Domingo XXX del Tiempo Ordinario (A)

26-10-08 DOMINGO XXX TIEMPO ORDINARIO (A)
Ex. 22, 20-26; Slm. 17; 1 Tes. 1, 5c-10; Mt. 22, 34-40



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Queridos hermanos:
- El otro domingo os decía que sólo podrá ser misionero y anunciar el mensaje de Dios aquel que haya tenido un encuentro personal con Jesús, como la tuvo S. Pablo. Y sólo quien haya tenido esta experiencia personal podrá amar a Jesús y a Dios. Así ha sucedido en los casos de los santos, como S. Francisco de Asís, y de tantas otras personas a lo largo de la historia. Sólo podemos amar lo que conocemos y, para amar a Dios como Cristo nos pide en el evangelio de hoy (“’Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.’ Este mandamiento es el principal y primero”), hemos de conocerlo de una manera muy intensa. ¡Cuánto más lo conozcamos, más lo amaremos!
En otras homilías ya me he detenido en analizar el amor a Dios, y en el día de hoy voy a fijarme en la segunda parte del evangelio de Jesús, es decir, en el amor al prójimo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Para los santos, el amor al prójimo procede únicamente del amor a Dios. Sólo Dios es la fuente del amor, sólo El puede darnos el verdadero amor, sólo El puede enseñarnos a amar. Y este amor al prójimo debe ser algo concreto: amor son acciones y no buenas razones, dice un refrán.
* En la primera lectura de hoy se nos dicen cuatro modos concretos de amor al prójimo: “No oprimirás ni vejarás al emigrante [...] No explotarás a viudas ni a huérfanos […] Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo.”
El primer modo está aún vigente hoy día. Ciertamente hay inmigrantes que engañan o roban en España, pero también es cierto que hay inmigrantes que son engañados, robados y estafados en España. Nosotros no podemos hacer esto. Pero no solamente no podemos hacerles daño, sino que Cristo Jesús nos pide que les amemos.
El segundo modo se refiere a los más desvalidos. En tiempos de Jesús eran las personas que no tenían pensiones de orfandad o de viudez; ahora se puede referir a cualquier persona que tenga cualquier tipo de necesidad o que esté en inferioridad.
* Pero el amor concreto no es simplemente dar una limosna o hacer una caridad. También es amor educar a nuestros niños. Y para explicar esto tomaré un decálogo de Emilio Calatayud, un juez famoso en España por sus sentencias con los jóvenes, que más que castigar, busca ayudarlos. Y hacer esto que indica el juez (educar) es más difícil que dar un cachete o que consentir a los niños. El decálogo está redactado de modo sarcástico, pero se entiende perfectamente lo que se quiere decir, o sea, que se actúe al revés de cómo aquí se dice: “1) Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pide. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece. 2) No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente. 3) Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas. 4) No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad. 5) Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatillas, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás. 6) Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura. 7) Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño. Así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por culpa del propio niño, quede destrozada para siempre. 8) Déle todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar. 9) Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustración. 10) Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarle. Y cuando su hijo sea ya un delincuente, proclamad que nunca pudisteis hacer nada por él.” Cuando transcribía todo esto me vinieron a la memoria los tres jóvenes que en Cataluña fueron juzgados por asesinar a una mujer en un cajero prendiéndole fuego. Vi al padre de uno de ellos en Tv diciendo que estaba destrozado. Por todo esto pienso que educar a los niños, adolescentes y jóvenes es una forma sublime hoy día (y siempre) de amar a nuestro prójimo más próximo: a nuestros hijos.
* También se ha de realizar el amor concreto en la vida matrimonial. Seguramente yo tengo una visión sesgada, ya que, como estoy en el Tribunal eclesiástico, veo cada semana muchos matrimonios rotos y no sólo hay matrimonios rotos o fracasados… No obstante, sí que creo que la vida conyugal ha de ser un lugar privilegiado para la expresión máxima del amor humano y… del divino: 1) En el matrimonio ha de existir respeto: respeto a las ideas del otro, a la manera de ver la vida del otro. Un marido no puede pretender imponer sus ideas a su mujer, ni viceversa. El fin del matrimonio no es que el otro se convierte en una fotocopia o en un clon del uno. 2) En el matrimonio debe de existir libertad en el diálogo. Se puede y se debe hablar de todo, y no hay porqué estar de acuerdo en todo. No puede haber temas tabú en el matrimonio de tal manera que no puedan ser tratados, porque hay discusión o riña segura. 3) En el matrimonio debe de existir abundantes expresiones de cariño, tanto de palabra como en los gestos. Cada uno tiene su personalidad y su forma de ser, pero el cariño debe ser expresado. Lo necesita el propio cónyuge y lo necesita el otro cónyuge.
