dios me ha puesto.

Jesucristo, Rey del Universo (C)

25-11-2007 JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (C)
2 Sam. 5, 1-3; Slm. 121; Col. 1, 12-20; Lc. 23, 35-43
Queridos hermanos:
Al finalizar el año litúrgico con la festividad de Jesucristo, Rey del Universo, la Iglesia nos presenta un texto del evangelio para ilustrar esta celebración. ¿Qué texto del evangelio de S. Lucas hubiéramos elegido nosotros para este domingo? Pues… el texto que se escogió para leer este domingo es el pasaje de la crucifixión en que Cristo, Rey del Universo, es insultado y despreciado por todos. Se nos muestra una colina cercana a Jerusalén en donde acontece un ajusticiamiento de tres hombres por parte de ejército romano. Los romanos ajusticiaban a los ciudadanos romanos cortándoles la cabeza, como sucedió con S. Pablo, y a los que no eran ciudadanos romanos los colgaban en una cruz, y en ésta ponían en un cártel el motivo de la condena. Así en el texto se dice: “Había encima (de la cruz) un letrero en escritura griega, latina y hebrea: ‘Éste es el rey de los judíos.’”
Como se trata de un rey, seguramente que Lucas nos tendría que hablar de los palacios del reino, de los ministros del reino, de las doncellas, de los cocineros, de los criados, de los tesoros y del ejército del rey, pero esto no sucede así. Veamos los personajes que aparecen en el evangelio de hoy y que acompañan a Jesús a la hora de su muerte:
1) Las autoridades judías, que hacían muecas a un Jesús agonizante y con dolores de paroxismo, le decían con sorna: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.” Esto es lo que se llama hacer leña del árbol caído. Esto es lo que se llama cebarse con la persona fracasada. Esto es lo que se llama hurgar en la herida, echar sal y vinagre en la herida abierta. No hay ni humanidad ni compasión en estas autoridades judías. Estos le restriegan a Jesús en las narices su fracaso: fracaso ante Dios, pues no ha logrado nada de la misión que El le había encargado; fracaso ante los hombres y ante los discípulos, pues se ha visto abandonado por todos y ha desilusionado a todos los que habían puesto su confianza en él; fracaso ante sí mismo, porque no consiguió nada de lo que se propuso en esta vida. Por otra parte, las autoridades judías estaban alegres, porque habían logrado acabar con un enemigo muy peligroso que les había quitado por un tiempo a la gente que les obedecía borreguilmente.
2) “Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: ‘Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.’” Estos soldados eran hombres embrutecidos por su profesión y por el odio que les acompañaba allí a donde iban. Su misión era matar; para eso estaban entrenados. Aquella crucifixión seguramente era para ellos un motivo para salir de su rutina habitual. Además, cuando en otras ocasiones crucificaban a judíos, la gente insultaba a estos romanos y les lanzaba piedras. Sin embargo, en esta ocasión la gente estaba de acuerdo con lo que ellos, los soldados, hacían y los gritos iban dirigidos, no contra ellos, sino contra uno de aquellos crucificados. Así las cosas, los soldados se sumaron a los gritos y a las burlas de las autoridades judías.
3) Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: - ‘¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.’” Al lado de Jesús había dos hombres, que también estaban crucificados. Nos dice el evangelio que uno de ellos se unió al coro de los que insultaban a Jesús, pero no lo hacía por sentirse a gusto por el triunfo de que Jesús muriera, como las autoridades; o para pasar el tiempo y alegrarse de que los gritos fueran contra otros (para variar), como los soldados; este malhechor insultaba a Jesús y lo jaleaba a ver si se decidía a salvarse con un milagro “de chistera” y, de paso, lo salvaba a él.
4) El pueblo estaba allí mirando, nos dice el evangelio. Este pueblo al que Jesús había curado, alimentado, enseñado, amado… ahora estaba allí simplemente mirando, viendo los toros desde la barrera y callando ante los insultos y las burlas de todos contra Jesús. Y ya sabemos lo que dice el refrán: El que calla otorga. Jesús había sido el único que los había defendido, ayudado y amado, y ahora… ellos lo dejaban morir y lo dejaban abandonado a su suerte.