Se podrían decir muchas más cosas, pero lo dejamos aquí para no alargarnos.
- En el día de ayer nuestro Arzobispo, D. Carlos, realizó la consagración de Asturias a la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de Covadonga. Para ello la Cruz de la Victoria “viajó” desde la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo hasta Covadonga, en donde tuvo su origen. Ello significó que el Hijo fue a visitar a la Madre. Y allí D. Carlos presentó ante María a todos los hombres y mujeres de Asturias para que los bendijera, los protegiera y quedaran dedicados a Dios.
Como consagrados que estamos a María, a través de su Hijo crucificado, procuremos actuar en nuestra vida diaria como dignos hijos de tal Madre.

Domingo XXIX del Tiempo Ordinario (A) DOMUND

19-10-08 DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO (A)
Is. 45, 1.4-6; Slm. 95; 1 Tes. 1, 1-5b; Mt. 22, 15-21

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Queridos hermanos:
Celebramos en este domingo la Jornada del Domund y en este año paulino el lema es: “Como Pablo, misionero por vocación”.
- Vamos a profundizar un poco en la vida de San Pablo y en esa vocación o llamada de Dios que él tuvo para anunciar a Jesucristo como Dios y Salvador de todo el género humano y de toda la creación. Supongo que ya conocéis bien la historia de San Pablo, sobre todo en lo que se refiere al relato de la conversión o de la llamada de Dios. Coloquialmente es lo que se conoce como “la caída del caballo”.
Podemos conocer lo que sucedió al apóstol en base al relato de los Hechos de los Apóstoles y a los datos que nos da el mismo San Pablo en sus cartas. Veremos cómo en Pablo crece el ansia asesina y de persecución contra los cristianos a medida que se nos va contando su historia:
En un primer momento, cuando sucede la lapidación de San Esteban, aparece el joven Saulo como guardián de los mantos de aquellos judíos que tiraban piedras al primer mártir cristiano, Esteban. Y, además, se nos da un dato muy significativo. Y es que Saulo aprobaba la muerte de Esteban. Saulo no era simplemente un joven que pasaba por allí, y al que obligaron a la fuerza a guardar los mantos, o para el que fuera indiferente aquella muerte. “Saulo estaba allí y aprobaba este asesinato” (Hchos. 8, 1).
Pronto, en un segundo momento, Saulo ya toma parte muy activa en la persecución contra los cristianos: “Saulo se ensañaba contra la Iglesia, entraba en las casas, apresaba a hombres y mujeres, y los metía en la cárcel” (Hchos. 8, 3).
En un tercer momento vemos que Saulo no se conforma con meter en la cárcel y con perseguir a los cristianos de Jerusalén, sino que quiere ir a buscarlos fuera, a Damasco, que dista casi 300 km de Jerusalén y para llegar allá un hombre en aquellos tiempos necesitaba 8 días de viaje. En efecto, el texto nos dice: “Saulo respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, con el fin de llevar encadenados a Jerusalén a cuantos seguidores de este camino, hombres o mujeres, encontrara” (Hchos. 9, 1-2). Más adelante, Pablo dice a este respecto: “Me ensañé contra ellos de tal modo que los perseguía hasta en las ciudades extranjeras” (Hchos. 26, 11).
Y es que Saulo buscaba la destrucción total del nuevo camino, del cristianismo. ¿De qué modo y qué medios utilizaba Saulo para lograr esto? 1) Cargando de cadenas y metiendo en la cárcel a los cristianos: “Yo he perseguido a muerte este nuevo camino, encadenando y metiendo en la cárcel a hombres ya mujeres” (Hchos. 22, 4). 2) A los cristianos los azotaba en plena sinagoga; el lugar de oración de los judíos y de escucha de la Palabra de Dios, Saulo lo usaba para azotar a los cristianos (Hchos. 22, 19). 3) Les obligaba a renegar de su fe en Jesús a base de torturas (Hchos. 26, 11). 4) En otra parte se nos dice, por parte de Pablo, que los cristianos perseguidos perdían sus bienes materiales: casas, tierras, tiendas, industrias, joyas, oro, por ser fieles al Señor[1].
Este era Saulo; tenía tal odio a los cristianos que usaba estos medios para perseguirlos, y lleno de este odio (“respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos del Señor”) iba camino de Damasco hasta que el Señor, cerca ya de la ciudad, se le mostró. Los hechos son los siguientes (Hchos. 9, 3ss; 22; 26): un gran resplandor lo envuelve, cae al suelo, se le llama por el nombre y se le habla: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? […] Yo soy Jesús, a quien tú persigues”, y Saulo queda ciego. Saulo el perseguidor, de repente, se encuentra caído en tierra, ciego y tienen que llevarlo de la mano hasta la ciudad. Tuvo que estar 3 días sin ver, sin comer, sin beber. Ahora Saulo está postrado, indefenso por la acción de Dios, y es la misma acción de Dios, quien por medio de Ananías, le devuelve la vista, por el bautismo le da el perdón de los pecados y “después tomó alimento y recobró las fuerzas”. Los biblistas dicen que este alimento era la Eucaristía; fue el Cuerpo y la Sangre de Cristo lo que le dio las fuerzas de nuevo.
- A partir de aquí todo cambia para Pablo; ya nunca más será Saulo. Pablo se siente llamado a anunciar a los demás lo que él ha vivido y experimentado. Será misionero de Jesús para siempre, hasta que la muerte lo pare, hasta que le corten la cabeza. Por eso él dice que “predicar el evangelio […] es un deber. Y ¡ay de mí si no predicara el evangelio” (1 Co. 15, 16).
El Papa Benedicto XVI nos dice en su mensaje para el día de hoy que ser misioneros es la ley fundamental de todos, sin cansarse de anunciar con gestos, palabras y hechos que Jesucristo es el único Salvador del hombre. “Quien vive de Cristo no puede por menos que anunciarlo, pues de lo contrario se convertiría en un cristiano falseado”. Recuerdo que hace unos años un seminarista estaba con sus amigos y hablaba siempre de Jesús. De repente uno de ellos le dijo: ‘pero para ya de hablar de Jesús. ¡Qué obsesión tienes con eso!’ El seminarista se quedó un momento parado, pero enseguida respondió: ‘Tú hablas mucho de tu novia, que es tu amor. Pues el mío es Jesús y por eso hablo constantemente de El’. Y es que este seminarista, como San Pablo, como cualquier misionero que esté en Africa o en Asia o en América o en Oviedo hace realidad las palabras del salmo de hoy: “Contad a los pueblos su gloria (la de Dios), su maravillas a todas las naciones […] Decid a los pueblos: ‘El Señor es rey, El gobierna a los pueblos rectamente’”.
- A finales de septiembre fui a ver a una persona, que es creyente, pero no acepta esta Iglesia nuestra de Europa y de España por ser demasiado “comodona”. Me dijo que este verano había estado en un país de Africa, que había visto cómo los cooperantes de las ONGs (no sé de cuáles, no le pregunté) vivían en guetos muy bien protegidos con hombres armados y no les faltaba de nada. En cambio esta persona había vivido en el verano con los misioneros y misioneras. Estos sí que estaban entre la gente más pobre del país. Esta persona tuvo que comer, como los misioneros, lo que comía la gente y bañarse con un poco de agua dejándola caer por su cuerpo. Por lo visto no había jacuzzi.
En este día os invito a que recéis por los misioneros, a que deis limosnas para ayudar a las misiones y a que seáis todos misioneros en medio de vuestra familia, de vuestros amigos, de vuestro trabajo, de vuestra ciudad. Y ser misionero es anunciar que Jesucristo es el único Salvador del hombre.
- Para terminar, os anuncio una acción misionera que se va a realizar en el tiempo de Adviento, es decir, en diciembre de 2008 en nuestra diócesis de Oviedo: una Misión Joven. ¿En qué consiste esto? Pues el nuestro Obispo ha encargado un cuadro con la Santina de Covadonga y la Cruz de la Victoria a un pintor. Este icono impreso en láminas, como ésta que os muestro ahora, se llevará a los hogares por toda Asturias. ¡A ver si tenéis la suerte de recibir esta visita! La lámina la van a llevar jóvenes, que van a ir de dos en dos. Irán bajo la protección del apóstol joven, que fue San Juan, el único que estuvo con Jesús y María a los pies de la cruz y no escapó lleno de miedo como los otros. Los jóvenes picarán en las casas, se presentarán y, en donde les dejen entrar, entregarán la estampa y transmitirán el por qué y el para qué de este regalo.