5) También aparece otro personaje: el llamado comúnmente el buen ladrón: “Pero el otro lo increpaba: -‘¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.’ Y decía: -‘¡Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.’” En este texto evangélico se da un hecho que a mí siempre me ha llamado la atención: ante un mismo acontecimiento de sufrimiento, unas personas reaccionan muy negativamente, insultando y clamando contra Dios (‘¡Demostrado, Dios no existe!’). Y, sin embargo, otras personas se sitúan ante Dios, reconocen sus errores, reconocen la justicia de lo que les sucede, reconocen la total inocencia de Dios (en este caso de Jesús) y surge en estas personas –como en el buen ladrón, como en el publicano- la súplica de perdón y de misericordia. TAMBIÉN SURGE EL TESTIMONIO DE FE. El buen ladrón cree en un Cristo escarnecido, burlado, fracasado y moribundo. Es fácil creer en Jesús cuando multiplicó los panes y los peces, cuando curó a leprosos y resucitó a muertos, cuando anduvo sobre las aguas o cuando tuvo el discurso maravilloso en el Sermón de la Montaña. Pero, ¿quién va a creer en un Mesías sucio, maloliente, sangrante, deshecho, escarnecido por las burlas y desprecios, y a punto de morir? Pues es el buen ladrón quien cree en El y quien le pide la salvación. El otro ladrón pedía a Jesús que bajase él de la cruz y que lo bajase también a él. Pero el buen ladrón sabe que Jesús ha de morir y llegar a su reino y, cuando esto suceda, le dice que se acuerde de él y que lo lleve con él a ese reino. El buen ladrón sabe que ha de morir en la cruz y después, y sólo después de pasar por la cruz, podrá llegar al reino de Jesús.
6) El último personaje que queda por contemplar es Jesús. Jesús es Rey. Pero su reino no se basa en el poder, en la fuerza y en el triunfo, al modo humano.
* Su reino pasa por la cruz. ¿Queremos llegar a ese reino por este camino? No hay otro camino.
* Su reino se asienta en la debilidad, al menos, en la debilidad humana. ¿Queremos llegar a ese reino por este camino?
* El otro domingo se nos hablaba de que los discípulos de Jesús van a ser perseguidos y asesinados. Así sucedió con nuestro Señor, Jesucristo. ¿Estamos dispuestos a pasar por esa cruz y del modo que El pasó –sin atajos- para llegar al Reino de Dios?

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario (C)

18-11-2007 DOMINGO XXXIII TIEMPO ORDINARIO (C)
Mlq. 4, 1-2a; 3, 19-20; Slm. 97; 2 Ts. 3, 7-12; Lc. 21, 5-19
Queridos hermanos:
Estamos ante el penúltimo domingo del este año litúrgico. El siguiente domingo será ya el de Cristo Rey y con él terminaremos el año. Habitualmente en este mes de noviembre la Iglesia nos propone lecturas y evangelios que nos hablan de muerte, de resurrección, del fin del mundo y de persecuciones. En efecto, en el evangelio de hoy se nos dice por parte de Jesucristo: “Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio […] Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.” Jesús nos habla a sus discípulos y nos anuncia que, por seguirlo a él, por ser discípulos suyos seremos perseguidos de un modo u otro: nos arrastrarán a la cárcel, nos quitarán los bienes, nos quitarán la fama, nos quitarán el trabajo, seremos traicionados por nuestros propios amigos y familiares más íntimos, nos odiarán, se burlarán de nosotros. Nos pondrán en la disyuntiva de decidirnos por conservar nuestros bienes materiales o nuestra fe, por conservar nuestra fama ante los demás o nuestra fe, por conservar nuestro trabajo o nuestra fe, por conservar nuestros amigos o nuestra fe, por conservar nuestros familiares más íntimos o nuestra fe… ¡¡Qué duro resulta caminar contra corriente y en la más espantosa de las soledades cuando queremos ser fieles a Dios!! Pero Jesús nos dice que, si perseveramos en nuestra fe y en nuestro amor a Dios Padre, salvaremos nuestras almas.
Desde la experiencia de la Iglesia y de tantos y tantos cristianos sabemos que hay persecuciones cruentas, es decir, con derramamiento de sangre. Un caso que cuento con mucha frecuencia se refiere a una niña que vivía en El Salvador hacia 1980. Tenía unos 12 años. En su aldea no estaba habitualmente el sacerdote, sino que éste iba por allí cada 3 ó 4 meses. Había en la aldea una capilla en donde se reunía cada domingo la comunidad de creyentes, leían la Palabra de Dios, oraban y cantaban a Dios. En aquellos momentos existía en el país una confrontación entre el ejército y los guerrilleros. Pues bien, un domingo llegó una patrulla del ejército al poblado y entró en la capilla. Casi toda la gente de la aldea estaba en aquel recinto. El capitán con una pistola en la mano les acusó a todos de ser guerrilleros y la gente lo negaba. El capitán cogió el crucifijo que estaba sobre el altar, lo tiró al suelo y ordenó que fueran saliendo todos, pero, antes de salir, debían de escupir al crucifijo. Quien no lo hiciera así, sería fusilado. Hubo un silencio muy tenso y, al cabo de unos minutos interminables, salió primero un hombre de la aldea y escupió al Cristo. El escupitajo le cayó en pleno rostro a Jesús. Inmediatamente se adelantó la niña de 12 años, se arrodilló ante el crucifijo y aplicó sus labios en donde había caído el escupitajo y besó a su Amado Jesús. El capitán, al ver aquello, aplicó la pistola a la cabeza de la niña, le pegó un tiro y la mató. El padre de la niña se tiró a su hija y la abrazaba llorando. El capitán se quedó cortado y ordenó a sus hombres retirarse del poblado. Esta niña murió por Jesús y salvó su alma. Yo me pregunto en muchas ocasiones qué habrá sido del hombre que salvó su vida al escupir el crucifijo, y rezo por él y por mí, porque yo soy él en muchas ocasiones.