[1] “Soportasteis con alegría que os despojaran de vuestros bienes, sabiendo que teníais riquezas mejores y más duraderas” (Hb. 10, 34b).

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario (A)

12-10-08 DOMINGO XXVIII TIEMPO ORDINARIO (A)
Is. 25, 6-10a; Slm. 22; Flp. 4, 12-14.19-20; Mt. 22, 1-14


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Queridos hermanos:
- Hace varios domingos hablaba en la crisis económica en la que estamos inmersos. Me fijaba más en la microeconomía (la de familias y personas concretas) que en la macroeconomía (la de grandes empresas o multinacionales). A medida que pasan los días parece que las cosas se van poniendo peor. Y en medio de esta situación aparecen estas palabras de S. Pablo a los filipenses: “Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta”. A propósito de la Palabra de Dios y de la realidad que nos rodea se me ocurren las siguientes reflexiones:
* ¡Qué fácil se pasa de lo malo a lo bueno! Mas ¡qué difícilmente se pasa de lo bueno a lo malo! En efecto, nos hemos acostumbrado a vivir en la abundancia, en el despilfarro y así se lo hemos enseñado a nuestros pequeños. Y ahora tenemos problemas para amoldarnos a la escasez o a la incertidumbre. Recuerdo que hace un tiempo decía a una familia que lo estaba pasando mal, económicamente hablando, que debían de aprender a vivir en la austeridad, que esto era bueno para la humildad y para darnos cuenta de que en realidad podíamos vivir con muchas menos cosas de las que nos imaginábamos. Es más –les decía-, si algún día pasáis a una situación de bonanza económica, debéis vivir en la austeridad como lo estáis haciendo ahora. Si una familia se puede arreglar con 100, no es obligatorio que gaste 170. Si una familia gana 1000, no es obligatorio gastar los 1000.
* Hace unos días me comentaba una persona que en su familia habían vendido hace tiempo unos bienes y el dinero lo habían metido en un banco. De varios bancos vinieron a verlos para convencerlos de meter el dinero en este fondo o en el otro. Un miembro de la familia había querido dar una limosna importante como agradecimiento a Dios por el dinero recibido, pero otro miembro se opuso y quiso meterlo todo en fondos de inversión… por lo que pudiera suceder. Pues bien, resultó que, con la caída de la Bolsa, se ha perdido bastante dinero y parece que de modo irreversible, pues una cantidad importante estaba invertida en esos bancos americanos e ingleses que cayeron en bancarrota. El familiar que quería dar la limosna se tira de los pelos por haber perdido el dinero de una forma tan idiota, pues, si se hubiera entregado a personas necesitadas, con ellas no se habría perdido en modo alguno, ya que habría alguien que estaría dando un buen uso de ello.
* Creo que hace tiempo os conté cómo un sacerdote, compañero mío, leyendo un día el periódico vio que había unas hojas de propaganda de un comercio y hojeándola se decía: ”¡Dios mío, Cuántas cosas no necesito!” En definitiva, pienso que esto que sucede a nivel mundial es una llamada de atención de Dios para que vivamos en austeridad, en ahorro, en limosnas y en compartir los bienes materiales, sabiendo que todos estos quedarán un día aquí y tendremos que desprendernos de ellos tarde o temprano.
- En el evangelio de hoy se nos habla de un banquete de bodas. La relación entre Dios y el hombre, en lugar de ser concebida como una especie de alianza diplomático-política, es presentada como una relación de amor, personal, viva, libre, pero también marcada por la infidelidad y el egoísmo del hombre para con Dios.
Imaginaros que para el año que viene se va a casar un hijo o una hija vuestra. Con esmero preparáis las invitaciones para vuestros familiares y para vuestros amigos. Se las lleváis en mano o las mandáis por correo y… recibís la misma respuesta que el padre del evangelio: “Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir”. El padre volvió a mandar más criados para que les dijeran lo que iban a comer y a beber, y les rogaban que vinieran a la boda: “’Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.’ Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos”. ¿Cómo os quedaría el cuerpo y el alma si los familiares y amigos, que invitaseis a la boda de vuestro hijo o de vuestra hija, os respondiesen de esta manera?
Al leer este evangelio siempre me acuerdo del tiempo que estuve de párroco en Taramundi y en ocasiones preparaba Cursillos de Cristiandad. Invitaba a los jóvenes y a no tan jóvenes al Cursillo. De cada vez invitaba a unas 100 personas, pero sólo iban, finalmente, 4 ó 5 personas. Todos tenían muchas razones para no ir y para quedarse: exámenes, atender el ganado, la cosecha, un viaje, que esperaban visita, que les daba vergüenza… En definitiva, no querían ir al banquete de bodas del Hijo de Dios.
Nos sigue contando el evangelio que el padre no se quedó con los brazos cruzados. No quería que las mesas del banquete se quedaran vacías. Dejó de lado a aquellos ingratos y mandó a sus criados que fueran, no a las casas, no a las ciudades, no a los conocidos, sino a los cruces de caminos e invitasen a todos los que pasaran por allí al banquete de bodas de su hijo.
¿En que grupo estamos nosotros: en el primero o en el segundo? Personalmente soy consciente que en muchas ocasiones el Señor, como sacerdote, como familiar y como amigo, me ha invitado al banquete de bodas de su Hijo y yo le he dicho que NO y no he hecho caso de su invitación.
Pero para mí el evangelio de hoy no es un evangelio de condena, sino de esperanza. Esperanza porque es Dios mismo quien sale a nuestro encuentro. Tantas veces estamos perdidos por caminos y montes, y El nos envía llamadas para que entremos en el banquete de bodas de su Hijo. Dios es el Buen Pastor del salmo de hoy, que nos busca y recoge sobre sus hombros. Como dice el profeta Isaías hablando del banquete del cielo: “El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país. Aquel día se dirá: ‘Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación.’”
El viernes recibí un correo electrónico de una persona que fue a Estados Unidos a predicar sobre Dios. En su correo me dice: “Estoy alojada con unos amigos del Salvador. Son un matrimonio joven con dos niñas pequeñas. Muy entregados (al Señor). A él le acaban de detectar cáncer y hoy van al ver al medico. Encomiéndalos en la Misa.” Pues bien, en esta Misa de hoy quiero ser instrumento del Señor y deseo que también vosotros lo seáis conmigo para con este matrimonio salvadoreño, y para con tantas personas que sufren por tantas razones. Pidamos por todos ellos.

Domingo XXVII del Tiempo Ordinario (A)

5-10-08 DOMINGO XXVII TIEMPO ORDINARIO (A)
Is. 5, 1-7; Slm. 79; Flp. 4, 6-9; Mt. 21, 33-43

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Queridos hermanos:
El trabajo en el campo, y en este caso el trabajo en las viñas era algo muy común en los tiempos de Jesús y entre las gentes a las que él hablaba. Por eso, Jesús para hablarles de Dios utilizaba parábolas en las que la siembra y las viñas estaban muy presentes. De este modo las gentes podían entender mejor a Jesús.
Ya adentrándonos en las lecturas de hoy podemos decir que nosotros mismos somos las viñas de Dios. El profeta Isaías tiene experiencia del amor que Dios nos tiene a cada uno de nosotros y lo escribe en una imagen poética muy bella: “Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña: Mi amigo tenía una viña en fértil collado. La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas; construyó en medio una atalaya y cavó un lagar.” Así nos ha tratado y trata Dios a todos y cada uno de nosotros. ¿Cómo hemos respondido en tantas ocasiones y cómo respondemos a este amor de Dios? También nos lo dice Isaías: “esperó que (la viña) diese uvas, pero dio agrazones”, es decir, frutos amargos, que no sirven para nada. El jueves hablé con el párroco de Cudillero y me preguntaba él qué debía hacer, pues una persona le había pedido “borrarse” de la Iglesia Católica y este sacerdote no sabía cómo actuar. Hace poco comentaba D. Carlos, nuestro Arzobispo, que pide cada poco a la curia diocesana que se le pase una lista actualizada, con nombres y apellidos, de todos los que piden “borrarse” de la Iglesia Católica, de todos los que apostatan. Esa lista la pone D. Carlos sobre el altar de la capilla de su casa para orar por todos y cada uno de ellos, pues cada nombre es como una puñalada en su corazón de pastor y de padre.