En otras ocasiones hay también persecuciones incruentas, es decir, sin derramamiento de sangre. Estas últimas son las que más, estadísticamente hablando, nos pueden tocar a nosotros. Como dice el Papa Benedicto XVI en su libro de Jesús de Nazaret, para esta sociedad moderna y occidental la fe en Dios debe de estar circunscrita únicamente al ámbito privado e íntimo de la persona y no debe de salir al exterior (pg. 60). Si sale al exterior, entonces se pueden producir burlas y desprecios. Voy a contaros algún ejemplo de esto: 1) Recuerdo el caso de un soldado, cuando existía el servicio militar en España, que, a la hora de acostarse en el pabellón de literas, él se arrodilló, como hacía habitualmente en su casa antes de acostarse, y se pudo a orar. Sus compañeros reclutas que lo vieron en esta postura se arremolinaros a su alrededor y comenzaron a mofarse de él. Un capitán que pasaba por allí, al ver el tumulto y pensando que podía ser una broma pesada que gastaran a un novato, se acercó para poner orden. De un vistazo se dio cuenta de la situación y les dijo a todos que aquel chaval tenía más “coj…” que todos los demás juntos, pues estaba rezando a Dios independientemente de lo que pensaran o dijeran el resto, mientras que ellos nunca se atreverían a mofarse de este chico de uno en uno. 2) Hace un tiempo leí en un libro, que se titula “Ligar con Dios” en donde unas chicas, que se metieron a monjas de clausura, cuentan alguna experiencia de burla por defender su fe: “Me acuerdo ahora de un desprecio que sufrí. Conocía a un chico al que intentaba “convertir”; discutía con él sobre la existencia de Dios o la virginidad de María. Yo no sé de dónde me salían las palabras, pero tenía un celo infatigable por la gloria de Dios. Un día, en que vi a ese chico hablando con sus amigos –había mucha gente alrededor- noté que no cesaban de mirarme y se reían entre sí. De pronto, se me acerca y me dice: ‘Oye, tú que tanto defiendes a Cristo y sigues el Evangelio, si te abofeteo en una mejilla, ¿pones la otra?’ Yo me quedé parada unos instantes, sin saber qué responderle. Veía a los amigos riéndose y a tanta gente a nuestro alrededor… Si decía que sí, me iba a llevar unos cuantos tortazos; y si decía que no en ese momento, era para mí traicionar a Jesús, siguiéndole con palabras y no con obras. Entera y serena le dije: ‘Sí, la pongo’ En décimas de segundo me arreó un tortazo en una mejilla y me dijo: ‘¿Pones la otra?’ Yo, con los ojos en el suelo y colorada de vergüenza, le dije: ‘Sí’. Y me pegó una y otra y otra vez… De repente, se quedó confundido, y paró. La gente no me sacaba ojo; los amigos se quedaron corridos y él aún más. Yo le miré y le dije: ‘¿No sigues?’ Hubo un silencio y continué: ‘Yo seguiré siempre a Cristo, aunque tenga que poner mil veces la mejilla’. Y viendo que no me decía nada, me fui ‘alegre de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús.’” 3) Teniendo yo 16 años y estando cursando 6º de bachiller en el Instituto de Virgen de la Luz de Avilés se me acercó un compañero y me preguntó si era cierto que yo iba a ir para el Seminario el curso siguiente. Esto sí que era cierto, pues COU ya lo cursé en Oviedo. Pensé que, si decía que sí, iba a ser la rechifla de todos mis compañeros el resto del curso escolar y entonces dije que no al que me preguntaba, le dije que no era cierto. Aquella negativa mía por miedo a la burla me acompaña en muchas ocasiones. Le pedí perdón a Dios por ello muchas veces y sé que, a pesar de todo lo que Jesús hizo por mí siempre, yo soy capaz de volver a hacerlo, es decir, soy capaz negarle una vez más como Pedro, o de traicionarle como Judas.
¡¡Señor, concédenos ser siempre fieles a ti y a tu santo evangelio en medio de las persecuciones cruentas e incruentas, y nunca te separes de nosotros para que así podamos SALVAR NUESTRAS ALMAS. Amén!!