Nos cuenta Jesús en el evangelio que Dios ha enviado a sus profetas e incluso a su propio Hijo para que los hombres diésemos frutos de verdad y de santidad, y no agrazones. ¿Cómo hemos reaccionado ante estos mensajeros de Dios? Pienso que principalmente hay cuatro formas de reaccionar:
El primer modo es la agresión. Así se nos dice en el evangelio: “Agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo […] Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.” Cada vez que alguien se mofa de la Palabra de Dios, o de los Sacramentos, o de la Iglesia, o de los cristianos… se está cumpliendo este evangelio. El miércoles pasado vi por Televisión Popular, la cadena televisiva de la Iglesia, cómo en la India se quemaban iglesias católicas, se apaleaban a cristianos y sacerdotes, se destrozaban a palos las imágenes de Cristo crucificado o de la Virgen María… También así se está cumpliendo ese evangelio.
El segundo modo es la indiferencia. Lo que dice la Palabra de Dios o la Iglesia no interesa en manera alguna. Se “pasa” de ello. No interesa la catequesis, el recibir los Sacramentos, la resurrección, la oración… No nos es útil. Recuerdo que hace unos años le preguntaron a un deportista muy famoso en España y en el mundo si era creyente, a lo que respondió que no, que no necesitaba a Dios para nada. Era joven, era famoso, era rico, era el primero en su especialidad en el mundo… ¿Para qué quería a Dios entonces? PARA NADA.
El tercer modo es la pereza. Y para explicar esto me voy a servir de una poesía de Lope de Vega, un escritor que llevó una vida disoluta y hacia el final de su existencia se ordenó sacerdote católico. Dice así la poesía en la cual relata cómo respondió él ante los mensajes que Dios le fue enviando a lo largo de su vida:
"¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!; ¡qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
'Alma, asómate a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía'!
¡Y cuántas, hermosura soberana:
'Mañana le abriremos', respondía,
para lo mismo responder mañana!"
Con frecuencia así reaccionamos también nosotros y posponemos día tras día el abrirnos de todo y para siempre a las palabras y requerimientos de amor de nuestro Dios.
Finalmente, el cuarto modo consiste en la respuesta positiva a las llamadas de Dios. Y a esto os invito al inicio de este curso. Dios nos ama y nos ha cuidado desde antes de nuestro nacimiento. No podemos matar a los mensajeros de Dios o permanecer indiferentes o en la desidia y pereza ante sus palabras. Cada uno debe pensar cómo responder a la llamada de Dios. Yo os propongo una cosa concreta para este curso en esta Archidiócesis de Oviedo:
* Al final de 2009 se va a celebrar un Sínodo Diocesano en nuestra Iglesia diocesana. Nuestro Arzobispo nos llama en este curso 2008-2009 a participar en los grupos sinodales, es decir, en “grupos de oración, reflexión y trabajo acerca de los documentos que sobre los temas del Sínodo se enviarán con el fin de hacer propuestas para preparar la Asamblea Sinodal.”
* Los temas que se van a tratar en el Sínodo son: 1) Matrimonio y familia; 2) la iniciación cristiana de los niños; 3) los jóvenes; 4) el ejercicio de la caridad (para con los más necesitados); 5) la Iglesia y su relación con la sociedad y la cultura. Vamos a trabajar sobre estos cinco temas en las reuniones de los grupos.
* Los grupos sinodales estarán formados por un número no inferior a 8 personas ni superior a 12. Se reunirán cada 15 días, o sea, 2 veces al mes. Lo haremos en la parroquia de S. Tirso el Real, que nos deja gustosamente sus locales. Se nos van a proporcionar unos documentos sobre los cinco temas arriba mencionados con algunas preguntas para hacer propuestas operativas y que no se quede en mera palabrería. Se va a poder hablar libremente y a hacer propuestas libremente buscando a) el bien de la Iglesia, b) de nuestra sociedad y c) el anuncio de Cristo encarnado, muerto y resucitado por todos nosotros en esta época y lugar que vivimos.
* Pienso que la participación en estos grupos es una buena forma de que nuestra viña dé sus frutos, no sea que el Señor Jesús nos diga al final de nuestros días, como dijo a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo de Israel: “Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.”
* Pienso también que otras personas podrán atender la llamada de Dios de otros modos y ¡seguro que lo harán!, pero lo que no podemos hacer es quedarnos con los brazos cruzados.

Domingo XXVI del Tiempo Ordinario (A)

28-9-08 DOMINGO XXVI TIEMPO ORDINARIO (A)
Ez. 18, 25-28; Slm. 24; Flp. 2, 1-11; Mt. 21, 28-32

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Queridos hermanos:
La primera lectura y el evangelio de hoy nos hablan de un tema muy importante: la responsabilidad personal y moral que cada uno de nosotros tenemos por nuestros propios actos, palabras u omisiones. Pero, antes de entrar a decir algunas cosas sobre esto, es decir, desde el punto de vista religioso, en relación con Dios, quisiera profundizar en este tema desde un punto de vista estrictamente humano.
- Es muy importante en la vida diaria de todas las personas aprender a asumir las consecuencias de los propios actos, es decir, a ser responsable de lo que decimos, hacemos u omitimos. Es más, pienso que el valor de la responsabilidad es algo tan básico, que debe ser enseñado a los niños, adolescentes y jóvenes como algo primordial.
En la vida ordinaria observo con demasiada frecuencia que los padres, educadores y la sociedad en general suplimos enseguida las deficiencias o errores de los niños, de los adolescentes, de los jóvenes, de los hijos, aunque tengan 40 años, etc. Y esto es muy peligroso, desde mi punto de vista, ya que no dejamos que estas personas maduren ni se hagan responsables de sus propios actos, puesto que pensarán que siempre habrá una persona mayor, o la sociedad, o los políticos, o los vecinos, o los otros, o Dios…, pero nunca ellos mismos, para tapar sus deficiencias o para poder echarles las culpas de todo lo que sucede o de todo lo que ellos pueden hacer, decir u omitir. Pongo algunos ejemplos:
* No entiendo que haya niños o niñas que tengan todo hecho en casa y no tengan ningún tipo de responsabilidad en las tareas del hogar: hacerse su propia cama, recoger el plato o la taza después de comer o de desayunar y ponerlo en el fregadero, hacer algunos recados… Sé que hay padres que les inculcan para que hagan estas cosas, pero los críos, que son muy listos, protestan y los padres, por no oírlos, acaban cediendo y haciéndolo ellos mismos. Con lo cual los niños han aprendido una cosa grave: protesta, que algo conseguirás.
* No entiendo cómo hay niños, adolescentes, o jóvenes que continúen comiendo los que quieren, o divirtiéndose como quieren, o gastando lo que quieren, cuando en su casa se pasa por una estrechez económica, y los padres no les ayudan a compartir y a ser conscientes de dicha escasez. Pienso que la austeridad, el conocer la situación familiar e ir a una todos juntos educa más que todos los sermones juntos que se puedan dar.
* No entiendo que un joven o una joven decida independizarse y vivir solo/a, o con su pareja, o con amigos/as, que tenga su propio sueldo, y que de modo sistemático la madre le tenga que hacer la compra (y pagarlo encima), hacerle la colada con plancha incluida, comprarle los muebles, enseres de la casa y hasta la ropa, y a veces hacerle hasta la limpieza de la casa. Además, con bastante frecuencia tiene que hacerle las gestiones del banco o del ayuntamiento, porque a la madre qué más le da… Creo que lo correcto es que, cuando un hijo decide irse de casa, tiene que hacerlo con todas las consecuencias, asumiendo lo bueno (la independencia, que no le controlen, que no le griten…) y lo malo (que tenga que administrarse y compruebe por sí mismo que el dinero le llega justo a final de mes; que la casa y la ropa esté sucia, porque ya no está mamá para hacer esas cosas; arreglar la lavadora que se estropeó…).
Cuando en 1989 estaba estudiando en Roma, ayudaba en una parroquia de los arrabales en donde el mundo de la droga estaba muy presente entre los jóvenes y, como consecuencia de ello, también en sus familias. Una familia me pidió ayuda y yo consulté el tema con un sacerdote canario que estaba haciendo una experiencia en Roma con Proyecto Hombre, ya que esta iniciativa surgió en la Iglesia italiana. Me decía este sacerdote que un drogadicto sólo se cura cuando él mismo ha tocado fondo. Mientras pueda seguir cayendo, siempre pensará que lo tiene todo controlado e igualmente pensará que saldrá de la droga en cuanto se lo proponga. Además, me decía este sacerdote que a estos drogadictos les hacen mucho daño los padres, familiares y amigos cuando les dan dinero para droga (“para que no roben”) o los sacan con fianza de la cárcel (“porque aquello es muy duro”), etc. Lo único que hacen estos familiares y amigos es retrasar la curación del drogadicto. Deben dejarlo que caiga y caiga por sus propias acciones, deben dejar que asuma todas y cada una de las consecuencias de sus propias acciones, incluso yendo a la cárcel. Así tocará fondo más rápido y podrá pedir ayuda él mismo y no los familiares y amigos, pues esto no sirve para nada, si el propio drogadicto no tiene asumido que quiere curarse.
Como veis tiene todo la misma base: hay que dejar que la gente tome conciencia de su situación y de la situación que lo rodean, en la medida de sus posibilidades y de su edad, y que asuma y se responsabilice de lo suyo, en la medida de sus posibilidades y de su edad. Esta educación la hemos de ejercer con palabras, pero también con hechos. Es lo que llamo yo “el lenguaje de los hechos”. Y aquí voy a poner un caso que me sucedió a mí hace ya mucho tiempo. Es duro lo que contaré y algunos ya me lo habéis oído alguna vez: Cuando yo tenía 17 años (hablo de 1976), veraneaba en León con mi familia. Allí vivía un tío mío, que tenía un taller de chapa y pintura de coches. Una semana en que tenía mucho trabajo nos pidió a mi hermano (16 meses más pequeño que yo), a su hijo mayor, que tenía unos 15 años entonces, y a mí, que le ayudáramos. Así lo hicimos y nos puso a lijar los coches. Tenía que ser a mano; era un trabajo pesado, duro y monótono. Al llegar el domingo comimos en casa de mi tío y a las tres y media fuimos mi hermano, mi primo y yo a dar una vuelta por León capital, que distaba unos 5 km de donde estábamos. Mi tío nos dio para los tres un billete de 500 pts. por el trabajo realizado. Entonces era mucho dinero para nosotros. Yo cogí el dinero por ser el mayor y estar acostumbrado a hacerlo así con mi hermano. Cogimos los tres el autobús y llegamos a León hacia las cuatro. Nada más bajar del autobús mi primo me dijo que quería comer un perrito caliente. Yo le contesté que no, que acabábamos de comer y que no podía tener hambre. El se enfadó conmigo y me dijo que de las 500 pts. una parte era suya y que con ese dinero podía hacer lo que quisiera. Entonces yo, sin mediar más palabras, le compré el perrito caliente con las 500 pts. Dos tercios de este dinero lo guardé para mi hermano y para mí (mi hermano no protestó) y el resto, descontado el coste del perrito caliente, se lo entregué a mi primo, pero le dije: “A las ocho cogemos el autobús para regresar a casa. Mira que te quede dinero, y luego no nos lo pidas a nosotros”. El cogió el dinero y lo gastó enseguida. A las seis ya no le quedaba nada. Mi hermano y yo echamos algunas partidas al futbolín y nos gastamos 25 pts. A las ocho cogíamos el autobús y mi primo nos pidió dinero para el billete. Yo le dije que ya le había avisado y que no le pagaba el billete, pues él tenía que haber reservado algo para el autobús. El se quedó en tierra y tuvo que venir andando durante 5 km. hasta casa. Mi primo había sido enseñado a hacer lo que quisiera; es verdad que los padres le decían cosas, o le reñían, o le pegaban, pero, al final, tapaban siempre las consecuencias de sus actos y “le pagaban siempre el billete de autobús”. Mi primo sabía que podía hacer lo que quería, pues al final, siempre le pagarían “el billete de autobús”.
Pienso que en tantas ocasiones “pagamos el billete de autobús” a los otros y no dejamos que asuman las consecuencias de sus actos, es decir, que caminen 5 km. al atardecer en dirección a casa y en la soledad. Eso les ayudaría tantas veces a reflexionar en su propia carne las consecuencias de sus actos.
- Pues bien también hoy la primera lectura nos enseña en esta misma línea: “‘Comentáis: "No es justo el proceder del Señor. Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida.” Dios no manda a nadie al infierno. Dios no castiga a nadie. Son los propios actos de la persona los que lo apartan o alejan de Dios, o los que lo acercan a Dios.
Cuando una persona cultiva y frecuenta la oración, los sacramentos, las lecturas buenas, las obras de caridad y de solidaridad, la paciencia, la humildad, el perdón… esta persona se va acercando a Dios y, como nos dice el profeta, “él mismo salva su vida.” Sin embargo, cuando una persona se aparta de Dios y de sus bienes, vive para sí y piensa sólo en si, o en las cosas materiales, esta persona “muere (interiormente) por la maldad que cometió.” No puede echar la culpa a Dios o a los demás. Las circunstancias nos pueden influir tremendamente para actuar de un modo u otro, pero siempre hay una parcela de libertad y es ahí donde reside nuestra responsabilidad moral antes nuestros propios hechos, buenos o malos.
Que Dios nos conceda practicar el bien y la justicia para salvar nuestra vida.